En las noches silentes, serenadas y
bellas
en que el alma del bosque pareciera
soñar;
en que brillan fulgentes,
diamantinas estrellas
y nos cuenta la luna sus divinas
querellas,
hay un suave perfume que nos suele
embriagar.
Son las brisas cuajadas de aromitas
y azahares
que nos llegan al alma, desde el
gran Paraná,
cual si fuera el aliento con que
los trebolares
perfumaron el cofre de los Santos
Altares
en el que desangran cinco llagas
Tupá.
Son las brisas benditas que besaron
la frente
y la carne morena, limpia de la
Itatí,
al morir de una tarde aromada y
silente
en que hallose su cuerpo, que
arrojó la corriente,
en la playa desierta del solar
guaraní.
Carlos A. Castellan
Revista Vida Correntina, Primer Magazine Correntino.
Año III, N°77,
Abril 10 de 1936, pág. 12.
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