domingo, 27 de octubre de 2013

La terrible abuela de los Maidanas (Velmiro A. Gauna)

Para el lado del cañadón de "Los Patos" vivían los Maidanas. Cerca y lejos del pueblo a un mismo tiempo. Cerca para intervenir en sus actividades, pesar en sus pleitos y gozar de sus alegrías, y lejos, para mantener en alto sus rebeldías y desafiar, al amparo de la selva y del estero, a la autoridad o a sus enemigos.
El rancho y el campo circundante eran su feudo. Durante mucho tiempo esa comarca fue suya y en ella dictaron su ley y la impusieron a fuerza de coraje y a punta de cuchillo.
Pero ya ese tiempo había pasado. Batallas y peleas fueron diezmando a los varones que morían fieles a su código ancestral: "a lo macho, a lo Maidana". Crisanto Maidana, el abuelo, había caído con Berón de Astrada en Pago Largo. Cuando sus hijos buscaron su cuerpo, al otro día del desastre, sólo hallaron el tronco descabezado que piadosamente enterraron al pie de un espinillo.
Rito Maidana, uno de los hijos, malherido en Vences, había muerto desangrado sobre su fiel caballo con el que quiso emprender el retorno y que, cuando el dueño cayó sin vida, permaneció sin moverse junto al cadáver una larga noche; otro, Segundo Maidana, quedó destrozado por la metralla en las trincheras de Curupaity y Andrés, el menor, murió peleando por una mujer, a la salida de un baile.
Cuando los paraguayos se descolgaron desde Corrientes al mando del General Robles, una partida de tres soldados llegó una noche al rancho de los Maidanas donde sólo quedaba Ña Emeteria, la mujer de Segundo, quien había huído con otros correntinos a hostigar a los invasores desde los montes.
Al verla sola los soldados quisieron abusar de ella, pero Ña Emeteria, descolgando un facón que su marido le había dejado, se defendió tan bravamente que hirió de gravedad a uno y atemorizó de tal manera a los otros dos, que huyeron llevándose al herido, pero no sin antes prender fuego al rancho que ardió por los cuatro costados.
Ayudada por los vecinos, la mujer levantó una nueva habitación a unos trescientos metros del lugar "pa estar cerca'l estero ande se había escuendido su hombre".
Las paredes quernadas aún se veían al venir del pueblo como mudos testigos de su hazaña.
En el rancho sólo moraba Ña Emeteria, fuerte y dura, en sus casi cincuenta años y un casal de nietos, que su único hijo Santos, le había traído desde la Capital para que los criara "a lo Maidana", sin decirle jamás el nombre ni el destino de la madre. Meses después supo, por boca del comisario, que su Santos "había muerto a un hombre y a una mujer y había juído pa'l Chaco".
Ella, que estaba moliendo maíz, en el patio, escuchó impasiblé la noticia y siguió batiendo el grano indiferente. Rosa, la mujercita, creció gárrida y diligente; era el brazo derecho de la casa y quien, con su trabajo, mantenía lo poco que quedaba de la hacienda.
Santito, en cambio, la tenía preocupada. Era bueno y la quería, pero gustaba más del ocio que del trabajo. Aborrecía el andar a caballo y las tareas varoniles. Rehuía las discusiones y hacía oídos sordos a las pullas.
A pesar de haber cumplido los dieciocho años, frecuentaba poco la pulpería, no alzaba facón y no le conocían novia.
-¡A ver si me ha salido maricón! - pensaba a veces, la vieja.
Pero, en seguida, reaccionaba:
-¡No, si es un Maidana en pinta!... Es medio blando nomás, pero ya lo ha de madurar el tiempo...

