Actualmente la mayoría de nuestras actividades están "sincronizadas". Vamos a la escuela, salimos al recreo, vemos la tele... ¡todo a horas muy precisas! Claro que no siempre fue así. El reloj tiene su historia, que acá te contamos "puntualmente".
Para los pueblos antiguos la medición del tiempo estaba muy unida a la agricultura. El "año" era el tiempo que llevaba preparar la tierra, sembrar las semillas y recoger el fruto maduro. Las estaciones eran las que dirigían estas operaciones y, junto con los días y noches, eran la única medida del tiempo conocida. Cuando las sociedades crecieron y se multiplicaron sus actividades este sistema no resultó suficiente y... ¡hubo que inventar el reloj!
De día y con cielo despejado
A la hora de medir el tiempo los egipcios y babilónicos recurrieron a la luz del sol. Era el 2000 a.C. cuando alguien clavó una estaca en el suelo y vio que su sombra se movía y cambiaba de longitud. Siguiendo el extremo de la sombra, trazó una línea curva que dividió en doce partes. Así podía saber qué hora era cada vez que la miraba. Eso sí, los días nublados y durante la noche... ¡El reloj de sol no funcionaba! ¡Y bueno! ¡Nada es perfecto!
Hacia el 200 antes de Cristo los romanos decidieron tirarse al agua. Inventaron la "clepsidra", compuesta por un recipiente superior desde donde goteaba agua a uno inferior. A medida que subía el nivel del agua, hacía lo propio un flotador que, mediante unas ruedas dentadas, hacía girar las agujas de este reloj "submarino". Los legionarios la usaban para medir el tiempo de sus guardias nocturnas. Tres horas y... ¡ni un minuto más! ¡Qué exactitud!
Cuentan que Alfredo el Grande de Inglaterra era muy minucioso. Para medir el tiempo de sus actividades encendía una vela marcada con rayas trasversales blancas y negras como si fuera un centímetro. A medida que se consumía le indicaba a Alfredo qué hora era. Los coreanos prendían cuerdas con nudos a distancias iguales. Los chinos les agregaron unas pesas, que caían sobre un gong cuando llegaba el fuego. ¡Qué despertador poderoso!
El reloj de arena, como el que usamos en algunos juegos de mesa, se inventó en el siglo III en Alejandría. Durante muchos años fue el método más exacto para "dar la hora". En el siglo XIV Enrique de Vick construyó el reloj de pesas y péndulo. Se colgaba una pesa de una cuerda enrollada en un tambor giratorio. Este accionaba unos engranajes que hacían girar las agujas. El péndulo regulaba la velocidad con que giraban.
Por fin en el Siglo XVI se inventó el reloj de cuerda. Funcionaba con una cinta de acero enrollada en espiral. Al ir desenrollándose accionaba los engranajes y hacía girar las agujas. Contaba con un "volante" o pequeña rueda que al girar a un lado o a otro regulaba la velocidad de las agujas. Esto permitió construir relojes de bolsillo, que los señores ricos sujetaban a lujosas cadenas de oro, como los de las películas de Chaplin.
Nuevos inventos perfeccionaron el arte de la relojería. El reloj atómico es el más exacto que se conoce hoy en día. Esos relojes miden con absoluta precisión... ¡los millonésimos de segundo!
Revista Anteojito N°1469, pp.32-33
5 de abril 1993
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