En el jardín soleado todo invita a cantar. ¡Cómo lucen sus flores los geranios y cómo cuchichean los gorriones!
Un picaflor se acerca a la corola abierta de un floripón, se adentra en ella quizá buscando néctar, pero su movimiento ha sido tan rápido que ya está afuera otra vez. Y se aleja en busca de una nueva corola.
-¡Qué hermoso!, ¿verdad?
-¡Hermosísimo! Mira, mira… Vuela hacia atrás… ¡Qué maravilla! Nunca me había dado cuenta de ello… ¿Habrá otro pájaro que vuele hacia atrás?… Yo no lo sé… ¿Lo sabes tú?
-No, no lo sé.
Ambas quedan pensando. De pronto, María Emilia, que todo lo observa, advierte:
-¡Cómo trabaja esta araña! Ahora mismo se le ha cortado el hilo que teje. Pero busca otra vez la punta. Trabaja para unirlo… Ya lo hace… ¡Y qué cosa! No se conoce dónde ha sido la unión… Continúa… ¡Ésta sí que es una tejedora hábil y prolija! No hay una sola falla en la tela… ¡Cuánto se aprende en la naturaleza!
-¿Qué me dices? ¿No te advertí que hasta en la música del chingolito encontrarías sabiduría?
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