Una vela de sebo colocada sobre una botella estaba en medio de la pieza.
Sentada, junto a la mesa, Ña Emeteria liaba cigarro tras cigarro para matar el tiempo, mientras esperaba el regreso de los nietos, que habían ido a un baile en el pueblo. Santito, al principio, no había querido ir pero su hermana insistió con tanta pertinacia que, al fin, terminó por vencer su resistencia. La abuela, además, había sentenciado:
-Tenés que d'ir... Ya es hora que ésta tenga novio, sino se va a quedar pa vestir santos...
-Pero, ¡agüela!... - intentó protestar Rosa.
-¡Qué agüela ni agüela!... Si ya debés tener tu pior es nada m'hija...
-¡Y no! -terció el hermano- pa la fiesta'e Reyes andaba con el Zenón, prendido por su pollera como garrapata a la hacienda...
-Salí d'ahí con ese bruto... Si es más guaso que no se qué... -dijo la moza y entró a la pieza vecina.
Ña Emeteria recordaba la escena y sonreía cuando, de pronto la sorprendió la entrada violenta de la muchacha que gritó jadeante:
-¡Agüela... agüela!... Zenón salió'e la tapera y me quiso faltar...
-¿Y qué?
-Santito se le puso al frente y ahí quedaron peliando... La vieja suspiró aliviada.
-¿Peliando?... ¡Al fin mi nieto demuestra ser Maidana! Pero, súbitamente, recordó:
-¿Peliando?... ¿Y con qué?... ¿Si Santos no lleva cuchillo?
Y ahí nomás, descolgando de la pared el facón del finado marido salió corriendo para llevárselo.
Iba cortando campo, tropezando y cayendo, la mano cerrada sobre el puñal.
Cerca de la tapera oyó risas y gemidos.
El miedo le puso su mano de hielo sobre el corazón.
-¡Que no le hayan muerto, pobrecito! - imploró.
-Pasó por la puerta de la derruída habitación y lo vio, arrodillado en el medio, implorante, mientras, a su lado, Zenón le acotaba misericorde con una varilla.
Al ver a la vieja el hombre detuvo su castigo.
La mujer se acercó al nieto y le ofreció el facón.
-Tomá mi'hijo, ¡defendete!
Pero, Santito; abrazándose a sus rodillas; gimió:
-¡No, agüela, me va a matar!
Y se apretaba como un corderillo temeroso contra sú falda.
-¡Je!... ¡Qué se va a defender si es un marica!... - se burló Zenón y escupió despectivo.
El insulto hirió a la vieja como una bofetada. El recuerdo de todos los Maidana muertos heroicamente cruzó por su memoria e imaginó cómo despreciarían a éste descendiente que no sabía hacer honor a su apellido.
Entonces, con el facón que tenía en la mano, el mismo con que había ahuyentado a los paraguayos que quisieron mancillarla, dio un fuerte golpe en la cabeza del nieto que cayó desvanecido.
Después, terrible como una de las Furias, dijo al hombre:
-¡Y aura, maula, defendete!
-¡Bah! No peleo con mujeres... - respondió Zenón y buscó la puerta.
Pero frente a la misma, con el puñal en la mano, estaba Ña Emeteria.
-¡Déjeme pasar, vieja loca!...
Pero un feroz planazo lo arrojó contra la pared. Furioso sacó su arma y entre las sombras, que apenas alumbraba una luna amarillenta, se desarrolló el duelo singular.
Ña Emeteria parecía haber rejuvenecido. Se movía diestra y ágil, y su acero iba marcando rojas líneas en la cara del ofensor.
Zenón se limitó a defenderse en un principío, pero, luego, al ver en peligro su vida, se tiró a matar.
La vieja intuyó el golpe y se hizo a un lado, recibiendo en la punta del cuchillo al hombre que, llevado por el impulso, se clavó en la hoja. De su boca escapó un chorro de sangre y cayó exánime junto al ofendido.
Ña Emeteria sacó el cuchillo del pecho y se arrodilló al lado del nieto. Ya llegaban a ella las voces de la gente que parecía venir en su ayuda. Su mano callosa buscó el corazón de Santito y, sin vacilar, hundió el facón hasta la empuñadura.
Luego lo arrancó de un golpe y lo tiró entre ambos cuerpos.
Cuando arribaron lós vecinos conducidos por Rosa, hallaron a Ña Emeteria, de pie, junto a la puerta.
-¡Ahí están! -dijo- ...Muertos los dos...
-¡Muertos!... -gimió Rosa-. ¡Pobre Santito!
-¡Pobre, no!... -tronó la vieja- porque murió en su ley... "a lo macho, a lo Maidana"...
Los vecinos cargaron el cuerpo del nieto sobre un poncho y lo llevaron al rancho.
Al frente de ellos, dura y fría, marchaba la víeja.

