-¡Chuí!... ¡Chuí!... ¡Chuí!
¡Nadie en la cercanía!
Una paloma, de regreso al hogar, cruza rasgando el aire.
-¡Chuí!... ¡Chuí!... ¡Chuí!
La paloma oye el triste llamado. Disminuye la velocidad del vuelo. Cambia el rumbo. Desciende. Ve al pájaro amigo, cansado, enfermo, sediento...
-¿Cuuú? ¿Cuuú?... ¿Cuuú?
-¡Chuí!... ¡Chuí!... ¡Chuí!
¡Y el arroyo está lejos! ¡Y no hay siquiera un charquito en la cercanía!... ¿Ir y volver?... Pero, ¿qué puede conseguirse con traer apenas una gota, como de rocío, en el pico?
Ya no piensa más.
Y la paloma comienza a picotearse el pecho. Se sangra. Acerca su pecho al pico del pájaro sediento. Una gota, y otra gota, y otra más, hasta aplacar la sed.
La vida canta.
Y en el pecho de la paloma herida queda para siempre una mancha roja como recuerdo de su generosidad.
-¡Adiós, y gracias, palomita de la puñalada!
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