y el pueblo, que es como decir no importa, corazón, ya hemos triunfado.
También su abuela que no sólo le confió todas las tácticas del guiso
sino además un secreto de esos que siempre es bueno revelar:
hace años, una tarde en que Buenos Aires se cubrió de polvo,
ella descubrió que, para lavar los platos, no hay como las cenizas de un volcán.
Por eso, cocinar para el Guacho era estar siempre en familia
y si los platos se apilaban sucios como los días
era porque lavarlos definitivamente reclamaba otro gran estallido.
Sus ojos, por lo tanto, siempre brillaban como un anticipo de ese fuego:
Buenos Aires volvería a cubrirse de polvo en cualquier tarde
y no quedaría plato sobre plato, ni piedra sobre piedra, ni yanqui sobre Vietnam,
ni bloqueo sobre Fidel, ni patrón sobre explotado,
sí, en cambio, la abuela para descubrir nuevas tácticas,
sí, en cambio, esa tarde de Reyes en que miraste el cielo y todo empezaba a arder
y tu último cigarrillo pitó al aire las primeras señales de humo.
También su abuela que no sólo le confió todas las tácticas del guiso
sino además un secreto de esos que siempre es bueno revelar:
hace años, una tarde en que Buenos Aires se cubrió de polvo,
ella descubrió que, para lavar los platos, no hay como las cenizas de un volcán.
Por eso, cocinar para el Guacho era estar siempre en familia
y si los platos se apilaban sucios como los días
era porque lavarlos definitivamente reclamaba otro gran estallido.
Sus ojos, por lo tanto, siempre brillaban como un anticipo de ese fuego:
Buenos Aires volvería a cubrirse de polvo en cualquier tarde
y no quedaría plato sobre plato, ni piedra sobre piedra, ni yanqui sobre Vietnam,
ni bloqueo sobre Fidel, ni patrón sobre explotado,
sí, en cambio, la abuela para descubrir nuevas tácticas,
sí, en cambio, esa tarde de Reyes en que miraste el cielo y todo empezaba a arder
y tu último cigarrillo pitó al aire las primeras señales de humo.
Alberto Szpunberg
El Lagrimal Trifurca N°12, Junio 1975
p.35
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