miércoles, 23 de junio de 2021

Nueva Escuela 17: Lengua El concepto de escritura

EL CONCEPTO DE ESCRITURA
La escritura como proceso

Hablar y escribir
Antes de entrar en el tema específico de la escritura, vamos a intentar reflexionar de un modo más amplio sobre lo que significa “producir textos o enunciados”. Abrir el campo nos permitirá pensar no solo en qué es escribir sino también en qué es hablar y analizar las relaciones entre oralidad y escritura.
En la actualidad no se piensa, a la manera de Saussure que lengua oral y escritura son dos sistemas de signos distintos y que la única razón de ser del segundo es la de representar al primero. Sin embargo no es posible negar que el lenguaje hablado ha sido primero. Ong, en el libro Oralidad y escritura dice que “el lenguaje es tan abrumadoramente oral” que, “de entre las muchas y de las miles de lenguas habladas en la historia del hombre, solo algunas llegaron a la escritura y que incluso actualmente cientos de lenguas en uso activo no se escriben nunca”.
En la historia de cada individuo, se da algo parecido. Se aprende primero a hablar; y muchos hombres saben hablar pero no escribir ni leer.
A pesar de todo esto, históricamente (y específicamente en educación escolar) preocupó mucho más la lengua escrita que la oral y el mayor prestigio le correspondió siempre a la escritura.
Otra forma de encarar la cuestión llevaría a acordar que el desarrollo lingüístico de un individuo supone el desarrollo de su oralidad y de su escritura y que el código oral y el código escrito son, aun dentro de una misma lengua, códigos autónomos, que comparten características gramaticales y léxicas pero que tienen también sus diferencias.
Pensar desde esta última postura la enseñanza de la lengua, permitirá encontrar un punto de equilibrio respecto de la preocupación por el espacio que se dará en la escuela a cada código, ya que los dos merecen se espacio (y exigen estrategias especificar).
Lo interesante de poder hacer esta revisión es que, por un lado, a partir de ella caerán ciertos lugares comunes de la escuela que llevaron a desechar la práctica de la oralidad por el prestigio del texto escrito o a considerar, por ejemplo, que “los chicos no pueden escribir bien porque hablan mal”. Por otro lado, permitirá llegar a la conclusión de que un emisor competente es aquel que se puede desempeñar en forma adecuada, oralmente o por escrito, en las situaciones comunicativas en que le toca actuar, porque conoce las reglas comunes de la oralidad y de la escritura, pero también sus diferencias.

Particularidades de lo oral y de lo escrito
Una primera distinción tiene que ver con diferencias en las situaciones comunicativas propias de la oralidad y de la escritura:

· La comunicación oral es inmediata en el tiempo (el receptor comprende el mensaje a medida que el emisor lo dice).
La comunicación escrita es diferida en el tiempo y en el espacio.
· La comunicación oral es dirigida “por una persona real con vida” hacia “otra persona real y con vida en un momento específico dentro de un marco real, que siempre incluye más que las meras palabras” (Ong, 1982)
En cambio en la comunicación escrita el emisor no está presente (Ong dice: “Para que un texto comunique su mensaje, no importa si el autor está muerto o vivo”) y por eso no hay interacción. Por otra parte, mientras el emisor contribuye su mensaje puede prever quién va a ser su receptor, pero en general no tienen certeza de ello.
· En la comunicación oral tienen gran importancia los códigos no verbales: los gestos, el movimiento del cuerpo, las entonaciones (lo paralingüístico).
En la comunicación escrita, como dice Ong, “las palabras están solas en el texto”.

Otras diferencias tienen que ver con las características gramaticales de los textos orales y escritos. Estas son algunas de ellas:

· En relación con la coherencia, en el texto escrito hay un respeto mayor por las reglas de la gramática textual: por ejemplo, una selección más rigurosa de la información y un mayor respeto por las características del formato producido.
El texto oral, en cambio, acepta datos irrelevantes, digresiones, saltos temáticos, redundancias.
· Con respecto a la gramática oracional, en el texto escrito aparecen estructuras sintácticas complejas, con proposiciones subordinadas incluidas y formas de coordinación variadas. Hay omisiones de elementos (elipsis) pero en general usadas para evitar redundancias.
En el texto oral, el hecho de que emisor y receptor estén presentes y compartan un contexto genera ciertos efectos a nivel de gramática oracional, son frecuentes las frases inconclusas, el desorden de los elementos de la oración, las omisiones marcadas.
· Hay también diferencias de léxico mayor formalidad y precisión de léxico en el texto escrito. Aceptación de reiteraciones léxicas, de muletillas, onomatopeyas, frases hechas en el texto oral.

La escritura
Primeramente, para después pensar en el lugar de la escritura en la escuela, nos parece interesante aludir a ciertas representaciones sociales bastante generalizadas sobre la escritura y sobre el escritor.
  1. Se piensa que un escritor es alguien que escribe literatura. En general un solitario, lleno de ideas e imaginación.
  2. Se piensa que la escritura es un don, que se nace para ser escritor, o no.
  3. Se relaciona escritura e inspiración. Para escribir (y vuelve a pensarse en la literatura) hay que estar inspirado.
  4. No se piensa que escribir sea un trabajo, un oficio; no se cree que escribir es siempre y para todos –aun para los escritores– una tarea esforzada.
  5. No se piensa que escribir sea romper borradores, revisar, corregir, reescribir.
  6. En la escuela, rara vez los alumnos (ya sean primarios o universitarios) se sienten y se dicen escritores.
Todas estas representaciones conforman un cuadro que debe ser revisado –por lo menos desde la escuela–. Las concepciones actuales sobre escritura son un aporte importante para hacer esa revisión y para construir una nueva manera de mirar la cuestión.

La escritura como proceso
Las teorías actuales acuerdan en definir la escritura como un proceso complejo, que exige una serie de acciones, de elecciones y decisiones por parte del escritor.
La posibilidad de discriminar las estrategias que usa el escritor en cada uno de los momentos del proceso de redacción, puede ayudar a recortar tipos de dificultades de escritura, lo que abre ricas perspectivas didácticas.
A partir de las investigaciones realizadas se han elaborado distintos modelos teóricos sobre la producción de textos, que coinciden en general en que todo proceso de escritura costa de tras momentos básicos: la planificación, la puesta en texto y la revisión.

El modelo de Hoyes y Flower
Este es uno de los modelos que explica de manera más completa en que consiste el proceso de producción de un texto, desde el momento en que alguien decide ponerse a escribir hasta el momento en que da por terminada su tarea.
Según este modelo, el proceso de escritura está constituido por diferentes subprocesos que realiza el escritor ya desde antes de empezar a escribir. Si bien es posible pensar en un ordenamiento de los subprocesos, este no es rígido; cada escritor lo define. Es más, a lo largo del proceso total, los subprocesos se reiteran. Por ejemplo, antes de empezar a escribir, un escritor siente que necesita buscar información. Lo hace, selecciona datos, los jerarquiza, planifica cómo los va a incluir en su texto. Pero en el momento en que está escribiendo el texto, y a medida que avanza, es muy probable que vuelva a sentir que le falta más información y decide ir a buscarla, o que ciertos datos que creía manejar le generan dudas. El subproceso de búsqueda de información, pues, se reitera en dos momentos diferentes (podrían ser más) del proceso total.
El cuadro siguiente da cuenta del proceso; por un lado, de lo que concierne a la actividad de escritura propiamente dicha, pero también de lo referido al contexto de realización de la tarea (medio físico, audiencia, motivaciones que tiene el escritor para escribir) y a la memoria a largo plazo del que escribe (conocimientos que tiene almacenados en su memoria sobre distintos temas, sobre los receptores, posibles, sobre los tipos de textos que existen).


