Voy a hablarte del heroísmo en cualquier oficio y del heroísmo en cualquier aprendizaje.
Aquel hombre, hijo mío, que vino a verme esta mañana, ¿sabes, el de la cazadora color de tierra? No es un hombre honesto. A dulce, a fiado, a trabajador, a buen padre de familia pocos le ganan. Pero este hombre ejerce la profesión de caricaturista en un periódico ilustrado.
Esto le da de qué vivir. Esto le ocupa las horas de la jornada. Y, sin embargo, él habla siempre con asco de su oficio y me dice: “–¡Si yo pudiera ser pintor! Pero me es indispensable dibujar esas tonterías para comer. ¡No mires los muñecos, chico, no los mires! Comercio puro…” Quiere decir que él cumple únicamente por la ganancia y que ha dejado que su espíritu se vaya lejos de la labor que le ocupa las manos, en lugar de llevar a la labor que le ocupa las manos del espíritu. Porque él tiene su faena por vilísima.
Pero dígote, hijo, que si la faena de mi amigo es tan vil, si sus dibujos pueden ser llamados tonterías, la razón está justamente en que él no metió allí su espíritu. Cuando el espíritu en ella reside no hay faena que no se vuelva noble y santa. Lo es la del caricaturista como la del carpintero, y la del que recoge las basuras, y la del que lleva las fajas para repartir un periódico a los suscriptores.
Hay una manera de dibujar caricaturas, de trabajar la madera, y también de limpiar de estiércol las plazas o de escribir direcciones que revela que en la actividad se ha puesto amor, cuidado de perfección y armonía y una pequeña chispa de fuego personal: eso que los artistas llaman estilo propio y que no hay obra ni obrilla humana en la que no pueda florecer; es la manera de trabajar buena. La otra, la de menospreciar el oficio teniéndolo por vil, en lugar de redimirlo y secretamente transformarlo, es mala e inmoral. El visitante de la cazadora color de tierra es, pues, un hombre inmoral porque no ama su oficio.
Hijo: tú eres un niño aún, pero ya hablo en ti a todas las almas jóvenes que están o han de estar pronto en estudio y en aprendizaje, y mañana en oficio, cargo o dignidad. A todos quiero decir la moral única en el estudio y en el aprendizaje, en el oficio, cargo o dignidad.
Además, nunca es tiempo perdido el que se emplea en escuchar con humildad cosas que no se entienden. Estas cosas trabajan los dentros y llega día en que el provecho se encuentra… Está, pues quieto.
Deja, niño, tus manos descansar en la mías. Mira con ojos extrañados salir de mi boca las palabras con un movimiento de labios y de dientes.
La palabra espíritu te la he de repetir mucho. Y tú me preguntarás tal vez, que cosa sea. Tú no la puedes saber de fijo y creo que yo tampoco. Pero bien está que hablemos de ello siempre que, si nosotros no la entendemos, él, el espíritu, a nosotros sí nos entiende y nos da mejor disposición a entendernos los unos a los otros y, por consiguiente, hacernos mejores.
Eugenio D´ors
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