domingo, 5 de enero de 2014

La lavandera

Ropas de la muñeca: cofia, delantal, vestido, camisitas... Todo un copo de nieve en las pequeñas manos de María Ester.
El agua cae a chorros sobre la baten, salpicando con sus gotas clarísimas todo cuanto hay a su alrededor.
Las manos de la pequeña meten en el agua las ropas de su muñeca. Jabona, refriega, enjuaga. Hace cuanto ha visto hacer a su mamá cuando limpia las prendas de sus hijos. No olvida un detalle; como si tuviera plena conciencia del trabajo que realiza.
Contemplándola, uno piensa en la mujer que lava. No hay para ella día de descanso ni agua caliente en los días del invierno. Las manos en el agua se purifican. Se blanquean y se sonrosan. Parecen adelgazarse y la piel de las palmas se arruga. Pero no se detiene. Lava y lava porque las prendas deben estar siempre limpias. Sabe que la limpieza en el más hermoso de los lujos.


-Oler a limpio es oler bien -dice la abuela.
Cuando termina el trabajo tiende la ropa sobre una linea tensa. La secarán el viento y el sol. Y al viento y al sol la ropa limpia es como una bandera de alegría.
"Mañana será domingo, piensa María Ester". Y se imagina andando por el parque, con su muñeca en brazos, hermosa en la frescura de sus vestidos claros que ella mismo limpió con sus manos, un poco, pero muy poco, más grandes que las de su muñeca.

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