Dentro de este cuadro, el proceso de escritura propiamente dicho se inicia con la planificación.
En esta etapa, el escritor genera las ideas para su texto, lo que supone muchas veces una búsqueda de información. Esa información se selecciona, se jerarquiza y se organiza (organiza las ideas) según las necesidades de la situación comunicativa. El escritor decide en este momento qué información es relevante para el tipo de texto que quiera escribir; elige también en función de su auditorio. Este subproceso es muy importante ya que, por ejemplo, “se encarga de formar los argumentos o ideas que sostienen una tesis o un tema generales, de ordenarlos siguiendo criterios lógicos, de buscar los ejemplos necesarios, etc.” (Cassany, 1987)
El paso siguiente lleva al escritor a formular un plan de texto (mental o escrito); pero aunque no llegue al armado de un plan, ya se plantea aquí cómo va a empezar y con qué va a seguir. A veces lo que tiene más claro es a qué punto quiere llegar. En este subproceso, intervienen claramente los objetivos o las metas del escritor. Cuando tiene tan claro el final de su texto, por ejemplo, es porque sabe muy bien también qué efecto quiere provocar en el receptor (convencerlo, emocionarlo, inquietarlo).
A esta altura del proceso, puede darse que, no obstante la cantidad de operaciones realizadas, el escritor, no haya escrito todavía una sola línea de texto. Otra posibilidad es que haya elaborado un plan más o menos riguroso del mismo.
El segundo momento fundamental del proceso es la instancia de escritura propiamente dicha: la textualización o puesta en texto, en la que la semántica (hechos, ideas, información) se transforma en sintaxis. El proceso de poner en texto implica convertir la información de que se dispone en texto legible y, dentro de él, en enunciados gramaticalmente aceptables.
Mientras escribe, el escritor debe tener en cuenta, al mismo tiempo, los condicionamientos referidos al texto (tipo de texto, distribución de la información en párrafos, conectores, mecanismos cohesivos) y los condicionamientos de la gramática oracional (sintaxis oracional, concordancia, ortografía).
En el último momento del proceso, el de revisión, el escritor relee el texto escrito., evalúa el trabajo realizado y hace en él las modificaciones o correcciones que cree necesarias. Estas correcciones podrán afectar a la totalidad del texto (por ejemplo en su organización), a la sintaxis de una oración o a la ortografía de una palabra.
De algún modo, si el texto necesita correcciones es porque no se adapta a las metas que se había fijado para él el emisor.
Los ajustes tendrán que ver con esto y si se producen es porque el emisor sobe que hay algo que fallar en el texto. O bien porque no se adecua a la situación comunicativa que le corresponde, o porque no es legible y entonces corre el riesgo de no ser comprendido por su receptor.
Lo que en el cuadro figura con el nombre de MONITOR, remite al control de estos procesos y subprocesos que el emisor va haciendo a medida que avanza en su tarea.
Como dijimos al principio, el proceso no consta de momentos rígidos. Por el contrario, los momentos se alternan y reiteran.
Muchas veces, en pleno proceso de puesta en texto, el escritor relee y corrige lo escrito hasta ahí. Al leer detecta que hay algo que falta y entonces vuelve al momento de planificación a rever la información seleccionada para buscar el dato que falta.
Esta concepción de la escritura como un proceso nos permite verla como lo que realmente es: un trabajo bastante complejo.

Concepciones de escritura y prácticas escolares
La escritura se interesó generalmente por los textos escritos por los alumnos como productos; no tanto por el proceso de producción de los mismos. En este sentido, la concepción que hemos desarrollado, que considera a la escritura como un proceso, significa un aporte valiosísimo para una pedagogía de la escritura.
El modelo de Hayes y Flower tiene un doble interés. Interés por lo que dice acerca de lo que es “escribir” e interés por las posibilidades enormes que abre de generar estrategias pedagógicas que ayuden a los alumnos en los puntos débiles de su actividad de escritores inexpertos.
Si el docente conoce las operaciones que realiza cualquiera de sus alumnos al escribir, podrá ayudarlo a determinar sus propios errores, a atender a los procesos que le generan más dificultad. A partir de ese conocimiento, el docente se convertirá también en un productor de estrategias específicas para las dificultades concretas de sus alumnos.
Vamos a intentar ahora hacernos algunas preguntas que nos lleven a analizar lo que se hace habitualmente en la escuela en materia de escritura en función de los conceptos que surgen de pensar la escritura como proceso.

· Una primera serie de preguntas podría llevar a plantearnos si en las actividades escolares de escritura tiene lugar el proceso de planificación: ¿Cómo se trabaja la generación de ideas? ¿Se intenta movilizar las ideas o conocimientos previos de los alumnos antes de que se pongan a escribir? ¿Los alumnos sienten la necesidad de buscar información para después poder escribir? ¿Se les pide que tengan en cuenta para quién escriben? ¿Saben para qué escriben?
¿Tienen conciencia de que existen diferentes tipos de textos?
¿Las propuestas de escritura indican claramente qué tipo de texto se debe producir?
Si analizamos prácticas escolares bastante generalizadas, vamos a ver que habitualmente el alumno escribe sin tener un objetivo comunicacional. No escribe para un receptor real no lo hace para conseguir algo que quiere. No escribe una carta real al director de carne y hueso de un museo para lograr permiso para una visita, por ejemplo, sino una carta imaginaria a un amigo -inexistente- que vive en otra provincia. O lo que es peor, escribe para el maestro -único destinatario de su texto- que va leer lo que él escribió para ponerle una nota. Con buena suerte, el único objetivo del alumno va a ser agradar al maestro.
Así como muchas veces los alumnos no saben para qué escriben tampoco qué tienen que escribir, ya que las consignas dan indicaciones muy imprecisas sobre el tipo de texto a producir.
Hasta es posible que los alumnos lleguen a pensar que no existen las variedades discursivas. De hecho, parece que en la escuela no existen y que los alumnos transitan su escolaridad escribiendo siempre el mismo tipo de texto al que podría llamarse “escolar” y en el que a veces se narra, otras se describe, otras se opina.
Hay una diferencia notable entre pedir a los alumnos que escriban “una nota de opinión para la revista de la escuela acerca de un hecho sucedido la semana anterior en el mundo, en el país, en el barrio o en la escuela” a pedirles que “opinen por escrito sobre tal hecho”. En el primer caso se le está pidiendo al emisor la producción de un formato concreto (cuyos modelos pueden concretarse en diarios y revistas), para destinarios concretos (los lectores de la revista escolar), a los que supuestamente tendrá que convencer de su opinión. En el segundo caso, la vaguedad de la propuesta dará también resultados vagos. Habría que aplicar a estas dos propuestas las preguntas formuladas más arriba, comparar las repuestas y sacar conclusiones.

