jueves, 17 de febrero de 2022

Carta

He leído, Alcides, tus leyendas… ¡Qué bueno eres! ¡Cuánta ternura y delicadez hay en tu corazón! Si tú hubieras hecho el mundo, tengo la seguridad de que en los rosales jamás hubieras puesto una espina ni en nuestra lengua hubieras puesto una palabra que pudiera ofender.
Yo que leo y leo, y nunca me canso de leer, te digo:
-No he aprendido en los libros tanto como lo que he aprendido leyendo tu cuadernillo. ¿Acaso la bondad será sabiduría? ¿Con razón miras de una manera tan plácida! ¡Con razón encuentro en tu frente tanta claridad! Hablas de los árboles y de los pájaros como si te hubieras adentrado en sus vidas y en sus almas. ¡Cuánto cariño hay en ti! Siento orgullo de ser tu hermana y ser tu compañera. ¿Orgullo? Ya lo dije. Quizá no te agrade la palabra, pero es así. De no agradarte, cambia “orgullo” por “satisfacción”. Tal vez sea mejor.
¡Dichoso Joaquín que puede regalarte una estrella para que te ilumine siempre! Yo, ¿qué puedo ofrecerte? Un puñadito de lágrimas… ¡y nada más! Qué poquita cosa, ¿verdad? Pero son tuyas. Me las has hecho brotar mientras leía tu cuadernillo.
Nunca estuve tan cerca de tu corazón.

María Emilia.

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