Velmiro A. Gauna
Publicado en el Dianio "La Prensa" de Buenos Aires, Traducido al ruso e incluido en la Antología "Cuentistas Argentinos" publicado por la Biblioteca "Literatura Extranjera", Moscú, año 1957.



Los personajes femeninos tienen en Ayala Gauna una bien marcada fisonomía. Dos son las características esenciales: la picardía y la volubilidad en las jóvenes, y la fidelidad y el estoicismo cuando maduras. Dentro de estos matices, constituyen algunos de los personajes más ricos en personalidad dentro de su narrativa. Es que la mujer representa un papel esencial dentro de las estructuras sociales de nuestro litoral, donde la familia, patriarcal por constitución, deviene en la práctica eminentemente matriarcal, al ser la mujer la que lleva todo el peso del cuidado del hogar y de los hijos, por el constante abandono -llevado. por sus tareas como pescador, campesino u obrajero, o por su natural nomadismo- a que la somete el hombre.
Ya hemos manifestado anteriormente nuestra opinión de que son más firmes y valiosas, por su contextura humana y por su reciedumbre de carácter, las mujeres ancianas o maduras. Ña Emeteria -protagonista de La abuela, uno de los más renombrados cuentos del autor, traducido a varios idiomas, entre ellos el rusa- es una de las más representativas de esas bravías cualidades de la mujer litoraleña, a la que la vida exige enfrentar por si todas las vicisitudes del destino, suplantando al hombre en la lucha por la vida, y hasta blandiendo el cuchillo en duelo criollo.
EI concepto del honor, básico en la personalidad de nuestro hombre de ascendencia guaraní, encuentra en ella toda su fuerza pasional, no vacilando en matar a su propio nieto cobarde y vencer en duelo a un hombre, para dejar bien salvo el nombre de su familia, los Maidanas, que tantas glorias conquistaron en las luchas montoneras de la época del caudillismo o de la guerra fratricida con Paraguay.

Castelli, E. (s/a) Velmiro Ayala Gauna Hombre y tierra del litoral, pp. 20-21. Ediciones Colmegna. Santa Fe. Argentina

La paloma de la puñalada

Un pájaro ha caído entre las hierbas. Cansado, enfermo, sediento...
-¡Chuí!... ¡Chuí!... ¡Chuí!
¡Nadie en la cercanía!
Una paloma, de regreso al hogar, cruza rasgando el aire.
-¡Chuí!... ¡Chuí!... ¡Chuí!
La paloma oye el triste llamado. Disminuye la velocidad del vuelo. Cambia el rumbo. Desciende. Ve al pájaro amigo, cansado, enfermo, sediento...
-¿Cuuú? ¿Cuuú?... ¿Cuuú?
-¡Chuí!... ¡Chuí!... ¡Chuí!
¡Y el arroyo está lejos! ¡Y no hay siquiera un charquito en la cercanía!... ¿Ir y volver?... Pero, ¿qué puede conseguirse con traer apenas una gota, como de rocío, en el pico?
Ya no piensa más.
Y la paloma comienza a picotearse el pecho. Se sangra. Acerca su pecho al pico del pájaro sediento. Una gota, y otra gota, y otra más, hasta aplacar la sed.
La vida canta.
Y en el pecho de la paloma herida queda para siempre una mancha roja como recuerdo de su generosidad.
-¡Adiós, y gracias, palomita de la puñalada!

domingo, 20 de octubre de 2013

Paí Pajarito (Velmiro A. Gauna)