· Una segunda serie de preguntas apuntaría a definir como llevan a cabo los alumnos la redacción o puesta en texto y qué inconvenientes se les presentan en este momento, el de la escritura propiamente dicha:
¿Los alumnos se preocupan por la organización del texto?
¿Tienen noción de qué es un párrafo y pueden aplicarla cuando escriben? ¿Saben qué mecanismo se usan para evitar redundancias?
¿Se preocupan más por los errores de ortografía o por encontrar los nexos adecuados para conectar las ideas del texto? ¿Tienen dudas sobre los signos de puntuación a usar o comenten errores pero no dudan? ¿Hacen preguntas mientras escriben para superar las dificultades que se les van presentando? En fin, ¿tienen conciencia de que comenten errores y tratan de evitarlos?
En el momento de redactar el texto, aparte de seguir pensando en lo que tuvo en cuenta durante el proceso de planificación, el escritor tiene que atender a otras cuestiones: concretamente a las reglas gramaticales.
En el proceso de puesta en texto, los que se ponen a prueba, pues, son los conocimientos gramaticales del emisor, tanto los referidos al texto como a la oración.
Y en este punto caben algunas consideraciones: la enseñanza de la lengua se caracterizó durante años por trabajar con objeto parcializado: lectura por un lado, por otro lado escritura y la gramática aparte.
Se supuso siempre que, si el alumno adquiría conocimientos gramaticales, iba a volcarlos luego en su producción escrita. Los docentes acuerdan en que esto no se da así y, tanto en el nivel primario como en el medio y aun en otros niveles, se encuentran alumnos con dificultades importantes para la elaboración de textos “legibles”. La transferencia del conocimiento gramatical (sintaxis, verbos, concordancia, ortografía, vocabulario), adquirido aisladamente de la escritura, no se produce y esto lleva a pensar que en las prácticas escolares algo falta. La gramática oracional enseñada en la escuela, en conclusión, no les sirve a los alumnos para producir textos.
Esa producción requiera competencias que van más allá de la gramática. Requiere también que el alumno tome conciencia de los errores que comete cuando escribe, que acepte que, de su preocupación por superarlos, depende que el receptor comprenda y valore su texto.
El análisis de los procesos de escritura nos permite ver en qué momento son necesarios los contenidos gramaticales y los errores de escritura le marcan al docente las dificultades concretas de sus alumnos, que sólo podrán resolver a través de una intensa reflexión gramatical. Es en este momento de la puesta en texto, cuando se juega el lugar de la gramática y, aunque siempre se haya pensado que enseñar lengua era enseñar gramática, hoy es posible considerar la gramática como un instrumento indispensable a la hora de usar la lengua.
· Finalmente una última serie de preguntas nos llevaría a analizar qué espacio ocupa la revisión del texto en las prácticas escolares de escritura.
¿Los alumnos revisan sus textos una vez terminados? ¿Hacen lecturas parciales a medida que escriben para determinar cómo seguir? ¿Qué tipos de errores corrigen? ¿Consideran el texto escrito un borrador? ¿O lo piensan como texto definitivo? ¿Pasan en limpio el texto antes de hacérselo leer a alguien?
La observación de las prácticas de escritura de los alumnos permite ver que casi ninguno de ellos relee su texto una vez escrito. Todo lo contrario, colocan el punto final y lo entregan al docente.
Las prácticas de la revisión y la reescritura no están incorporadas a los hábitos de escritura de los alumnos, porque la escuela nunca trabajó para ello. Esto se relaciona, indudablemente con algo que ya dijimos: el docente es el receptor único de los textos de sus alumnos. Al no escribir más que para él, al no tener objetivos comunicativos para su escritura, el alumno no el encuentra sentido a la revisión y reescritura del texto.
El solo hecho de ampliar el número de receptores de un texto escrito en la escuela -colocar por ejemplo como receptores de los textos a los otros integrantes del grupo- ya cambiaría la situación.

Algunas líneas para una nueva propuesta de escritura en la escuela
Entendemos que la posibilidad de analizar las prácticas escolares de escritura desde la concepción de la escritura como proceso y desde un enfoque comunicativo, permite ver las cosas no hechas en la enseñanza de la lengua, pero abre también interesantísimas perspectivas de cambio.
En materia de escritura, estos cambios llevarán a una propuesta que podrá definirse mediante estas acciones:

Þ Poner a los alumnos en situaciones comunicativas reales, que lo obliguen a adecuar su texto a ellas y en las que la escritura (aun la escritura creativa) muestre su capacidad para lograr efectos en los receptores (es decir, muestre su poder).
Þ Generar un intercambio entre los pares y el docente en relación con los textos producidos, de modo que sea interacción produzca reflexiones constantes sobre lo que está bien y lo que no está tan bien en el texto.
Þ Desarrollar en el alumno una actitud reflexiva crítica hacia su propio texto, que le permita reconocer errores y corregirlos.
Þ Desarrollar, a partir de esa reflexión, las competencias del alumno (sus conocimientos de tipos de textos, de niveles de lengua, sus conocimientos gramaticales).
Þ Incorporar la reescritura de los textos, como un momento fundamental de todo proceso de redacción.
Þ Intentar, en fin, que escritores inexpertos se conviertan en escritores competentes.

BIBLIOGRAFÍA
Ø ALVARADO, M. y PAMPILLO G.: Talleres de escritura, Libros de Quirquincho, Buenos Aires, 1988.
Ø CAMPS, Anna: La enseñanza de la composición escrita, en Revista Cuadernos de Pedagogía N°216, julio-agosto 1993.
Ø CASSANY, Daniel: Describir el escribir, Paidós, Barcelona, 1989.
Ø JOLIBERT, Josette: Formar niños lectores de textos, Hachette, Santiago de Chile, 1991.
Ø MARRO, M. y DELLAMEA A.: Producción de textos, Fundación Universitaria a distancia “Hernandarias”, Bs. As., 1993.
Ø ONG, Walter: Oralidad y escritura, Fonde de Cultura Económica, Méjico, 1993.
Ø SERAFINI, María Teresa: Cómo redactar un tema, Paidós, Méjico, 1992.

jueves, 17 de junio de 2021

Las estrategias de aprendizaje

Bajo el rótulo de contenidos referidos a procedimientos se agrupan conocimientos de diferente nivel de complejidad. Desde las destrezas manipulativas que remiten a actuaciones de tipo físico -aprender a abrocharse y desabrocharse en la educación infantil, o aprender el manejo de determinados instrumentos, en posteriores etapas escolares- hasta las estrategias propias de la metacognición, es decir, los procedimientos necesarios para tomar conciencia de los procesos cognitivos que nos permiten solucionar los problemas, y para regular estos procesos.

Sin ánimo de presentar un análisis pormenorizado de este último tipo de procedimientos -las estrategias cognitivas de nivel superior-, si parece importante hacer una breve reflexión sobre ellas dada su relevancia para conseguir la finalidad fundamental de la educación: que los alumnos «aprendan a aprender». Las estrategias de aprendizaje se refieren precisamente a los conocimientos que los alumnos deben ir adquiriendo a lo largo de su escolaridad para desarrollar un pensamiento estratégico que les permita enfrentarse a nuevos aprendizajes con éxito.

Las principales estrategias de aprendizaje se refieren, como señala Pozo (1990), al repaso, la organización y la elaboración de la información, a través de técnicas concretas como las analogías, los mapas conceptuales o los códigos. No obstante, el aspecto fundamental en la enseñanza de estas estrategias no tiene tanto que ver con la identificación exhaustiva de todas las que son necesarias para aprender, cuanto con la diferencia entre técnica y estrategia (Monereo y otros, 1994). El uso de un procedimiento como técnica es automático y no planificado, mientras que un uso estratégico se caracterizaría. porque el alumno es capaz de controlar de forma deliberada e intencional la ejecución y, sobre todo, porque puede seleccionar el procedimiento que en cada caso resulta más adecuado, mediante un análisis de las características específicas de la tarea.

Un nivel de pensamiento estratégico como el descrito en el párrafo anterior supone haber desarrollado capacidades metacognitivas. Ciertamente, la selección y aplicación controlada e intencional de un procedimiento remite a los dos elementos clasicos de la metacognición: el conocimiento explícito de los procesos cognitivos, y su regulación (Moreno, 1988, 1995; Marti, 1995). Los alumnos irían desarrollando progresivamente la toma de conciencia sobre sus operaciones mentales, lo que a su vez facilitaría el control y la regulación.

El objetivo de la enseñanza, desde el punto de vista de capacitar a los alumnos a aprender por sí mismos, supone pues que las técnicas de aprendizaje lleguen a ser utilizadas de manera estratégica. No se trata de enseñar simplemente a los alumnos a organizar la información o a recordarla eficazmente a través de determinados recursos mnemotécnicos, sino de instruirles en la regulación selectiva y controlada de estas estrategias (Monereo y Castello, 1997).

Las estrategias de aprendizaje, si bien se concretan de manera distinta en cada dominio o asignatura, responden a capacidades de carácter más generales que están por tanto presentes en todas las materias del curriculo. Ello debería permitir un trabajo conjunto del equipo docente sobre este campo de aprendizaje común a todos ellos. Desde este punto de vista, estos procedimientos de alto nivel cognitivo se configuran como una de las prioridades claras del proceso de enseñanza y aprendizaje. El énfasis en la instrucción debe ponerse por lo tanto en los mecanismos que ayudan al alumno a tomar conciencia de los recursos cognitivos que le permiten construir conocimiento.

