martes, 2 de agosto de 2022

del tiempo

En medio de pegajosas sombras ocres, un descarnado perfil de mujer. Fatigada, de pie, cubierta con hiedras muertas, agita por momentos los brazos hacia un reflejo azulado que desde la izquierda, apenas se insinúa. Con voz espesa, de marea montante, dice:
Hace tiempo. Está todo tan lejos. Ayer mismo, la hora que acabo de matar, ahogándola con palabras inútiles, este instante. Este! Lo ven? Aquí, sobre mis uñas. Apenas nacido se coloca ya el vestido violeta de lo antiguo. Estoy condenada a vivir conjugando el Ayer. Siempre así: vuelta la cabeza, tendiendo hacia el hueco las manos que nunca alcanzan nada. Fue mi primer gesto y ha de ser también el último. Solo tengo memorias. Pero un pájaro enloquecido me arañó las sienes una vez. Buscaba entre mis enroscadas zarzas secas algo distinto que llamaba Ilusión.
TIEMPO! TIEMPO! Yo nunca pude verte el rostro. Ah! Como quisiera saber de tus ojos. Me dijeron que en tu boca las palabras se llaman todas con ese otro nombre que tampoco entiendo: Esperanza, ¿Qué querrá decir? Háblame, TIEMPO. Vuélvete. Quiero ver tu cara, los ojos, el torso agrandándose al venir hacia mí. Aunque me aterrorices. Nunca vi a nadie de frente, entero. Debe ser como lastimarse con cuchillos de luz. De todos, como de ti, apenas si conozco la espalda, los codos. Siempre alejándose, yéndose siempre.
Quiero nombrarte con la palabra que robé en la hora amarilla del tranvía. Aquí la tengo, oculta entre los pliegues del cuello. No me la quitaran. Quién se atreverá a meter sus manos en mis grietas? Quedaría sin dedos. Sé, yo lo sé: de frente te llaman FUTURO. FU-TU-RO. Suena a tren, no a piedra en el barranco como Ayer. Estoy hasta de llamarte así: Ayer. El nombre de tu espalda. Quiero verte el pecho. ¡Basta! No me seques la lengua; deja de arrojar sal a mis rodillas. Ya no puedo! Espera... no corras. Aguarda. Ténme lástima. No goces con mi jadeo. Nací vieja y tampoco quieres mostrar mi último segundo. Si pudiera echarme a descansar! No corras. El año que pasó, el mes pasado, la semana anterior, ayer, hace una hora, un minuto atrás. Acaso no podré abrazarte nunca?
Bésame, TIEMPO. Pon tu rosa sobre mi ceniza. Apenas el largo de un suspiro. Pero ven. Mira que ya tengo tu otro nombre FUTURO. Y alguna vez, quizás en la hora anaranjada de una mediatarde... quizás... alguna vez... también pueda robarte el rostro.

Ines Delina Fornao
Revista Pausa, Rosario, marzo 1958, Año 1, Número 3. Pág.3

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