Nos une a la naturaleza, que en su reproducción no interrumpida, trabaja perpetuamente en nuestro provecho.
Si el trabajo pesa como el deber, la ociosidad pesa como el fastidio.
El trabajo fatiga el cuerpo, pero la ociosidad fatiga el alma.
El trabajo regenera, cambia, purifica, eleva; la ociosidad degrada, hastía, envilece, corrompe.
La fatiga del trabajo encuentra alivio en el reposo; la fatiga de la ociosidad no tiene descanso, porque el hastío y el aburrimiento son enfermedades incurables.
El hombre laborioso goza en moderados placeres; el vago, recorre frenético los útiles y los perjudiciales, encontrando en el fondo de todos el mismo desabrimiento, la misma soledad...
En una palabra: no hay más felicidad que la virtud; no hay más mérito social que el trabajo. Sólo la virtud dignifica al hombre; sólo la virtud salva los pueblos.
La virtud ilumina el universo moral como el sol el universo físico; y el trabajo lo rodea de una apacible atmósfera, a cuyo través lanza ella rayos, que dan calor y vida a los corazones.
José Manuel Estrada
Tomado de Fuentes de vida de B.N.B. de Iacobucci y G.C. Iacobucci, pág 153
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