 

Marchesi Álvaro & Martín Elena (1999) Tercera Parte: La práctica educativa en el aula: 14. Los contenidos del aprendizaje: 3.1. Las estrategias de aprendizaje, en Calidad de la enseñanza en tiempos de cambio (pp. 362-363) Madrid, España, Psicología y Educación Alianza Editorial.

miércoles, 9 de junio de 2021

Lobisón

Ña Casiana tenía seis hijos varones y el séptimo, encargado.
—Tenes que ser mujer —ordenaba ña Casiana acariciándose la panza. Miraba alto y musitaba a las estrellas—: Dios mío… que sea mujer.
El día en que la comadrona entro al rancho para asistirla en el parto, el hombre rezaba con los otros hijos. La comadrona misma murmuraba entre dientes:
—Padrecito que estas en los cielos, hace que sea mujer.
Y cuando se oyó el llanto de la criatura, los que esperaban en la cocina se persignaron.
Casi enseguida sonó el grito de la madre. Y una mariposa negra huyo por la ventana.
Esa misma tarde salió el padre de aquel rancho maldecido con otro hijo varón. El séptimo. Llevaba en brazos al recién nacido. Iba a la iglesia de Pago Alegre, el pueblo más cercano, a que se lo bautizaran. Le pusieron el nombre de Benito. Era el que había que ponerle para quebrar el maleficio.
También había que bautizarlo en seis iglesias más, de seis pueblos distintos: siete en total. Eso lo sabía de sobra el padre, pero el gurí era apenas nacido y la maldición recién se cumpliría cuando llegara a mozo.
—Hay tiempo —dijo el padre—. Hay tiempo todavía.
Y le entrego el hijo a la madre. El Benito enseguida se prendió a la teta como lo hubiera hecho un gurisito cualquiera.

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Las distancias son largas en Corrientes. Los pueblos quedan apartados. Y había seis hermanos más para atender. Y había también pobreza y un solo caballo.
Pero los padres no olvidaban la gravedad del caso. Tampoco era muy fácil de olvidar, viendo que el Benito crecía flacucho, enfermizo y con más de una costumbre rara. Como esa de no querer probar la carne. Como esa de pasársela escarbando en el potrero y volver con las uñas renegridas. Uñas largas y duras que na Casiana cortaba por las noches y a la mañana estaban largas otra vez. Y curvas.

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Recién para su quinto cumpleaños lo llevaron a su segundo bautismo en la iglesia de Pago Arias. A los ocho, lo bautizaron en Loma Alta, la tercera iglesia. A los once, en Pago de los Deseos, la cuarta. A los trece, en la iglesia de Saladas, la quinta. Saladas era casi una ciudad por aquel tiempo. Y en la casi ciudad hicieron noche. Al otro día, el padre lo llevo a la sexta iglesia en Colonia Cabral.
Solo faltaba una y todavía había tiempo, aunque ya no tanto. El padre aún era joven, aunque menos, y el caballo era el mismo.

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Cuando el Benito estaba al cumplir los quince, ya no escarbaba potreros ni rechazaba la carne ni le crecían las unas de aquella rara manera. Seguramente los bautismos estaban alejando la profecía.
Fue entonces cuando intentaron ir hacia el norte, hasta Mburucuya. Querían que el ultimo bautismo fuera en una iglesia grande, con una bendición importante. Desde aquel mal nacimiento, el padre guardaba en el pecho un largo sapucay para gritarlo el día en que se quebrara la maldición.
Esta vez los acompaño el Florian, el hermano mayor. Había cumplido veintidós y montaba un tordillo que le prestaron.
Y allá iban los tres, camino a Mburucuya. El padre, en el zaino; los hijos, en el tordillo.
Cruzaron montes de talas espinosos, vadearon lagunas de juncos tupidos, rodearon plantaciones de tabaco. Y siguieron andando.
Cada tanto veían algún carpincho que se metía en su madriguera. Iban atentos porque estas cuevas son peligrosas si el caballo llega a hundir la pata ahí.
Sin embargo, resulto que, bordeando los esteros de Santa Lucia, el zaino viejo del padre metió la pata nomas en una vizcachera. Y cayo de rodillas el caballo, con una quebradura. El padre también tuvo una mala caída. Y ahí nomas quedo, de cara al cielo, con los ojos abiertos y el espinazo roto.
Y se llevó a la muerte el sapucay.

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El Benito y el Florian fueron barridos por semejante desgracia. Deshechos. Y tuvieron que sepultarlo ahí mismo.
El Florian miraba alrededor buscando con que abrir la sepultura, cuando ve que el Benito empieza a usar las uñas. Las que desde tanto tiempo atrás no usaba. Y se quedó mirándolo con el alma encogida.
Cuando el Benito acabo el pozo, entre los dos bajaron el cadáver y, otra vez con las unas, el Benito lo cubrió.
Todavía les faltaba despenar de un tiro al caballo, que tampoco tenía salvación. Pero esa noche les falto coraje.
Ya habían llorado hasta quedarse secos. Y se durmieron, uno junto al otro y al sereno, en el vaho húmedo de los esteros. Con el sueño pesado del que ha llorado mucho. Bajo la luna redonda como un plato. Y era viernes.

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Apenitas estaba amaneciendo. El Florian creyó ser el primero en despertarse. Alargo el brazo para tocar al Benito, pero solo toco la manta sobre la que había dormido. Se incorporó de un salto y lo busco a la luz que apenas se insinuaba, pero no lo diviso.
Entonces fue hasta donde había quedado el zaino. El animal no se movía. Tendido de costado, sobre la pata rota.
Florian se fue agachando, le acaricio la cabeza a la luz imprecisa del amanecer y, en la misma caricia, bajo la mano hasta el cuello.
Sus dedos se sobresaltaron al tocar algo pringoso9 y tibio todavía. Se puso en cuclillas y, sin ver bien, tanteo mejor. Toco una herida honda. Toco otra. Toco la yugular que no latía. Alguna fiera nocturna le había clavado los colmillos.
En eso oye unos pasos arrastrados. Levanta la vista y lo ve al Benito. Parado ahí. Greñudo, ausente.
—¿De ande venís? -le dijo y le señalo el caballo.
El Benito se tapó la cara con sus dedos de unas largas, curvas, sucias. Al instante, corría monte adentro.
Cuando Florian reacciono y fue tras él, tardo muy poco en perderle el rastro.

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El Florian volvió, monto el tordillo y anduvo en busca del Benito por varios días, pero no lo encontró. Una sospecha horrible le comía los sesos.
Finalmente, volvió al rancho con las tres noticias: la muerte del padre, la muerte del zaino y la huida del Benito tras aquel viernes de luna llena.
Noticia tras noticia, la madre y los hermanos iban cayendo como arboles bajo el hacha. Con apenas un hilo de voz, ña Casiana pudo decir:
—¿Alcanzaron al séptimo bautismo?
—No —respondió el Florian.
Y salió a buscar botellas. Las trajo. También traía una maza. Puso las botellas sobre una bolsa de arpillera. Las fue rompiendo a mazazos. Los vidrios, al quebrarse, sonaban a desesperación. Los otros hermanos trajeron carbones y maderas y hojas secas para encender un fuego y atizarlo, llegado el caso. Quizás fueran a necesitar brasas, muchas. No sabían si el Benito seguiría siendo el Benito. Bajo que aspecto volvería a la casa, si es que volvía. Temían que no tuviera forma humana.
Ahora había que esperar, como mínimo, hasta un martes. Hasta el próximo martes de luna llena.
Pero no fue tan largo el esperar. El domingo a la tardecita, el Benito apareció. Lo traían en ancas unos paisanos. Venia más flaco, consumido, enfermo.
Ña Casiana lo abrazo llorando y le sirvió un plato del guiso del mediodía. Pero el Benito se negó a probarlo. Otra vez rechazaba la carne, como cuando era chico. Y ña Casiana ahogo un quejido.
El Benito no hablo, no conto nada y al otro día volvió a escarbar en los potreros durante horas. Solo.
A la velocidad con que corren las voces en los pueblos, por todo Pago Alegre se comentaba el caso.
El Benito se volvió sospechoso de haberse convertido en lobisón.
Quien más quien menos se las arregló para tener un crucifijo a mano. Botellas rotas. Tizones encendidos.
Sabían que, cuando un lobisón vuelve a su forma humana, no quiere que se sepa su secreto. Por eso huye de los vidrios y de las quemaduras que le podrían dejar marcas.
Así que los vecinos estaban preparados. Quien más quien menos oía por las noches mugir a las vacas. Eso que solo pasa cuando un lobisón las ronda para beberles la leche.
Quien más quien menos encontraba cada tanto el patio limpio de suciedades de gallina. Eso que solo pasa cuando un lobisón anda en la noche lamiendo lo que solo un lobisón considera un alimento exquisito.

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Una noche muy negra, se metió al rancho de don Nicosia un perro más negro que la noche misma. Era casi tan alto como un potrillo. Don Nicosia, que estaba prevenido, le salió al cruce al grito de:
- ¡Yaguá-hú!
Pero el perro olisqueo un hueso y se volvió, mansito, por donde había venido. Con eso, don Nicosia supo que no era lobisón, que era perro negro nomas. Y no le disparo la bala de plata que tenía en el cargador de su escopeta.
Cuando conto el incidente en el boliche, todo el pueblo estuvo al tanto de que don Nicosia tenía una de esas balas. Las únicas capaces de atravesar la piel de un lobisón y darle muerte.

• • •

Cerca de veinte días habían pasado desde el regreso del Benito al rancho. Un miércoles, la luna se volvió a llenar. Los seis hermanos la miraron con recelo, y ña Casiana también.
Miércoles no es martes ni tampoco viernes. Pero la luna iba a seguir llena durante ocho días. Y eso era de temer.
La familia se turnó para vigilar el sueño del Benito, pero la distracción de un minuto alcanzo. El séptimo varón se echó al monte, no sin antes revolcarse en las cenizas de una hoguera apagada en el potrero días atrás.
Ya en el monte, llego a un claro, se dejó caer de rodillas y levanto la frente. La luna le volcó una luz azulada de tan blanca. Y el comenzó a agitarse con espasmos. El cabello le crecía en crenchas duras. Las cejas se alargaban más allá de la frente. Las manos y los brazos se le iban cubriendo de pelambre espesa. Los dedos se le arquearon en garras. Las piernas fueron cambiando hasta llegar a patas.
Su piel se ponía tirante a medida que, bajo los músculos, los huesos se alargaban o se contraían.
Las mandíbulas se le estiraron hacia adelante hasta acabar en hocico. Y le creció una cola poderosa.
Y una lengua que chorreaba saliva le colgó entre las fauces. Se alargaron los dientes en colmillos de fiera y un aullido terrible le vibro en la garganta.
Así, se puso en marcha de regreso al rancho. Buscaba ayuda tal vez... o tal vez no.
El caso fue que los hermanos andaban por afuera. Y cuando vieron a la bestia, temieron que no fuera un simple perro enorme y negro. Solo la madre tuvo presencia de ánimo:
—¡Yaguá-hú! -lo increpo para salir de dudas.
Y a la bestia se le erizaron los pelos. Mostro los dientes gruñendo con ferocidad. No era un perro negro, no. Lobisón era.
Uno de los hermanos fue por el crucifijo; otro, por las botellas; un tercero, por las brasas.
A la vista de la cruz, el lobisón retrocedió. Esto animo a los otros, que le empezaron a arrojar botellas rotas. El lobisón retrocedió aún más. Entonces el Florian, con un nudo en la garganta, le arrojo una palada de tizones encendidos.
El lobisón escapo de nuevo al monte. Pero esta vez la madre fue tras él.
Lo vio meterse en un naranjal y ella también entro. El había aminorado la carrera y ahora caminaba. Hasta que el ruido de una pisada le detuvo el paso. Se dio vuelta y la vio.
Otra vez se le irguieron los pelos del lomo. Un gruñido ronco le lijo la garganta, y se preparó para saltarle encima. Pero ella lo miro a los ojos con una pena infinita y solo dijo:
—Benito...
Y al desdichado lobisón, que había iniciado el salto, se lo vio ahí, en el aire, recuperar su forma humana, a medida que una bala de plata le iba atravesando el corazón.
Tras los naranjos, don Nicosia bajo el canon de su escopeta. Humeaba.

Rivera Iris (2018) Lobisón en Mitos y leyendas de la Argentina Historias que cuenta nuestro pueblo. Pp. 23-35. 3ª ed. 6ª reimp. Colección Azulejos, Ed. Estrada. Argentina.

Nueva Escuela 17: Lengua El texto expositivo

EL TEXTO EXPOSITIVO
Ya se trate de un folleto sobre el mejor aprovechamiento de la energía eléctrica en el hogar, de un artículo de enciclopedia, o de un capítulo sobre la Revolución Francesa en un libro de texto, la posibilidad que los textos expositivos ofrecen de conocer aspectos ignorados de la realidad, privilegia la función informativa del lenguaje. Por esta razón, los textos expositivos son conocidos en el ámbito escolar con el nombre de informativos. Sin embargo, preferimos la denominación expositivos porque resulta más abarcativa. Si bien la mayoría de los textos expositivos tiene como función primordial transmitir información, muchos de ellos no se limitan simplemente a proporcionar datos, sino que además agregan explicaciones, describen, o ilustran con ejemplos y analogías.

Nadie duda de la importancia de los textos expositivos en el ámbito escolar puesto que ellos son fundamentales a la hora de acceder a nuevos conocimientos. A lo largo de los años escolares, el contacto con estos materiales es asiduo a la vez que dificultoso. Los docentes –y no solo los de Lengua– estamos acostumbrados a quejarnos de estas dificultades, y muchas veces carecemos de elementos para resolverlas.
Ya hemos señalado que leer repetidas veces un texto no garantiza su comprensión. Para acceder a ella habrá que implementar estrategias diversas y adecuadas tanto a las características particulares de cada escrito como a las posibilidades de los chicos.
También nos hemos referido a que una de las cuestiones más importantes en relación con la comprensión lectora es la relativa a los conocimientos que se poseen acerca del tema antes de abordar la lectura de un texto. Leer algo sobre un tema casi desconocido, con vocabulario específico y poco familiar, constituye una tarea sumamente difícil, tanto para los chicos como para los adultos. La única manera de hacer significativa l nueva información es ligarla con lo que se sabe de ella antes de la lectura.
En cuanto a la escritura expositiva, la escuela no suele ejercitarla porque, por lo general, carece de estrategias para hacerlo. Sin embargo, frecuentemente exigimos competencia para escribir este tipo de textos cada vez que se evalúan conocimientos en las pruebas escritas.

Algunas consideraciones acerca de las características del texto expositivo y de su abordaje en la comprensión y en la escritura serán desarrolladas a lo largo de este apartado.

Se incluyen también recuadros referidos a investigaciones o experiencias realizadas en la materia, y también actividades de aula a modo de ejemplo.

