
Los perros de las hadas solían estar atados al hogar de sus dueños y sólo se los soltaba para cazar o atacar a los intrusos, pero al Cù Sìth se lo soltaba para que vagara solo, y entonces podía ser terriblemente peligroso, tanto para los hombres como para los perros. Según la leyenda, cuando cazaba, lo hacía en silencio, ni ladraba ni gruñía, pero de vez en cuando lanzaba tres aullidos aterradores –y siempre tres- que se podían escuchar a kilómetros de distancia, incluso en alta mar. Se decía que quién escuchaba los ladridos del Cù Sìth debía ponerse a salvo de su tercer ladrido o sería sorprendido por la muerte. Efectivamente, el Cù Sìth era temido y sus aullidos eran considerados como un presagio de la muerte -de modo parecido al de la mítica banshee- y era el encargado de llevarse el alma de una persona a la otra vida. También se decía que su ladrido era una advertencia para que las mujeres en lactancia se encerraran en sus hogares, ya que de otro modo el Cù Sìth podía secuestrarlas y llevárselas a un montículo de hadas (gaélico escocés, “Sithean”) para que suministrasen leche a los hijos de las hadas, que son conocidas como daoine sith o sidhe daone. Se cree que tenían su hogar en las cuevas, grietas y hendiduras rocosas de las Highlands, vagando por los páramos y las tierras altas.
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