Blando céfiro mueve sus alas
empapadas de fresco rocío…
De la noche el alcázar sombrío
dulce alondra se atreve a turbar…
Las estrellas, cuál sueños se borran…
Sólo brilla magnífica una…
¡Es el astro del alba! La luna
ya desciende, durmiendose, al mar.
Amanece: en la raya del cielo
luce trémula cinta de plata
que, trocada con fulgente escarlata,
esclarece la bóveda azul;
y montañas y selvas y ríos,
y del campo la mágica alfombra,
roto el negro capuz de la sombra,
muestra nieblas de cándido tul.
¡Es de día! Los pájaros todos
lo saludan con arpa sonora,
y arboledas y cúspides dora
el intenso lejano arrebol.
El Oriente se incendia en colores…;
los colores en vívida lumbre…,
¡y por encima del áspera cumbre
sale el disco inflamado del sol!
Pedro Antonio de Alarcón
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