Caracterización general del texto expositivo
No resulta sencillo caracterizar los textos expositivos en conjunto. Esta dificultad se hace evidente si recordamos que tanto una guía turística como un tratado de botánica o un informe sobre la marcha de la economía de un país son todos materiales expositivos.
Sin embargo, es posible enumerar algunos rasgos en común.
En la mayoría de ellos:
  • predominan las oraciones enunciativas;
  • se prefiere la tercera persona;
  • los verbos de las ideas principales se conjugan en indicativa;
  • se evitan las expresiones de la subjetividad;
  • el registro es formal;
  • abundan los términos técnicos o científicos.
En un artículo de Wayne H. Slater y Michel F. Graves titulado “Investigaciones sobre el texto expositivo: aportes para los docentes” (en Muth, K. Denisse, comp.: El texto expositivo: Estrategias para su comprensión, Aique, Bs. As., 1990) se define al texto expositivo por cuatro de los rasgos fundamentales de la mayoría de los textos:

a) El texto expositivo como texto informativo
La función primordial del texto expositivo es presentar información sobre hechos, fechas, personajes, teorías, etc. Por ej.:
En la noche del 5 y 6 de abril de 1811 se produjo en Buenos Aires el primer intento de revolución contra las autoridades constituidas –no españolas– que marca el comienzo de nuestras luchas internas.
El movimiento finalizó con una nueva victoria de bando saavedrista y permitió a la Junta Grande subsistir un tiempo más al frente del gobierno.

b) El texto expositivo como texto explicativo
Un buen texto expositivo incorpora explicaciones significativas como parte del nivel informativo. Ej.:
A comienzo de 1811, tres partidas se disputaban el predominio en el mando:
a) Los morenistas deseaban retomar el poder que habían perdido después de la incorporación de los diputados provinciales a la Junta.
b) Los saavedristas contaban con el apoyo de la casi totalidad de las fuerzas militares y del elemento humilde de los suburbios.
c) Los provincianos –encabezados por el deán Funes– sostenían que la Junta Grande estaba sujeta al predominio centralista de Buenos Aires.
Aunque la asonada del 5 y 6 de abril dominó aparentemente la tenaz oposición morenista, sus orígenes no están aclaraos y las fuentes permanecen confusas.

c) El texto expositivo como texto directivo
Un buen texto expositivo generalmente tiene la cualidad de ser “directivo”, es decir de funcionar como guía de la lectura presentando claves explicitas: títulos, subtitulos, introducciones, resúmenes, a lo largo del texto. De esta forma el autor está presente en el texto a través de sugerencias sobre lo que es imprescindible que sea comprendido.

d) El texto expositivo y la narrativa
Las anécdotas, cuentos, fábulas que ilustren los temas de un texto expositivo, contribuyen a que la información sea mejor comprendida y mejor elaborada. Así, por ejemplo, el tema de la economía en el Río de la Plata en tiempos de las luchas por la Independencia, y el paso del sistema del trueque al dinero, es ilustrado mediante una descripción hecha por dos comerciantes ingleses –los hermanos Robertson–:

En la mañana siguiente al día de mi llegada me desperté muy temprano y mientras reunía mis pensamientos inquiriendo el lugar en el que me hallaba, (como ocurre a cualquiera al encontrarse en lecho extraño y extraño dormitorio tras un día agitado y un cambio repentino de lugar y de ambiente), después de correr las cortinas para mirar la ventana… llegaron a mis oídos voces agudas.
-Sal por velas– gritaba uno.
–Tabaco por pan– chillaba otro.
–Yerba por huevos­– vociferaba un tercero.
–Tomates por azúcar– aullaba el cuarto…
Este era el modo, muy primitivo por cierto, de atender a las necesidades diarias de la población en la época en que llegué a Corrientes. Y quiero referirme al trueque porque fuimos nosotros quienes introdujimos el uso paulatino de la moneda en nuestras compras doméstica…
El hecho produjo gran escándalo entre las respetables matronas de Corrientes a quienes obligamos a introducir una seria innovación en su inveterada costumbre de trocar los productos…
J.P. y G.P. Robertson: Cartas de Sudamérica. Andanzas por el Litoral Argentino (1815-1816). En Los tiempos de San Martin, Libros del Quirquincho, Buenos Aires, 1989.

Para resumir digamos que un buen texto expositivo en aquel que:
  • presenta información;
  • incluye explicaciones que permitan comprender la información presentada;
  • es directivo, en tanto el autor señala mediante claves que es importante y que no lo es;
  • ilustra el tema mediante narraciones que atraigan al lector.
Tipos de textos expositivos. Su relación con la comprensión
Como dijimos más arriba, la comprensión de los materiales que aporten información sobre un tema es uno de los materiales que aporten información sobre un tema es uno de los requisitos centrales en el aprendizaje escolar, por lo que es indispensable desarrollar estrategias adecuadas que garanticen dicha comprensión.

¿Qué queremos decir con “estrategias adecuadas”? Y, en todo caso, ¿adecuado a qué?
Si bien la confección de cuadros sinópticos, el subrayado de ideas principales, el reconocimiento de palabras clave o la elaboración de un mapa semántico son estrategias útiles para desarrollar la comprensión, no todas son adecuadas para todos los textos.

¿Cómo decidir cuál es la estrategia más adecuada? En principio, el docente debe analizar el texto en cuestión. ¿Qué deben mirar? ¿Con qué se puede encontrar? ¿Qué información necesita para hacer este análisis?
Dada la variedad de materiales expositivos, es útil que el docente conozca algunas de las categorías que se toman en cuenta para describirlos y clasificarlos.

Una de esas categorías es la trama o forma en que está estructurado un texto.
Entre los escritos expositivos de lectura frecuente en la escuela, podemos discriminar los que tienen trama narrativa de los que tienen trama descriptiva[1].
Los de trama narrativa suelen desarrollar procesos históricos o procesos naturales.

El texto de la carta de los hermanos Robertson transcripto más arriba es un ejemplo de texto con trama narrativa. He aquí un ejemplo de desarrollo de un proceso natural:

La Tierra se calienta gracias a la energía del sol. Cuando esta energía llega a la atmósfera, una parte es reflejada de nuevo al espacio, otra pequeña parte es absorbida, y la restante llega a la Tierra y calienta su superficie.
Pero cuando la Tierra refleja a su vez la energía hacia la atmósfera, ocurre algo diferente: en lugar de atravesarla y llegar al espacio, los gases de la atmósfera absorben una gran parte de esta energía. Esto contribuye a mantener caliente el planeta.
De esta manera, la atmósfera deja que la radiación solar la atraviese para calentar la Tierra, pero no deja salir la radiación que la Tierra irradia hacia el espacio. En un invernadero ocurre lo mismo, salvo que en el invernadero se utiliza cristal en lugar de gases, para retener el calor. Por eso llamamos a este proceso efecto infernadero.

El que sigue es un ejemplo de texto con trama descriptiva:

El continente americano se extiende entre los océanos Pacifico y Atlántico, a los que separa, desde el mar Glaciar Ártico al pasaje de Drake.
Íntegramente situado en el hemisferio occidental, alcanza extensiones desiguales al norte y al sur del ecuador, aproximándose, en el cabo Murchison, a 2200 km del polo.
Más de dos terceras partes del continente se hallan en el hemisferio continental, en la zona de mayor actividad humana del mundo, y el resto, la parte menor de América del Sur, en el hemisferio marítimo.
(En RAMPA, A.: Geografía americana y argentina, Kapelusz, Bs. As., 1978)

Por su parte, una clase especial dentro de los textos con trama descriptiva -y muy habitual en la escuela- la constituyen los textos clasificatorios, que organizan la información en clases y subclases.

He aquí un ejemplo:

En el territorio argentino pueden distinguirse cuatro tipos fundamentales de climas, con algunas variedades subtropical con o sin estación seca; templado, a su vez subdivido en pampeano y de la franja de transición; árido de montaña y árido de planicies y sierras y finalmente, frío, subdividido en húmedo, seco y níveo.
El clima subtropical comprende la mitad norte de la mesopotamia, la llanura chaqueña y las sierras y valles del sistema subandino.
El clima templado, por su parte es típico de la pampa oriental.
En cuanto al clima árido, la variedad de montaña está circunscripta a la puna y los Andes del geosinclinal. La variedad de planicies y sierras ocupa una amplia región entre el sudeste de Catamarca y el noreste de Río Negro.
El clima frío es característico de la Patagonia.
(Adaptación de Rampa, op. cit.)

