domingo, 20 de abril de 2014

La leyenda del nacimiento de los siete monstruos

Desde aquella mañana de silencios en que Jahari fue sepultado, la calma reina en la aldea. Tume Arandu continua descubriendo misterios en las hierbas que crecen en el valle, Guarasyáva se hace dueña de los secretos de los animales del agua. Porãsy, en su reinado de belleza y hermosura pasea por los montes hablando con los pájaros. Tupinamba sigue conquistando cerros con su fuerza inigualable. Marangatu cuida a su unigénita con infinita bondad y ella, Kerana es el apodo de la hija única de Marangatu, ella duerme. Kerana, bella como sus tías, está en la flor de la adolescencia, sus ojos tienen el brillo del movimiento de las aguas cuando juegan con el sol. Sus delicadas manos existen sólo para las caricias. Su boca tiene la consistencia de la carne de las papayas maduras. Sus piernas han sido torneadas por el agua y los vientos con infinita dulzura. Kerana, la suavísima dormilona. Kerana, la joven más codiciada de toda la tribu.

Todos disfrutan de los escasos momentos en que la dormilona deja su hamaca para pasearse por la aldea, pero aún nadie imagina la desgracia que su belleza encierra para ella y para toda la gente que está a su lado.
Desde lo más oscuro de las sombras nefastas, Tau, el espíritu del mal, observa a la niña. La observa con deseo. La observa con pasión lujuriosa. La observa para encontrar los puntos débiles y atacarla. La quiere para sí y está dispuesto a todo para conseguirla.
El espíritu maligno se decide ahora a atacar. Para aparecer en la tierra convierte su repugnante cuerpo en el de un joven apuesto y elegante. Vestido como un extranjero acierta a pasar por la aldea donde Kerana duerme sus dulces sueños. Lleva entre sus manos un flauta mágica que hace sonar junto a la hamaca de Kerana. La niña despierta y ve al joven. Nunca antes había visto un joven tan hermoso. El genio maléfico sonríe grotescamente para sus adentros, pero en el exterior de su ingenioso disfraz la sonrisa es casi celestial y la mirada suavemente acariciadora. Kerana, hechizada por la música, la mirada y la sonrisa, lo escucha con placer. Más tarde el joven sigue su camino dejando extasiada a Kerana. Pero la estrategia del espíritu maligno es observada con detenimiento por Angatupyry, el espíritu del bien. “¡No te será fácil!” piensa para sí Angatupyry. La calma de otrora ya ha sido rota. Aunque en apariencias todo esté como entonces, en los cielos ha comenzado la lucha.
***
Kerana duerme y sus sueños son ocupados por una única imagen, la del joven que pasó como pasa la suave brisa, dejándola un placentero recuerdo.
Pero Tau le tiene preparadas otras trampas a la niña hija de Marangatu. Dos días después de su primera aparición vuelve con el sonido de su flauta mágica a despertar a Kerana. La niña ahora lo escucha embelesada. Ya no es sólo música lo que trae el joven desconocido. Ahora conversa con ella. Le cuenta historias maravillosas. La enamora. Angatupyry observa las visitas de Tau que ahora se hacen diarias. Un paseo por el monte. El obsequio de una mariposa de radiantes colores. Miradas de pasión.
Angatupyry decide intervenir. Primero siembra la duda en la niña. Le hace soñar sueños escandalosamente repugnantes. En sus pesadillas, Kerana ve como el joven apuesto y tierno se transforma en un horrible monstruo, se transforma en el mismísimo Tau. Pero la innata ingenuidad de Kerana la lleva a contar sus pesadillas al joven. Cuando Tau se entera de los sueños cae en la cuenta de que es acosado por Angatupyry y decide enfrentarlo. Como tantas otras veces, Tau y Angatupyry se han de trabar en una lucha sin tregua. Eligen como escenario los grandes campos cercanos a las colinas de Areguá.
