Hoy se festeja el cumpleaños de María Emilia.
Ernesto ya tiene su repisa terminada. Observándola bien se nota delicadeza en sus líneas, arte en el calado, limpieza en el lustre.
Ya está en el escritorio de la niña. Sobre la repisa, sin nadie lo note, María Emilia deja un libro de versos que ella misma ha compuesto y encuadernado. Poco después, Rosa penetra en punta de pie y, sobre el libro, coloca un ramillete de fresias olorosas.
María Ester, que ha estado desvelada toda la noche pensando en el regalo, entre en el escritorio y, como no ve a nadie, coloca frente al libro un Pinocho grotesco de madera en actitud de burla y haciendo pito catalán.
Poco más tarde llega Alcides. Trae un cuaderno donde ha transcripto con letra clara sus “Nuevas Leyendas”, a las que ha ilustrado convenientemente.
Nadie se olvida de la buena María Emilia. Ni el mismo Joaquín, el que por andar mirando las nubes, olvida de vez en cuando realizar su trabajo.
Entre con un vaso de agua, lo coloca sobre el escritorio y, por momentos, duda acerca de lo que debe hacer. Se siente; toma después papel y tinta. Moja la pluma y escribe:
“Te regalaría una estrella… ¡pero es tanta la distancia a recorrer para traerte una! Lo único con que puedo obsequiarte es un con vaso de agua; pero ésta es agua del cielo. Te sabrá a licor de ángeles. Y un fuerte abrazo de Joaquín.”
¿Nada más? Hay más. Mete la mano en el bolsillo y saca un prendedor. Es la representación de una mariposa se colores asentada sobre una media luna. La coloca en el borde del vaso y en voz baja murmura:
-¡Merecerías todo el cielo!
Y se va.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario