XVI. PAUSA SIETE:
(PARA
CONTAR LO QUE VI ADENTRO DE
BORGES CIERTA VEZ)
Poca cosa el coraje
Cosa que suele pasarle
a los hombres le pasó, de
pronto:
una siesta se le murió
la madre.
El coraje ya no le
distrajo ni le sirvió.
Su cama no tenía
almohada, y no la pudo morder.
Su casa no tenía mujer
estable, ni hijos, y no pudo ser mirado por ellos.
Solo, enteramente solo
enfiló hasta cierto
corralón de su niñez.
De cara al muro
suavizado por tantas lluvias,
en vez de gritar lamió
el adobe
donde otras veces había
afirmado la nuca
para deletrear las
estrellas y darle tiempo
al cigarrillo.
Lamió el adobe y
entonces supo
que el coraje se le
había quedado sin coraje.
Allí estuvo
hasta que la noche lo
disimuló
de todas las miradas.
Entonces buscó el
cuchillo,
y lo encontró donde
siempre.
Algo muy preciso le
ordenó al acero compañero,
pero no fue obedecido.
Sin concederle ni el
desprecio de la última mirada,
lo arrojó muy lejos.
Empezó a caminar
con los brazos
sumamente desplomados.
Nadie lo vio irse, ni
lo vería a ver.
Que se sepa:
nadie, en ninguna
parte, lo verá llegar.
Rodolfo E. Braceli (1979) “Don
Borges, saque su cuchillo porque he venido a matarlo” XVI. Pausa siete:
(para contar lo que vi adentro de Borges cierta vez) pág. 93
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