Casi nadie en Loreto lo conocía de otra manera que por "Paí Pajarito".
Algunos de los más viejos del pueblo aseguraban que su apellido era Ortiz y que su nombre debía ser algo así como Francisco o Federico. Cuando, llenos de respetuosa humildad, los curiosos interrogaban:
- ¿Cómo se llama, Padre?
- "Paí Pajarito".
- Pero -solían insistir- ése no es un nombre, Padre...
- ¿Y por qué no ha de serlo, hijo? Si con él me conozco y me estiman, eso me basta. ¡Un pajarito del Señor! ¡Alabada sea su gloria! y nada más.
Luego tomaba las cuentas del rosario entre sus toscos dedos y, dando comienzo a sus rezos, se iba por los caminos procurando empequeñecer su alta silueta: gacha la cabeza, hundidos los hombros, arrastrando los pies por la tierra del camino. De los ranchos de barro y paja escapaban chiquillos desgreñados y mugrientos a arrodillarse a su frente.
- ¡La bendición, "Paí Pajarito"!...
La ancha mano del cura trazaba en el aire el signo de la cruz y sus labios derramaban las sacramentales palabras.
- ¡Dios te haga un santo m'hijo!...
A veces, escapando de su guarida en los esteros del Iberá, era un paisano rotoso, de lacios cabellos grasientos, mirada arisca y gran cuchillo cruzado en la cintura quien se detenía a su paso, con el aludo sombrero entre las manos, para pedir respetuosamente:
- ¡La bendición, "Paí Pajarito"!...
Tal como lo hiciera con el niño, el religioso alzaba su mano en el gesto del ritual sobre el hosco "lagunero" y repetía:
- ¡Dios te haga un santo m'hijo!...
Y, al alejarse de su lado, el sacerdote pensaba:
- Seguro que éste no debe tener la conciencia muy tranquila. Alguna res carneada en lo oscuro o quizá alguna "desgracia". Por las dudas, recemos por el alma del difunto...
Bondadoso y de pocas letras "Paí Pajarito" gobernaba espiritualmente su grey con métodos de cristiana simplicidad. Hacía el bien y procuraba evitar el mal. Más que el castigo le gustaba perdonar, pero, si era necesario sabía ser duro e inflexible como el que más. Mascullaba unos pocos latines y sus sermones estaban llenos de coloridas imágenes que llegaban directamente al entendimiento de sus feligreses. No se andaba con chiquitas con las interjecciones y las decía con todas sus letras. Cuando era preciso acudía al cantarino idioma guaraní para aclarar los puntos más difíciles.
"Paí Pajarito" había sido uno de los trescientos jóvenes misioneros que el muy correntino don José de San Martín, oriundo de la reducción jesuítica de Yapeyú, había pedido para formar el grueso de sus Granaderos a Caballo. Y con su comprovinciano había estado en San Lorenzo, Chacabuco y Maipú. Con él subió hasta el Perú, por el Pacífico, peleando y luchando por la causa de la libertad. A fuerza de coraje consiguió los galones de capitán y el respeto de sus jefes.
