un perro como la gente.
Al fin el tiempo y la esperanza
me dieron uno, pero bien mirao
es hombre de pocas pulgas.
Yo no atrancaba la puerta
de mi rancho, ni durmiendo;
¿pa qué? ¡si del lao de ajuera,
por malo que juese’l tiempo,
la enrejaba de colmillos
el coraje de mi perro!
Cimarrón, medio atigrao.
Lo hallé perdido en las sierras,
boquiando de agusanao.
¡Malo, como manga’e piedra!
Tuve que trairlo enlazao
pa' curarle las bicheras!
Y... a’i se quedó, aquerenciao.
Compañero de horas lerdas,
trotiando abajo’el estribo
¡ni carculaba las leguas!
y ande afluejaba la cincha,
se echaba a cuidar las priendas.
Eso sí ¿eh? ¡Muy delicao!
¿Manosiarlo? ¡Ni le cuento!
Se ponía di ojo estaviao
y se l’erizaba’l pelo.
Con que... tenía bien ganao
su apelativo: "El Malevo".
¡Qué animal capacitao
pa'l trabajo en campo abierto!
¡Había que verlo al mentao,
trajinando en un rodeo!
De ser cristiano, ¡clavao
qu’era dotor aquel perro!
¿Yo echar tropilla’l corral?
Le chiflaba entre dos dedos,
y embretaos en el chiflido
me los traiba, clin al viento;
¡y era un abrojo, priendido
de los garrones de un trueno!
Una vez, bandiando tropa
con much’agua en el Río Negro,
caí quebrao di un apretón
entre un remolino’e cuernos,
y me ganó la mollera
l’escuridá y el silencio.
Cuando golví’abrir los ojos,
cruzaba una nube’l cielo.
Gemidos y lambetazos
llegaban como de lejos.
¡Redepente, compriendí!
Medio me senté en el suelo
pa darle gracias: "Hermano,
d’esta, te quedo debiendo.
¡No me halla ni el pan bendito
si no me sacás, Malevo!"
¡Y una inmensa gratitú
se me atracó en el garguero!
Güeno; la cosa pasó.
Yo dentré pa'l casamiento.
Hice’l horno, la cocina,
mi rancho estiró un alero,
y en su chúcara clinera
charquió el arrorró, y el rezo.
¡A los dos años, gatiaba
mi gurí sobre un pelego!
O andaba po’l guardapatio,
priendido a la cruz del perro;
ah! ¡porque’l me le sacó
las cosquillas al Malevo!
Lo habrá tomao por cachorro
de su cría, el pendenciero.
Le soportaba imprudencias,
se priestaba pa' sus juegos,
y ande amenazaba cairse
¡se l’echaba bajo ’el cuerpo!
La cosa jué tan de golpe,
que hasta me parece cuento.
Jué dispués de un mediodía,
como pa' fines d’enero.
Yo me había echao en el catre
pa' descabezar un sueño.
La patrona, trajinaba,
prosiando con el borrego;
y un redepente, aquel grito
como de terror: "¡Rosendo!"
Y ya me pelé pal' patio
manotiando el caronero.
Ella, estaba contra’l horno
tartamudiando en silencio;
tenía al gurisito alzao,
tembloroso contra’l pecho;
y avanzando, agazapao
como una fiera, ¡mi perro!
¡Enseñaba unos colmillos
como puñales! Los pelos
se le habían parao di un modo
que costaba conocerlo,
y ¡en las brasas de sus ojos
se habían quemao los recuerdos!
De un salto me puse enfrente;
le pegué el grito: "¡Malevo!"
Lo vi soltar una baba;
-"¡Está rabioso, Rosendo!"-
-"No te me acerqués hermano!
¡Echá p’atrás! ¡Juera perro!"
Redepente, me saltó.
Ladié pa' un costao el cuerpo,
sentí como que la mano
lo topaba contra el pecho,
y cayó; cuasi sin ruido;
como una jerga en el suelo...
Cuando lo miré, los ojos
se le habían puesto muy güenos,
¡como dándome las gracias
se le acortaba el resuello!
Se arrastró, lambió mis pieses,
y me brotó un lagrimeo.
"No tenía pa' elegir,
hermano! ’tabas enfermo.
Jué po’l, cachorro, ¿sabés?
¡De nó, no lo hubiera hecho!"
Menió la cola una vez,
dos veces, y ¡quedó muerto!
Por eso es que, desde entonces,
no me gusta tener perro;
y cuando voy de a caballo,
me parece que lo siento
seguir abajo ’el estribo,
¡trote y trote por el tiempo!
Nota: También el nombre del poema suele reducirse simplemente a "El Malevo", aunque el nombre completo es "Romance del Malevo". Su autor, Osiris Rodríguez Castillos, nacido en Montevideo el 21 de julio de 1925, fue un poeta, escritor, investigador, compositor, cantante, instrumentista y luthier de Uruguay y está considerado como uno de los pilares del folclore de su país. Falleció el 10 de octubre de 1996.
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