Profundo sueño a la otoñal floresta,
¡Cómo tu dulce languidez se presta
A la expansión del sentimiento mío!
No temo yo que tu seno umbrío
De pronto surja tempestad funesta,
Pues sólo –como un alma mal dispuesta
Eres terrible cuando estas vacio.
Opacando tu luz, se arremolina,
Como llanto que pugna, la neblina;
Mas tu le pones invisibles vallas.
Al mirarte tranquilo, aunque nublado,
Me pareces un ser infortunado
Que sufres mucho y sin embargo callas.
Felipe Alva
Faro, pág 178
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