lunes, 24 de junio de 2013

La Libertad


¿Qué es mamá, la libertad? Me preguntaste. La libertad, Verónica, la tan nombrada, la cantada despacio y a los gritos, las de alas desplegadas y el espacio interminable por delante. La libertad… y me quede pensando.
- ¿Puedo responderte mañana?
- Sí.
Tal vez mi idea de la libertad no se parezca a las de todos. Pero es la idea que me dejaron luchas, años vividos, gente que paso a mi lado, cosas que leí en los diarios.
La libertad es una cama caliente cuando hace frío. Y el pan desmigándose sobre el vestido limpio. Es que llueva y nos mojemos si queremos mojarnos, pero si no queremos… un buen techo, un buen suelo…
Elegir… pero no solamente en lo abstracto, en lo ideal.
Elegir en la cosa cotidiana, eso pequeño y obvio que no tiene la dimensión mágica de la paloma, la rama de olivo y el laurel, lo de todos los días que no es la gloria, ni la letra impresa, ni el canto que se escucha desde los cuatro puntos cardinales.
La libertad del niño que elige entre un zapato y una zapatilla, entre un caramelo y un chocolatín.
La libertad de la mujer que elige entre un hospital que queda cerca y otro que queda lejos… y en los dos hay algodón, alcohol, y sabanas lavadas, no solamente la buena voluntad del medico, no solamente el humanitarismo de quien juro salvar vidas.
La libertad del hombre para usar las horas de descanso después del trabajo… en vez de buscarles un nuevo trabajo, una nueva obligación… porque si no, el salario no alcanza.
La libertad de la madre que puede elegir entre doblarse sobre la maquina o hacerle las trenzas a su hija.
La libertad…
Cuando yo era pequeña como tú, la palabra libertad me llegaba envuelta en la bandera, sacudida por altísimas notas de pífanos y redobles sonoros de tambores.
Y la dejaba en alto, intocable y destellante.
Era, más que una verdad una estatua entonces… yo creía más en los mapas que en el mundo: países pintados de celeste, de verde, de amarillo, ríos azules y montañas pardas… puntitos para separar las provincias y anchas líneas para separar los países…
El mundo era un montón de casilleros, cada cual son sus hombres que no podían mezclarse ni juntarse con los otros.
La libertad era cuidar su propio casillero, pero después conocí el mundo y no encontré gruesas rayas ni puntos suspensivos trazados en la tierra, señalando los límites. Pero después conocí hombres de distintos lugares, sabes, Verónica, y no tenían señales que los diferenciaran… y todos querían lo mismo: bienestar para ellos y sus hijos
Y querían vivir.
Vivir, eso tan simple, eso a lo que tenemos derecho… y que a tantos se les termina por falta de remedios, o por falta de techo, o por falta de pan.
La libertad de amar a los otros.
Pero amarlos mirándolos.
Pero amándolos tocando.
Pero amarlos sintiéndolos.
Y querer que vivan. Sin hambres, Verónica, sin frío, Verónica, sanos.
Pero eso mi libertad ha echado sus palomas al viento, y ha puesto los laureles, los mirlos y las ramas de olivo en un sencillo florero de la casa.
Porque si esta limitado por un chico que muere justamente por falta de las cosas sencillas, si esta limitada por un chico que vende flores a la noche o lustra zapatos, o extiende su mano pidiendo… mi libertad no sirve para nada. Y la cedo a cambio de cualquier rigor, a mirar hacia los desposeídos, los desheredados, los dolientes.
La libertad de hacer crujir el pan, y de abrazarte, porque este abrazo entre un hijo y una madre apretado y caliente, es el verdadero nombre de la libertad que debemos rescatar para el mundo.
Poldy Bird

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