Después los rumores eran confusos. Unos decían que, herido, había estado internado en un convento de Lima donde un monje muy piadoso lo había convencido para que tomara los hábitos, otros que lo hizo complaciendo un pedido de su madre, y no faltaban los que hablaban de una mujer...
En su pobre habitación, "Paí Pajarito" pasaba revista a su modesto vestuario. Con dolidos ojos contemplaba el verdoso pantalón con el profundo desgarrón que acababa de hacerse en la gastada tela al intentar ponérselo.
- Lo voy a llevar a doña Jacinta para que lo zurza - pensó -. Entretanto, sin embargo, debo ponerme algo...
Buscó y rebuscó con la mirada por la desnuda pieza y, finalmente, se dirigió a un antiguo arcón. Levantó la tapa y de allí extrajo sus viejos pantalones de granadero junto con un par de polvorientas botas y se vistió con dichas prendas.
Por un momento recobró su militar aplomo. Cerró los ojos y un mundo de recuerdos pasó por su memoria. Su figura se agrandó al alzarse de hombros y dilatarse el amplio pecho.
Súbitamente, sin embargo, pareció despertar y tendiendo la mano a la raída sotana cubrió con ella su atavío guerrero. Buscó el breviario y yendo lentamente de arriba abajo por la estancia, dijo con pausa sus oraciones matinales. Concluidas ellas salió al patio de la iglesia a pasearse debajo de los naranjos que él mismo había plantado y cuidado. Y allí lo encontró, minutos más tarde, doña Porfiria Gómez, la viuda de don Anacleto Gómez que hacía seis meses había muerto de resultas de una picadura de una yarará.
- ¡Buenos días, Padre!
- ¡Buenos días, hija! ¿Qué te trae por estos lugares tan de mañanita?
- Es por mi hijo, sabe... el Pantaleón...
"Paí Pajarito" fue en busca de unas sillas de paja e invitó:
- Sentate y hablá...
La vieja, lentamente, empezó a narrar su cuita.
- Después que murió mi viejo al capataz le dio por invitar a mi hijo para salir de diversiones. Primero eran unas pocas veces a la semana, pero, ahora, son todos los días. Varias noches no ha vuelto a dormir a casa... Poco a poco me está vendiendo las vaquitas. Y todo por culpa del capataz.
Hizo una pausa para secar unas lágrimas y continuó:
- Ahora están en el boliche de don Lerma... Mi hermano Andrés se comidió para ir a hablar con él pero "el Mellado" lo insultó groseramente y hasta lo amenazó con el falcón...
- ¡Y tan bueno que era Panta!...
- Y es bueno, Padre, es ese hombre quien lo tiene así... Si Ud. se animara y lo fuera a hablar... El a Ud. lo respeta mucho...
- Bien, mujer, iré...
- Pero tenga cuidado con el capataz que es malo. Dicen que debe dos muertes en el Brasil...
- No te aflijas, hija, Dios cuidará de mí.