Además de la trama, otra cuestión a tener en cuenta se refiere a las relaciones lógicas o temporales que se establecen entre las ideas desarrolladas en los textos.

En este sentido algunos autores hablan de organizaciones características de los textos expositivos, por ejemplo:

problema-solución
causa-consecuencia
secuencias
comparación

Cabe aclarar que todas estas consideraciones acerca de la firma y de la organización de los textos, no han de ser utilizadas para “enseñar” a los alumnos todos los tipos de textos. Antes bien se trata de ir aproximándose a su reconocimiento para utilizar estratégicamente esos datos en la comprensión.

EL TEXTO EXPOSITIVO EN EL AULA
Actividades de comprensión
A través de los ejemplos que siguen, mostramos algunas estrategias de comprensión apropiadas a las distintas variedades de texto expositivos que acabamos de mencionar.
Un texto con trama narrativa -un relato histórico o un proceso natural- es apropiado para desarrollar una línea de tiempo o una secuencia de pasos o fases.
Así, luego de la lectura del texto anteriormente transcripto sobre el proceso denominado efecto invernadero, puede elaborarse en conjunto el siguiente esquema:
El que sigue es un texto con trama descriptiva que puede ser graficado a través de un mapa semántico. El mapa semántico es un dispositivo gráfico que permite a los alumnos ver cómo se relacionan entre sí palabras o ideas.

Dermis
La dermis es una variedad de tejido fibroelástico que contiene fibra elásticas y resistentes en gran abundancia. Su misión principal es llevar los vasos sanguíneos y los nervios que van a la epidermis y recibir lo que viene de ella, así como dar a ésta firmeza y flexibilidad. Al igual que la epidermis, la dermis tiene también un grosor apreciable y puede sufrir modificaciones muy diversas para desempeñar funciones especiales. Por ejemplo, entre los componentes celulares de la dermis se hallan los cromatóforos; de ahí se desprende la importancia de la dermis como órgano de la coloración animal. Los distintos tipos de pigmentación son de gran importancia en el camuflaje de los animales, en la selección sexual y en la protección frente a la acción de los rayos ultravioleta de la luz solar. La dermis contiene, además, los receptores de los diferentes sentidos cutáneos, esto es, del tacto, el calor, la presión y el dolor. Por medio de la regulación nerviosa del flujo sanguíneo a través de la dermis, se controla la pérdida de calor por la superficie del cuerpo, por este motivo de dermis tiene un papel importante en la regulación de las temperaturas internas…
En todos los animales, vertebrados o no, la epidermis puede regenerarse con facilidad. La dermis no se suele regenerar tan fácilmente y algunas veces no lo hace en absoluto.
(En WEISZ, Paul: La ciencia de la zoología, Omega, Barcelona, 1987).

El mapa semántico se construye pariendo de una idea central y ubicando alrededor las ideas conectadas con ella.
Los textos descriptivos clasificatorios, por su parte permiten armar cuadros sinópticos.
Este es el cuadro sinóptico que puede elaborarse a partir del texto que transcribimos más arriba sobre los tipos de climas en la República Argentina:


Hacia el significado global
Programación temática
Autopreguntas
Si bien ayudar a reconocer las estructuras textuales contribuirá al mejoramiento de la comprensión, no pensamos que esta sola tarea será suficiente.
En forma complementaria a ese reconocimiento, la posibilidad de responder a la pregunta ¿de qué habla este texto?, y más específicamente ¿de qué habla cada párrafo? ¿se sigue en otro párrafo hablando del mismo tema? permitirá entender y establecer relaciones entre las ideas. Esta posibilidad de determinar el tema de cada párrafo, debe complementarse con el reconocimiento de qué comentarios se hacen acerca del tema.
Se trata de alcanzar la progresión temática del texto, es decir cómo se suceden los temas y qué se dice de cada uno de ellos, y a la vez de extraer el significado global, total del texto.
Veamos un ejemplo de este trabajo en el siguiente texto:

El sapo: habitad y costumbres
El sapo habita una amplia región de nuestro país, desde Chubut hasta las provincias del norte, salvo en la región chaqueña, donde es más escaso.
En primavera y verano se oculta durante el día en sitios oscuros y húmedos bajo las piedras o en las cuevas de otros animales. Abandonan estos refugios cuando llueve o al anochecer, para ir de ronda en busca de alimentos. Tal comportamiento les resulta ventajoso, pues al abrigo del sol evita el peligroso de deshidratarse.
También puede permanecer disimulado entre la vegetación gracias a la coloración dorsal de su cuerpo, muy parecida a la del ambiente. Esta característica le permite protegerse de sus enemigos, como las serpientes, las lechucitas de las vizcacheras, las chuñas, a las que a veces ahuyenta con el olor desagradable que emite cuando está amenazado.
Si es descubierto puede adoptar distintas actitudes: unas veces enfrenta al atacante y distiende su cuerpo con aire, aparentando mayor tamaño para atemorizarlo; otras, huye a saltos y se sumerge en el agua, refugiándose bajo las piedras o las plantas, donde puede permanecer hasta que pasa el peligro.
(Adaptación de BOTTO, Juan y PEREZ CALVO, Carmen: Biología animal, Kapelusz, Buenos Aires, 1978).

Por último, se considera de gran ayuda en el trabajo de comprensión, enseñar al alumno a formular preguntas acerca del contenido del texto y a distinguir las preguntas fundamentales de las accesorias.
Así resume Emilio Sánchez Miguel, (1993) las estrategias de comprensión que hemos desarrollado hasta aquí:

1. Progresión temática
1. ¿Sigue el texto hablando de lo mismo?
2. ¿De qué trata ahora -en cada momento-, el texto?
3. ¿Qué dice el texto de ese tema?

2. Macrorreglas
1. ¿Podemos quitar algo del texto porque ya lo sabemos o porque se dice lo mismo de varias maneras?
2. ¿Hay algo en el texto que se pueda considerar como un ejemplo de algo que ya sabemos?
3. ¿Podemos sustituir todo esto por alguna palabra -nuestra- que diga lo mismo?

3. Estrategia estructural
1. ¿Qué organización de las que conocemos podría corresponder a este texto? o ¿Cuál de entre todas podría descartarse?
2. ¿Dónde están -según los casos- las causas, las consecuencias, los problemas, las soluciones, las fases, las características…?

4. Autorregulación
1. ¿Qué preguntas podrían (o nos podríamos) hacer de este texto?

Comprensión “desde arriba” y comprensión “desde abajo”
En la aproximación a un texto expositivo se distinguen básicamente dos formas diferentes de abordaje:
  • aproximación desde abajo hacia arriba (o desde el análisis hacia la síntesis, en inglés bottom-up)
  • aproximación de arriba hacia abajo (o desde la síntesis hacia el análisis, en inglés top-down)
La primera de estas aproximaciones -desde el análisis hacia la síntesis- consiste en recorrer el texto frase a frase, linealmente, para ir construyendo estructuras para la comprensión y la interpretación, a veces no solo del texto sino también de un determinado campo de estudio. (Es el caso de un alumno que encara por primera vez un texto de Física).
La aproximación de arriba hacia abajo será aquella que se afronta primero desde una pre-lectura global, para completarse en una lectura analítica. Esta manera de proceder será más propia de un lector versado en el tema, que buscará confirmar, revisar o ampliar sus conocimientos previos.
Las estrategias de lectura que desarrollen los alumnos deben ayudarlos a analizar esta última forma de abordaje de los textos expositivos, la más apropiada para obtener significados globales y en consecuencia la que privilegia la comprensión del texto.

Una estrategia de aprendizaje
Transcribimos a continuación un fragmento de un artículo producido en el marco de la Universidad de Chicago, relativo a estrategias de lectura que consideramos de sumo interés y sencilla implementación
(OGLE, Donna, M.: Estrategias de lectura acerca del mundo real: el texto expositivo. En Lectura y Vida, año 14, N°1, marzo 1993).

