Rojas, muy brillantes y bonitas, las flores del ceibo van asomando sus cinco pétalos entre noviembre y abril. Los picaflores las visitas para atrapar los insectos que suelen refugiarse en ellas.
Según la leyenda, en cada flor habita el alma de Anahí, una valerosa indiecita que no aceptó someterse al conquistador español y luchó para defender a su tribu. Cayó prisionera y fue condenada a morir en la hoguera.
Fue atada a un árbol carente de flores y cuando las llamas la alcanzaron comenzó a transformarse en una flor de color semejante al fuego. Desde entonces, rojísimas flores llenan cada año, las desnudas ramas del árbol.
Esta emotiva leyenda explica por qué la flor del ceibo fue siempre considerada por la gente como un símbolo de la pureza y la dulzura, así como de la rebeldía heroica y altiva.
Fue declarada “flor nacional” por decreto N° 138974 del 23 de diciembre de 1942, durante la presidencia del doctor Ramón S. Castillo. La flor del ceibo ganó la preferencia de una comisión presidida por el doctor Ricardo Helman sobre la flor del jacarandá y la pasionaria.
Revista Anteojito N°1708, pp.39
21 diciembre 1997
https://archive.org/details/RevistaAnteojito1708/page/n39/mode/1up
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