Cuando el hombre primitivo, por primera vez, vio su imagen reflejada en algún lago, posiblemente se haya asustado al creer que se trataba de otra persona. Pero al comprobar que era él mismo, ¡seguro! que le agradó la idea de contemplarse.
Luego nacieron los espejos. Claro que no eran como los de ahora con su brillante superficie plateada. Los primeros espejos se hicieron en metales: bronce o cobre. Eran vistosos y además muy resistentes.
La forma de los espejos era muy variada: redonda, ovalada, con bordes festoneados. Si tenían mango, éste se confeccionaba en marfil, madera o metal; y muchas veces adoptaba la forma de una estilizada figura femenina.
La superficie que reflejaba los rostros estaba perfectamente bruñida. La parte del revés solía decorarse con incisiones que representaban flores, escenas diversas y también inscripciones alusivas.
Revista Anteojito N°1588, p. 28
15 de agosto 1995
https://archive.org/details/RevistaAnteojito1588/page/n28/mode/1up
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