El boliche de don Lerma estaba cerca de los esteros del Iberá. A él llegaban de noche los hirsutos "laguneros" con su carga de cueros de carpincho, de nutrias o de vacunos cuatrereados en las estancia vecinas y de allí llevaban a sus misteriosos escondites su provisión de yerba, tabaco, caña paraguaya y balas de máuser. Siempre había gente y bullicio en el boliche y esa mañana la fiesta, comenzada la noche anterior, seguía con toda animación. Un acordeonista ciego, un guitarrero viejo y un arpista paraguayo tocaban incansables interrumpiéndose sólo para beber. Unas pobres mujeres y unos paisanos sin ocupación bailaban y bebían a costa de Pantaleón Gómez, que, semiembriagado, decía de tiempo en tiempo:
- Sirva otra vuelta, don Lerma, que yo pago...
A su lado, Cristino Vallejos, "el Mellado", lo palmoteaba animándolo.
- Así me gusta Pantaleón... Ahora sí que sos un hombre...
De pronto callaron las risas y la música se detuvo después de unos solitarios compases del ciego que, extrañado, preguntaba:
- ¿Qué pasa?... ¿Qué pasa?
Pero nadie se molestó en contestarle observando la oscura silueta de "Paí Pajarito" recortada en el marco luminoso de la puerta.
- Pantaleón... - llamó el cura.
El muchacho se levantaba ya cuando "el Mellado" lo tomó de un brazo y ordenó:
- Ud. se me queda acá.
Al oírlo el religioso se internó en el recinto y se acercó a la mesa donde se encontraba el joven.
Ignorando al hombre se dirigió al hijo de doña Porfiria.
- Vamos, hijo, tengo que hablar contigo.
"El Mellado" dijo entonces secamente:
- Aquí está y aquí se queda.
Humildemente "Paí Pajarito" rogó:
- Déjelo ir, la madre está afligida...
- ¡Y a Ud. qué le importa! - dijo el otro, agregando: - ¡Pollerudo entrometido!
Uno de los circunstantes al oír el insulto se atrevió:
- Pero, don Cristino, respete al Padre...
- ¡Qué Padre ni ocho cuartos!... ¡Y vos también cerrá el pico o te achuro...!
Calló el comedido, atemorizado, y el bravucón ensoberbecido, ordenó:
- ¡Y ahora siga la fiesta!... Y Ud. fraile baile y chupe o salga de aquí adonde naide lo ha llamado...
Pálido, muy pálido, "Paí Pajarito" se dio vuelta y se dirigió mansamente hacia la salida. Antes de llegar a ella aún le alcanzaron las mofas del insolente:
- ¡Dice que jué granadero`e San Martín!... ¡Qué va a ser!... Si ni es hombre ese marica...
Salió del boliche "Paí Pajarito" pero todavía adentro reinaba el silencio ya que la afrenta al buen cura había espantado a los presentes.
- ¡Siga la fiesta, he dicho! - repitió "el Mellado" cuando la claridad matinal que penetraba por la puerta tornó a oscurecerse.
Y "Paí Pajarito", pantalón y botas de granadero, el recio torso apenas cubierto por una camiseta y la sotana arrollada sobre el brazo a manera de poncho, volvió a entrar. Se dirigió hacia el mostrador y, tomando el largo cuchillo que don Lerma utilizaba para sus menesteres, ordenó:
- Pantaleón Gómez, váyase de aquí y Ud. si es hombre, impídalo...
"El Mellado" sacó su puñal y se cruzó delante del adolescente.
- ¡Hombre y bien hombre soy!
Rápido como la luz el granadero de San Martín estiró el brazo y pegó un un planazo sobre el rostro del otro. Enfurecido "el Mellado" contestó con una feroz puñalada que se perdió en el vacío mientras que con una agilidad insospechada su contendor le aplicaba recios golpes sin herirlo.
Así el duelo prosiguió por un momento entre el asombro de los espectadores. "El Mellado" tiraba a matar pero su adversario lo esquivaba y lo atontaba dándole con el plano del cuchillo como si jugara con él.
Hasta que al fin, cuando ya el sudor bañaba su frente, dio un hachazo recio y certero y la mano del matón quedó colgando, casi separada del brazo, por un tajo feroz que seccionó músculos y tendones.
- ¡Matame cura maldito y no me dejés inútil...! -rugió el herido desangrándose. "Paí Pajarito" irguió por un momento su fuerte figura, resplandecieron sus negros ojos y por espacio de un breve minuto, pareció dispuesto a "despenar", pero, dejando el cuchillo sobre una silla, bajó la cabeza y hundió sus hombros recobrando su modesta apostura.
- La vida, hijo... le contestó - es de Dios y sólo Él puede quitarla.
Y mientras las mujeres ponían en la herida telas de araña para restañar la sangre, se colocó sus hábitos, recogió del suelo el breviario que había caído del bolsillo y, llamando al asustado muchacho, le dijo:
- Vamos, Pantaleón...
Salieron juntos a la brillante luz de la mañana y ya fuera el cura le indicó con voz suave:
- Hijo, andá a consolar a tu madre que te espera en la Iglesia...
- Sí, Padre, y perdóneme mis faltas...
- Dios y no yo ha de perdonarte. Y ahora vete que estará intranquila.
Partió Pantaleón presuroso y detrás de él siguió "Paí Pajarito" con su lento paso arrastrándose por el polvo del camino, más gacha que nunca la cabeza, más hundidos los hombros y más ferviente en sus labios la oración:
- "Padre nuestro que estás en los cielos..."
Y como siempre salían a su paso los chiquillos:
- ¡La bendición, "Paí Pajarito"!
- ¡Dios te haga un santo m'hijo!
* * *
Aún se ven en Loreto los naranjos de "Paí Pajarito".
Velmiro A. Gauna