***
La lucha es fragorosa. Durante seis días con sus noches se han debatido los espíritus contrapuestos cruzándose en furibundos encuentros cuerpo a cuerpo. Lanzándose llamaradas de odio. Kerana ha dormido esos seis días completos sin levantarse ni abrir los ojos.
Tau y Angatupyry, trenzados en recio combate, continúan ahora la lucha. Una vez más Angatupyry está venciendo. Tau extenuado trata de evadir las feroces embestidas del espíritu del bien. Una vez más el bien triunfará sobre el mal. En su lecho, Kerana comienza a tranquilizarse. Tau se va retirando de sus sueños.
Angatupyry sonríe viendo casi vencido a su eterno enemigo. Tau muerde el polvo de la derrota. Rueda por el campo una y otra vez tratando de esquivar los arrestos de Angatupyry. Su monstruoso cuerpo herido y dolorido ya no da para más, está a punto de retirarse del combate. Ya es el séptimo día de lucha y Tau se ve a merced de su enemigo, pero con el último aliento invoca al dios del valor. Lo invoca sabiendo que él también puede morir para siempre jamás con esa súplica.
Pytãjovái, ayúdame a vencer—, gime desde el suelo Tau.
Pytãjovái, ayúdame—, repite con desesperación viendo avanzar a Angatupyry.
Un viento de fuego frena el ataque de Angatupyry. Tras las llamas se escucha la horrenda carcajada de Tau. Pytãjovái ha escuchado los ruegos del malvado y se ha presentado en el campo de batalla con todas sus armas. No crecerá más el pasto donde el aliento del dios del valor ha sido expulsado. Angatupyry yace moribundo. Tau se levanta y mira altivo con sus ojos cargados de maldad. Kerana despierta de pronto. Marangatu que ha estado observando el largo sueño de su hija intenta hablarle pero la niña le pide que la deje sola y sube a lo alto de un árbol desde donde escruta el horizonte. Tau, convertido nuevamente en el apuesto joven se dirige hacia ella sin oposición alguna.
***
Kerana escucha el sonido de la mágica flauta del joven que le ha hecho perder la cabeza. Hechizada, baja del árbol y corre por el monte al encuentro del mágico sonido. Fundidos en un largo abrazo los jóvenes se saludan. Tau, desde su disfraz de ingenuo, por primera vez le habla con lascivia. Le habla de sus deseos más recónditos. Se desenfrena haciéndola protagonista de los placeres carnales que él imagina. La niña pretende resistirse pero Tau, conducido por sus propias ansias, se muestra ante ella con toda su fealdad convirtiéndose de pronto en el terrible monstruo que es. Grita Kerana y toda la tribu acude a su llamado. Tau se aferra a su presa y huye enceguecido. Nadie puede detenerlo. Lo ven alejarse llevándose consigo a la bella Kerana.
Tau conduce a la niña a su inaccesible morada y la persuade de intentar escaparse
No lo intentes, morirás si pretendes irte—, le dice con su voz de trueno.
Tau, a partir de entonces sacia su sed de placer en el joven cuerpo de Kerana.
Sometida, la niña llora desconsoladamente y su llanto enfurece aún más al terrible espíritu del mal.
No seré tuya jamás— grita Kerana cada vez que el monstruo la posee, pero el grito es apagado por los ensordecedores gruñidos de Tau.
La tribu implora, clama, pide a Arasy que interceda para lograr el milagro de rescatar a Kerana. La indignación y el estupor han invadido a las gentes que ahora piden un castigo ejemplar para el raptor desalmado. Arasy escucha los ruegos y maldice a Tau, lo maldice para toda la eternidad y maldice a toda su descendencia.
***
Siete lunas han pasado desde aquel día aciago en que Kerana fue raptada por el malvado. Siete lunas han observado pálidas de espanto la desesperación de la niña. Ahora Kerana está dando a luz. Ella espera un niño, pero la maldición de Arasy le ha hecho engendrar un monstruo.



