sangre que llevas mi sangre,
duerme tranquilo tu sueño…
¡Tienes madre!
Duerme tranquilo en mis brazos,
en este trono tan grande
que Dios tan solo concede
a los hombres cuando nacen.
Yo espantaré con mis ojos
a quien venga a despetarte;
duerme tranquilo alma mía…
¡Tienes madre!
Ningún peligro te asuste,
no te de miedo de nadie;
de lobos que te acosaran
yo sabría resguardarte.
Y cuando el invierno llegue
el frio no te acobarde:
yo traeré la leña del monte…
¡Tienes madre!
Te esperan en este mundo
traiciones y falsedades,
y no has de librarte de ellas
aunque vivas vigilante.
Hay solamente un cercado
donde la traición no cabe:
búscalo que está en mi pecho…
¡Tienes madre!
Yo seré luz de tus ojos,
lucero que te acompañe
alimento de tu boca
medicina de tus males.
Y seré flor en tus pasos,
y seré olor en tu aire,
y seré sombra en tu vida…
¡Tienes madre!
Cuando penes ve a mi encuentro,
que en el camino has de hallarme
cuando llores no me grites
que yo iré sin que me llames,
pedazo de mis entrañas,
sangre que llevas mi sangre,
duerme tranquilo tu sueño…
¡Tienes madre!
Serafín y Joaquín Álvarez Quintero
Tomado de Fuentes de vida de B.N.B. de Iacobucci y G.C. Iacobucci, pág 241
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