Sobre tus sienes su invisible mano,
El Padre de los cielos te bendiga
Desde su trono de oro soberano.
Hoy el sol de tu vida se levanta;
El alba ya pasó. Brilla en tu Oriente
Magnífica su luz; deslumbra, encanta,
¿Nunca una nube eclipsará su frente?
¡Ah! Quien pudiera detener la noche
Que los años traen yerta y oscura,
Y bajo eterno sol guardar en broche
La delicada flor de tu hermosura!
Ríe; canta feliz; sean tus horas
Gotas de agua de fuentes cristalinas,
Y sea de placer si inquieta lloras,
Tórtola de mis playas argentinas.
Guarda en tu corazón tan inocente
Por largo tiempo tu infantil sonrisa;
Y al adormirse tu virgínea frente
Sueña por tu jardín lirios y brisa.
De hora en hora tan libre como hermosa
Juega con tus canciones y tus galas,
Como juega la blanca mariposa
De flor en flor sin espinar sus alas.
Y como ella se escapa de los suelos
Embriagada en el ámbar de las flores,
Tu alma, soplo de Dios, alce sus vuelos
Al Padre de tus cándidos amores.
Pilar, y acaso si llegara un día,
Allá en el vuelco de lejanos años,
En que oprimiesen con su mano impía
Tu noble corazón los desengaños;
Mira estas hojas pálidas, sin nombre,
Con que oso coronar tus quince abriles:
Y busca luego sin temor al hombre
Que sonrió a tus años juveniles.
Jose Marmol
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