Bajo
el rótulo de contenidos referidos a procedimientos se agrupan conocimientos de
diferente nivel de complejidad. Desde las destrezas manipulativas que remiten a
actuaciones de tipo físico -aprender a abrocharse y desabrocharse en la
educación infantil, o aprender el manejo de determinados instrumentos, en
posteriores etapas escolares- hasta las estrategias propias de la metacognición,
es decir, los procedimientos necesarios para tomar conciencia de los procesos
cognitivos que nos permiten solucionar los problemas, y para regular estos
procesos.
Sin
ánimo de presentar un análisis pormenorizado de este último tipo de procedimientos
-las estrategias cognitivas de nivel superior-, si parece importante hacer una
breve reflexión sobre ellas dada su relevancia para conseguir la finalidad
fundamental de la educación: que los alumnos «aprendan a aprender». Las
estrategias de aprendizaje se refieren precisamente a los conocimientos que los
alumnos deben ir adquiriendo a lo largo de su escolaridad para desarrollar un
pensamiento estratégico que les permita enfrentarse a nuevos aprendizajes con éxito.
Las
principales estrategias de aprendizaje se refieren, como señala Pozo (1990), al
repaso, la organización y la elaboración de la información, a través de técnicas
concretas como las analogías, los mapas conceptuales o los códigos. No
obstante, el aspecto fundamental en la enseñanza de estas estrategias no tiene tanto
que ver con la identificación exhaustiva de todas las que son necesarias para
aprender, cuanto con la diferencia entre técnica y estrategia (Monereo y otros,
1994). El uso de un procedimiento como técnica es automático y no planificado,
mientras que un uso estratégico se caracterizaría. porque el alumno es capaz de
controlar de forma deliberada e intencional la ejecución y, sobre todo, porque
puede seleccionar el procedimiento que en cada caso resulta más adecuado,
mediante un análisis de las características específicas de la tarea.
Un
nivel de pensamiento estratégico como el descrito en el párrafo anterior supone
haber desarrollado capacidades metacognitivas. Ciertamente, la selección y aplicación
controlada e intencional de un procedimiento remite a los dos elementos
clasicos de la metacognición: el conocimiento explícito de los procesos
cognitivos, y su regulación (Moreno, 1988, 1995; Marti, 1995). Los alumnos irían
desarrollando progresivamente la toma de conciencia sobre sus operaciones
mentales, lo que a su vez facilitaría el control y la regulación.
El
objetivo de la enseñanza, desde el punto de vista de capacitar a los alumnos a
aprender por sí mismos, supone pues que las técnicas de aprendizaje lleguen a
ser utilizadas de manera estratégica. No se trata de enseñar simplemente a los
alumnos a organizar la información o a recordarla eficazmente a través de
determinados recursos mnemotécnicos, sino de instruirles en la regulación selectiva
y controlada de estas estrategias (Monereo y Castello, 1997).
Las
estrategias de aprendizaje, si bien se concretan de manera distinta en cada
dominio o asignatura, responden a capacidades de carácter más generales que están
por tanto presentes en todas las materias del curriculo. Ello debería permitir
un trabajo conjunto del equipo docente sobre este campo de aprendizaje común a
todos ellos. Desde este punto de vista, estos procedimientos de alto nivel
cognitivo se configuran como una de las prioridades claras del proceso de enseñanza
y aprendizaje. El énfasis en la instrucción debe ponerse por lo tanto en los mecanismos
que ayudan al alumno a tomar conciencia de los recursos cognitivos que le
permiten construir conocimiento.
Marchesi Álvaro & Martín Elena (1999) Tercera Parte: La práctica educativa en el aula: 14. Los contenidos del aprendizaje: 3.1. Las estrategias de aprendizaje, en Calidad de la enseñanza en tiempos de cambio (pp. 362-363) Madrid, España, Psicología y Educación Alianza Editorial.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario