Este hombre que ahora trenza su látigo de ysypo resguardado en las anchas alas de su raído sombrero de paja vive solo en el monte. Nadie lo ve sino una sola vez al año. Aparece para comprobar que se cumpla la tradición de siempre el primer día de octubre. Viene preparado, con su rebenque listo para castigar a quienes se atrevan a desafiar la costumbre.
Le interesa sobremanera la cocina de cada casa. Pasa hasta donde las ollas están hirviendo sin importarle nada más. Lo ha hecho durante siglos. ¿Quién podría cuestionar su actitud?.
Malhumorado y hombre de pocas pulgas elKarai se pasea por los poblados haciendo sonar su látigo para anunciar su llegada. Las mayoría de las mujeres le ceden el paso y le dejan espiar en las ollas. Pero aquellas que no han seguido la tradición, pretenden ahuyentarlo, temerosas. Esas no se salvan del castigo.
Karaí Octubre le llaman. Medio petisón es el hombre y su ancho sombrero lo achata aún más. Lleva puestas unas ropas roñosas y, como ya dijimos, hace sonar su rebenque antes de entrar a espiar en las cocinas y en las ollas.
Karaí Octubre es la pobreza, la miseria, las penurias. Se le ahuyenta solamente con una olla repleta de comida. Si no encuentra suficiente, se queda con esa familia para todo el año y, además de los rebencazos, la miseria les acompañará por todo el año, con sus nefastas consecuencias.
De ahí que en todas las casas, cada primero de octubre, no falte el puchero bien servido. De esa forma la conciencia de toda la familia quedará tranquila por el resto del año. En cambio aquellos que se resistan y mezquinen la comida de ese día tendrán que convivir con el hambre por el resto del año. Esta tradición enseña al campesino a prever el alimento para los suyos durante los meses de “vacas flacas”, época que se inicia en octubre y que abarca los últimos meses del año.
El premio es para los previsores.
El castigo, para los haraganes.
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