PROTOCOLO
“Sin duda, la mayor manera de analizar la composición del texto escrito, así como de construir un modelo teórico, es observando el proceso en acción, o sea ver autores que escriben textos.
Pero una buena parte del proceso de composición ocurre en el cerebro del escritor y, por lo tanto, es interno y no observable.” (Cassany, 1987).
El instrumento que usan Hayes y Flower para obtener datos acerca de las acciones que realiza, las estrategias que usa, las dudas que se le presentan, las elecciones que hace cualquier escritor mientras escribe, se llama protocolo. Los autores, a medida que escriben, van verbalizando lo que hacen y piensan. Lo que dicen los escritores se graba y luego la grabación se transcribe y se analiza. A esa transcripción se le llama protocolo y resulta un material riquísimo para el análisis de los procesos redaccionales.
Un resultado similar puede lograrse a través de un trabajo grupal. Si se registran las discusiones del grupo antes, durante y después de la producción del texto, podrá analizarse el proceso de escritura realizado por el grupo.
El siguiente es un fragmento de un protocolo elaborado a partir del registro de un ejercicio de escritura grupal. Hay que aclarar que la propuesta de escritura hecha al grupo (un grupo de estudiantes recién ingresado a la universidad) era la siguiente: había que escribir un relato policial, pero el texto tenía que producirse como reelaboración de la novela El amante, de Marguerite Duras, leída por el grupo.
“El grupo sabe que el tipo de texto a producir es un texto narrativo literario que debe pertenecer al género policial y se preocupa por definirlo. Uno de los integrantes del gripo dice:
“En un relato policial tiene que haber un elemento violento”
Hay que decidir entonces cuál va a ser ese elemento. “El chino no mata al padre.” O: “El hermano mayor mata al chino.”
El hecho de que el texto a producir sea literario genera preocupación en algunos integrantes del grupo por los recursos a usar. “Me gusta escribir en primera persona, y desde el final.”
“Se podría mezclar con saltos temporales.” “Puede ser interesante contar desde el final.” El grupo sabe que va a tener que hacer ciertas elecciones discursivas; se abren posibilidades. Después habrá que elegir. Pero aparece también la preocupación acerca de cómo va a empezar el texto; se trata de encontrar su organización.
En medio de la discusión alguien recuerda un texto leído (que puede llegar a funcionar como modelo) en el que un personaje, ya muerto, cuenta su historia desde el cajón. Alguien conecta el recurso con otro usado por García Márquez en un cuento en que el que cuenta siente, mientras lo hace, que se está pudriendo. Aparecen, pues, diferentes posibilidades que el grupo tendrá que determinar si toma o no.
Antes de que el grupo decida empezar a escribir, volverá a la cuestión de cómo empezar el texto: “¿Empezamos en el barco”
“¿A quién va a matar?” Todavía no está definida la historia que se va a contar pero igual se necesita empezar.
Lo que registra el fragmento de protocolo es la etapa de planificación del texto. En él se ven, a partir de lo verbalizan los integrantes del grupo, las innumerables cuestiones que tiene que resolver un escritor antes de empezar a escribir. Lo que aquí aparece verbalizado por el grupo, en un trabajo individual de escritura se da en el cerebro del escritor. Hay dudas que pueden resolverse (por ejemplo, el grupo se plantea qué es un relato policial y logra acercarse a su definición) y otras que no (por ejemplo, no llega a acordarse la organización del texto).
Después de esta etapa de planificación que registra el fragmento de protocolo, el grupo comenzó a escribir el relato, aun sin haber definido ni la organización del texto ni los recursos a usar.