Kerana da a luz un horrible monstruo de siete cabezas. Siete de cabezas de perro cuyos ojos despiden llamaradas. Siete cabezas de perro y un horrible cuerpo de lagarto. En el futuro será conocido como Teju Jagua. Siete cabezas de perro que le condenan a la inacción. Su ferocidad fue aniquilada por deseo de Tupã y, contrariamente a su horrenda figura, se alimenta solamente de frutas y de la miel que su futuro hermano menor, Jasy Jatere le lleva hasta su escondrijo. Kerana, asediada permanentemente por Tau, parió un hijo cada siete lunas. Todos sietemesinos. Todos fenómenos deformes. Todos malvados.


El segundo hijo del mal vio la luz con la forma de una gran serpiente con cabeza de loro y un descomunal pico. Su bífida lengua, roja como la sangre. Su piel escamosa y veteada. Su cabeza emplumada. Su mirada maléfica. Se le conoce con el nombre de Mbói Tui, ronda por los esteros y protege a los anfibios. Adora la humedad y las flores. Se lo puede identificar sin verlo pues lanza terribles y potentes graznidos que se escuchan desde tantísimas lejanías.





Kerana, abrumada por la pena, apabullada por el incontrolable Tau, carcomida por la certeza de estar engendrando monstruos capaces tan sólo de hacer el mal. Dolida porque su cuerpo es el artífice que está dando forma a un ejército terrible, pare su tercer hijo:

Se le conocerá en el mundo de los hombres con el nombre de Moñái y tal como su antecesor inmediato, su cuerpo es el de una enorme serpiente. Posee dos cuernos rectos e iridiscentes que funcionan como antenas. Sus dominios son los campos abiertos. Sube a los árboles con gran facilidad y se descuelga de ellos para cazar a las aves con las que se alimenta, a quienes domina con el hipnótico poder de sus antenas. Es por ello que también se dice que es el señor del aire. Moñái protege el robo y lo fomenta. Ladrones y sinvergüenzas aún hoy lo invocan en sus fechorías.

En su cuarto período de gestación, Kerana siente que al fin hay algo de humano en su vientre. A los siete meses, como ha ocurrido con todos sus hijos anteriores, pare a un niño de dorados cabellos y piel muy blanca, pero el niño ha nacido con un bastón áureo en su mano derecha.
Una leve presión sobre su varita mágica y el niño, al que llaman Jasy Jatere, desaparece volviéndose invisible. El niño horroriza a su madre desapareciendo y apareciendo en lugares increíbles. Jasy Jatere será el duende que en las siestas, escudado en su figura de niño, asediará a las jóvenes y a las niñas que se animen a salir solas, conquistándolas y poseyéndolas con los poderes de su mágico bastón. Dominará a las abejas y de ellas obtendrá la miel con la que se alimentará, cuyos restos lleva hasta la cueva donde vive su hermano mayor, Teju Jagua.






Kerana no tiene consuelo. Ya hace más de dos años que se encuentra presa del espíritu del mal y Kerana sigue contando los días. Su radiante cuerpo de otrora se ha deformado debido a los maltratos que ha recibido en forma constante por parte de Tau


Ahora Kerana da a luz al quinto engendro del mal. Su figura se parece en mucho a la de Tau, en sus rasgos agudos. En su piel oscura, en el cabello de alambre y la boca grande. Se le conocerá por su nombre: Kurupi, que llenará de temor a las jóvenes, y también se le conocerá por su principal característica física: un enorme y larguísimo pene que lleva enrollado a la cintura. Sus ataques a las mujeres solas que se aventuran por la selva serán mucho más furibundos y crueles que los de su hermano Jasy Jatere. En esos casos Kurupi viola y mata a sus víctimas. Pero su mayor diversión es raptar a las vírgenes, quienes desparecen misteriosamente para regresar encintas y listas para parir a los siete meses. Los hijos de Kurupi, sin embargo, mueren al séptimo día de un extraño mal. Kurupi domina a los animales silvestres y no abandona nunca la selva donde reina con el poder de su sensualidad, excepto para raptar a sus víctimas.

Cansada, desilusionada, entregada y mustia, Kerana da a luz a su sexto hijo. Una vez más sietemesino. Una vez más monstruoso. Se le conocerá con el nombre de Ao Ao. Posee la
facultad de reproducirse solo y vive en una gran manada en las zonas más inhóspitas de cerros y montañas. El Ao Ao se alimenta de carne humana y vive persiguiendo a las gentes que se aventuran por los cerros. La única manera de salvarse de la manada es trepando a un pindó. Cualquier otro árbol en el que se refugien los perseguidos será desarraigado por sus terribles garras y derribado en poco tiempo pero al parecer, el pindó posee algún hechizo contra la ferocidad de estos monstruos. El Ao Ao es cuadrúpedo pero cuando ataca se para en dos patas. Sus poderosísimas garras y su cabeza feroz nos recuerdan a un oso, pero su cuerpo es como el de una oveja y bajo esa apariencia logra que las gentes se acerquen sin temor.

El séptimo alumbramiento de Keraná fue tan terrible como los seis anteriores. Esta vez, de su vientre, nació una criatura totalmente contrahecha. Su cabeza, semejante a la de un perro, deja ver una larga hilera de filosos dientes de diferentes tamaños. 
Sus orejas son pequeñas e impuestas en la parte superior del gran cráneo. Su cuerpo esmirriado y seco, sus extremidades mitad humanas, mitad garras le dan un aspecto desgarbado. Se le conocerá con el nombre de Luisón
Luisón habita en los campos santos y se alimenta de los cadáveres que allí desentierra. Se le puede escuchar en las noches de luna llena, cuando emite sus lastimeros y aterrorizadores aullidos trepado a las lápidas de las tumbas.
Luisón fue el último alumbramiento de Kerana. Tau, parece concentrarse ahora en alimentar el malvado espíritu de su prole y se olvida de la doncella. Vejada y arruinada la pobre Kerana duerme cada vez más para evitar las lágrimas, infructuosamente, pues hasta en sueños llora…

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