viernes, 25 de mayo de 2018

Un cuchillero de prestigio inmerecido

XXX. PAUSA TRECE: 
(PARA LA RESURRECCIÓN DE 
VARIOS CUCHILLEROS PENDIENTES)

Un cuchillero de prestigio inmerecido
Pero no crea, Borges, que me he especializado en documentar historias de cuchilleros incomprendidos, o con mala suerte. Sé de un cuchillero que llegó a mucho, pero sin merecerlo. Yo en la realidad ya conté a usted esta historia, en mi entrevista del 28 de marzo de 1978, para ver cómo reaccionaba ante mis relatos. Se entusiasmó mucho y me dijo: “Escriba eso rápidamente que si no voy a plagiarlo…” Yo por las dudas registro estos apuntes, no es que desconfíe…
Se trata del Bizco de Guaymallén, un matón mendocino del año veinte. El Bizco tenía, ya se verá, la suerte de sus desgraciados ojos… Sí, dije bien, la suerte de sus desgraciados ojos.
Este hombre hizo carrera con el cuchillo, llegó a abreviar la vida de siete hombres, aunque no daba para tanto. Algo les pasaba a quienes lo enfrentaba: se distraían con su mirada equívoca. Los ojos enemistados del Bizco de Guaymallén desconcertaban a sus adversarios. Y en los duelos, con la desconcentración, pasa como en el tenis. Pero aquí la primera vez es la última.
La cuestión es que ese segundo de distracción le costaba la vida a quienes sucesivamente iban enfrentando al mentado Bizco. No precisaba nada más que ese segundo, el Bizco, para colocar debidamente su cuchillo.
Así es que sumó siete hazañas.
Hasta que un mal día le llegó al octavo hombre, se topó con Ismael Donaire, el que nunca miraba a los ojos. Donaire no padeció la fatal distracción de sus antecesores y allí mismo el Bizco de Guaymallén cesó en sus funciones de corajudo.

Rodolfo E. Braceli  (1979) “Don Borges, saque su cuchillo porque he venido a matarlo” XXX. Pausa trece: (para la resurrección de varios cuchilleros pendientes) Un cuchillero de prestigio inmerecido pág. 160

No hay comentarios.:

Publicar un comentario