En el mundo de los guaraníes había muchos dioses, pero dos eran los más importantes. Аñá era el dios del mal y Тuрá, el dios del bien. Un día en que el frio era muy fuerte, los indios encendieron muchas fogatas у se ubicaron a su alrededor para conversar amigablemente. Añá, al verlos tan unidos, decidió hacer una de sus habituales maldades y comenzó a soplar con furia para apagar las fogatas. Entonces intervino Tupá. Retuvo las chispitas que se desprendían de las hogueras y les dio vida. Así nacieron los bichitos de luz o luciérnagas, a las que los guaraníes dieron el nombre de Isondú. Los inquietos bichitos comenzaron a revolotear alrededor del sorprendido Añá. Se reían en las propias barbas de Añá “encendiendo” su indignación. Pero las fogatas se habían apagado y los guaraníes temblaban de frío. Condolido, Tupá bajó a la Tierra y volvió a encender el fuego. La cordialidad y la paz volvieron a геinar en las tribus. Añá, derrotado, se alejó de esos seres felices y volvió a sus oscuros dominios.
Desde entonces, los bichitos de luz iluminan las noches, imitando a las estrellas, y se ríen bajito cuando recuerdan la cara del malvado de Añá.
Revista Anteojito N°1512, pp.39
2 marzo 1994
https://archive.org/details/RevistaAnteojito1512/page/n38/mode/1up
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