Curvando sobre la tierra va arañando los surcos.
Entre raíces cuelgan las cápsulas henchidas.
El sol le zapatea en los riñones
Un malambo de mudanzas infinitas.
Ángulo que se abre y se cierra
Sobre la tierra ardida,
La cabeza al nivel
De las rodillas.
Y el sol… el sol… el sol…
Fundiendo en el cerebro dinamita,
Que estalla en explosivas maldiciones
Y se desangra en sudor que es sangre bíblica.
Con el polvo llevándole las cejas,
Las pestañas, la tez, la estremecida
Garganta que estrangula las palabras
Con su ausencia de aire y de saliva.
Sin ver el cielo, ni la nube,
Ni del pájaro la huella fugitiva,
Ni la marcha del sol que en la cintura
Implacable martilla;
El juntador de maní lleva en la espalda
El fardo de su hambre y su fatiga
Y va arañando en la tierra ese mendrugo
Que aún enciende el infierno de su vida.
Velmiro A. Gauna,
Ayala Gauna Narrador y Poeta, pág. 125.
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