El alero carcomido de la mísera tapera
cobija la nostalgia del antiguo domador,
que a su amparo se dormía en verano y primavera
estrechando entre sus manos el inútil arreador.
Un caballo viejo y triste, ya sin crines, a la vera
de los talas cabeceaba su vejez, y alrededor
unos perros ovejeros de mirada lastimera
se acordaban de otro tiempo que para ellos fue mejor.
¡Cuántas siestas durmió el viejo al amor de aquel alero!
¡Cuántas noches invernales paso oyendo del pampero
la canción que a sus oídos parecíale decir
cosas viejas, cosas muertas de otros pagos y otros días!...
Y en una de esas noches largas, melancólicas y frías
miró el campo envuelto en luna y sintió que iba a morir.
Héctor Pedro Blomberg
En“El hogar de todos” p. 155
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