Una estrategia de aprendizaje
He ideado una forma de enseñanza en la que todos los niños escriben sus ideas en una hoja de trabajo, de tal manera que todos están “obligados” a participar, aunque no lo hagan en voz alta. Esta estrategia de enseñanza que he diseñado para ayudar a los alumnos y maestros se llama en inglés K (know) W (want to know) L (learn). En castellano: S= sabemos Q= queremos saber y A= aprendemos. El proceso es fácil. Antes de leer el grupo recuerda lo que ya sabe del tema. La maestra escribe en su propia hoja de trabajo o cuaderno lo que piensa que saben. Luego los alumnos formulan las preguntas que tienen acerca del tema. La maestra las escribe para que todos las puedan ver. Los alumnos eligen las que les interesan y las escriben en sus hojas de trabajo. Cada una de estas hojas ha de ser necesariamente distinta porque representan las ideas de cada alumno. Después de anotar lo que saben y sus propias preguntas, entonces están listos para pasar al tercer paso que es empezar con la lectura. Cuando están leyendo pueden anotar las cosas que aprenden.

Identificación de categorías y estructuras de ideas
Después que los alumnos han aprendido a identificar qué es lo que saben, qué es lo que quieren conocer, qué es lo que están aprendiendo, podemos agregar algo más. Al final de la hoja hay una sección donde los alumnos pueden anticipar la estructura del contenido. ¿Cómo debe estar organizado un artículo determinado teniendo en cuenta las categorías de información que debe necesariamente incluir de acuerdo con el tema abordado? Es muy importante poder anticipar las categorías de información que un autor deba usar. P.e.; al leer un artículo sobre los Estados Unidos, ¿Qué categorías deberíamos encontrar? Gobierno, vida social, recursos naturales, etc. Si vamos a leer sobre un animal, ¿Qué categorías de información anticipamos? Especie, cómo son, qué comen, cómo se protegen, lugares donde viven, etc. Reconocer las estructuras, las categorías de información permite a los alumnos estar más preparados para leer y organizar sus ideas. Entonces leen y escriben en sus hojas lo que aprenden y finalmente pueden reconstruir todas sus ideas y las nuevas en una forma gráfica.

Resumen final
En el mundo actual es sumamente importante saber captar y seleccionar rápidamente las informaciones, por ello la escuela tiene el deber de ayudar a los alumnos a leer diarios, revistas, y libros sobre el mundo real, y para ello debe ofrecerles buenos materiales y dotarlos de estrategias eficaces para formar lectores críticos. Buenos materiales y buenas estrategias son las claves para aprender.


ACTIVIDADES
A continuación presentamos una actividad de aula.
Ella se relacionan con los desarrollos teóricos sobre el texto expositivo y también con las consideraciones acerca de lecturas y comprensión lectora.

La prueba de Natalia
Esta es la prueba de historia de Natalia. La maestra se dio cuenta de que había estudiado, aunque la prueba no estaba bien escrita. Las palabras que había usado no eran para una prueba. Parecían más apropiadas para explicar el tema a un compañero que para una evaluación. Como la maestra subrayó todo lo inadecuado, le propuso a Natalia que reescribiera la prueba, cambiando o suprimiendo lo subrayado.
Ayúdenle a Natalia a reescribir su prueba.


Natalia Ruiz                                                                                                             19 de mayo

Evaluación de Historia

Explica cómo se descubrió el Río de la Plata

Al principio, a los españoles, América les importaba un pito. Ellos tenían una idea fija: llegar a las Indias. Cuando se apiolaron de que América era América y no las Indias, decidieron buscar un lugar para poder cruzarla en barco. América era una cosa en el medio que les molestaba y la querían saltear.
Con esa idea, Solís salió de España con tres naves y llegó al Río de la Plata en 1576. Lo bautizó “Mar Dulce” porque era grande como un mar.
Solís se bajó a explorar la costa con otros tipos. ¡Pobre Solís! Los indios lo reventaron. Los que se habían quedado en los barcos se murieron de miedo y rajaron. Para colmo de males, en el camino de vuelta, frente a Brasil, se hundió un barco. Algunos se salvaron y se quedaron a vivir con los indios. Los indios les llenaron la cabeza con que había un país cerca lleno de oro y plata. Entonces a los españoles les agarró la locura por el oro y la plata. Pensaban que viajando por el Mar Dulce iban a llegar a ese país. Por eso, años más tarde, le cambiaron el nombre al río y le pusieron Río de la Plata.

Recurrir a la exageración o al absurdo puede ser una buena estrategia para reflexionar sobre el error. En este caso, los errores ponen de manifiesto un uso inadecuado del registro propio de un texto expositivo escolar. Aunque seguramente ningún chico llegaría a este extremo, son habituales las dificultades para encontrar las palabras adecuadas a los textos que las pruebas exigen.
Intentemos acercarnos a algunas causas de esta dificultad.
Por un lado, la escuela enfrenta a los chicos con normas lingüísticas alejadas de cualquier otra experiencia anterior:
  • Por primera vez, deben responder a una pregunta con una oración completa. Si conversando con un amigo o con un familiar ante una pregunta como “¿Cuáles son tus jugadores favoritos?” pueden responder “Batistuta, Maradona o Goycochea”, la misma pregunta en el cuaderno de clase de ser respondida “Mis jugadores favoritos son Batistuta…”
  • También por primera vez la escuela les exige expresarse en un lenguaje que no han puesto en práctica fuera de ella La prueba de Natalia es un ejemplo exagerado de la dificultad de los chicos para escribir textos expositivos en registro formal y dejando de lado las expresiones subjetivas.
Por otro lado, esta exigencia escolar no se corresponde con una enseñanza sistemática que se plantee desarrollar las competencias necesarias para escribir este tipo de textos. Nadie espera que un chico sepa dividir sin un aprendizaje previo. ¿Por qué entonces esperar que puedan espontáneamente escribir con oraciones completas, relacionarlas lógicamente por medio de conectores, resumir o ampliar información, ilustrar con ejemplos, utilizar el registro formal, prescindir de expresiones subjetivas? No parece razonable que en las pruebas, además de evaluar un conocimiento específico, exijamos competencia para escribir correctamente lo que nunca se ejercitó.

¿Cómo contribuir a desarrollar estas competencias?

En primer lugar, considerando a la escritura como un proceso –que implica planificar, redactar, revisar, corregir, reescribir– y no como un producto acabado –un texto escrito de una vez y para siempre–. (El proceso de la escritura se aborda especialmente en el apartado titulado El concepto de escritura. La escritura como proceso)

En segundo lugar, leyendo los materiales abordados en todas las asignaturas, no sólo para enterarse del contenido sino también para analizar cómo están escritos.

Así como en La prueba de Natalia se exageran las dificultades para adecuarse al registro y evitar las expresiones subjetivas, el docente puede diseñar actividades similares recurriendo también a la exageración y al absurdo. De este modo, podrá enfocar este u otros aspectos presentes en la escritura de los textos expositivos.

BIBLIOGRAFÍA
Ø ALVARADO, Maite: El lecturón, Libros de Quirquincho, Buenos Aires, 1989.
Ø LORENZINI, E. y FERMAN, C.: Estrategias discursivas. Prácticas de la comprensión y producción de textos en castellano, Club de Estudio, Bs. As., 1992.
Ø MARRO, M. y DELLAMEA A.: Producción de textos, Editorial Docencia, Buenos Aires, 1993.
Ø MUTH, K. Denise (comp.): El texto expositivo. Estrategias para su comprensión, Aique, Bs. As., 1990.
Ø Monográfico Leer y escribir, Cuaderno de Pedagogía, Ed. Fontalba, N° 216, Barcelona, julio-agosto 1993.
Ø SANCHEZ MIGUEL, Emilio: Los textos expositivos, Santillana, Madrid, 1993.
Ø SERAFINI, María Teresa: Cómo se estudia, Paidós, Barcelona, 1991.

[1] Nos hemos referido a este concepto en el apartado titulado TIPOLOGÍAS DE TEXTOS.