¡Ya nada queda en el rancho!
Volvi otra vez, cabizbajo
porque aquí me había criado.
De nuevo planté semillas
y levanté el alambrado,
traje unas pocas gallinas
y me prestaron caballo.
Yo me acostumbré a tu canto,
a que seas mi patrón,
a caminarte descalzo,
a nombrarte en mi oración.
Crecí sabiendo que el río
era fuente de trabajo
y te ofrecí mis dos brazos
a cambio de dignidad.
La semilla se hizo planta,
nunca me faltó el centavo,
tengo las manos callosas
de manejar el arado.
Padre río ¿Qué me has hecho?
¡Ya nada queda en el rancho!
Esta vez me cuesta creerte,
como hombre me he revelado.
¿Por qué el pobre no merece
las gracias que a otros le han dado?
Busqué mujer, tuve hijos,
a Dios rezo, soy cristiano
y voy tragándome el llanto
mientras hago mi reclamo.
Tengo derecho a decirte
yo que no hice nada malo,
yo que no siento cansancio
y voy remando, remando,
llevándome en la canoa
los sueños que fui soñando
y un poco de tierra fresca
para cuando vuelva al rancho.
Padre río, te aseguro,
que ya te habré perdonado.
yo que no hice nada malo,
yo que no siento cansancio
y voy remando, remando,
llevándome en la canoa
los sueños que fui soñando
y un poco de tierra fresca
para cuando vuelva al rancho.
Padre río, te aseguro,
que ya te habré perdonado.
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