Pai-Pajarito, personaje del cuento del mismo nombre, no es producto de la fantasía: el relato recoge y recrea a una figura real. Se llamó Francisco Ortiz y fue granadero del general San Martin, bajo cuyas ordenes actuó en diversas acciones guerreras, conquistando el grado de subteniente. Después de la batalla de Maipú obtuvo el retiro para entregarse al sacerdocio y, ya consagrado en su ministerio, intervino en los diferentes pronunciamientos de Corrientes contra Rosas. Sus anécdotas son innumerables, y en todas ellas aparece clara esa singular amalgama de recia hombría correntina con la humildad y sencillez del sincero pastor de almas.
EI aspecto que siempre ha permanecido en casi absoluto misterio es el de los motivos que produjeron la crisis que lo llevo a una transformación tan radical en su vida, de militar a sacerdote; muchas tesis se han sugerido, entre ellas la más frecuente relativa a asuntos amorosos, pero sin argumentos suficientemente valederos como para aceptar su autenticidad. Darío Pintos ha publicado una novela biográfica sobre este hombre, y lo mencionan en sus escritos Pedro S. Obligado (en Leyendas argentinas), Hernán F. Gómez (en Vida de un valiente) y Julio J. Costa (en Entre dos batallas), entre otros.

"Por su inteligente actividad en el ejercicio infalible de la caridad cristiana -dice Costa-de día y de noche, le pusieron "Pai-Pajarito" que, en guaraní, quiere decir Padre Pajarito. El sobrenombre no es sino el nombre grafico que la imaginaci6n da a la impresi6n personal, y Pai Pajarito realmente parecía tener alas para el bien..."

En el relato de Ayala Gauna se pone de relieve fundamentalmente su compleja personalidad, el singular contraste entre su humildad apostólica y la recia contextura de hombre correntino, nacido y amasado en plena naturaleza, con toda la bravura y hombría heredadas de la tierra misma. Junto a Perurima y a Frutos Gómez, Pai-Pajarito se destaca netamente como una de las figuras sobresalientes creadas por Ayala Gauna.
El hombre correntino, según los conceptos que ya citamos de La selva y su hombre, “recibe la vida como un mandato de lucha en la que perecen los débiles y los incapaces”. Esta característica, que reza muy bien para la personalidad de Pai-Pajarito, coincide también con los rasgos del personaje de Araña pollito.

Castelli, E. (s/a) Velmiro Ayala Gauna Hombre y tierra del litoral, pp. 18-19. Ediciones Colmegna. Santa Fe. Argentina

sábado, 19 de octubre de 2013

La palabra


La señorita parecía enferma... Hoy ya no lo parece. Conversa con mas ánimo. Sonríe constantemente. Su palabra es caricia. Su mirada, consejo.
-¡Señorita! ¡Señorita!
-Gritos, no. Así nunca nos entenderemos.
Se hace silencio. Pero este silencio no es frío. Hay en el ambiente del aula mucha afectuosidad como para no distanciar los espíritus.
La señorita maestra sonríe nuevamente, y en la cara de todos los alumnos florece una sonrisa. Como cuando hay sol en el cielo, en todos los charquitos hay sol.


-Es hermoso hablar. Y escuchar es hermosa. cuando canta un pájaro, yo me quedo escuchándolo. Pienso que haría mal si interrumpiera su canto. En sus trinos, en sus gorjeos, y en sus silbos, dice cosas maravillosas, que nosotros no alcanzamos a comprender. ¡No dirá: "mamá"! ¡No dirá: "hijo mío"! ¡No dirá: "señorita"! Y ved qué lindas palabras son todas ellas. Se pronuncian con dulzura, con suavidad, con gracia... Cuando recitamos versos, ¿no lo hacemos con delicadeza como cuando estamos rezando? Cada palabra es un gorjeo: tiene su música. Todo el secreto está en decirla bien.

martes, 8 de octubre de 2013

Heladera


Evolución histórica de la Heladera:
A medida que el hombre consigue avanzar en la agricultura y lograr producción más abundante en la explotación de la tierra, surge la necesidad de buscar una forma de mantener los alimentos perecederos. 
Se presentaban problemas como la conservación de la leche que no servía para consumo al quedar de un día para el siguiente. 
Así surge la necesidad de los científicos de descubrir un método para refrigerar los productos y conservarlos durante más tiempo. 
Los antiguos griegos y romanos, por ejemplo, sacaban hielo y nieve de las cumbres de las montañas, y los guardaban en pozos tapados con madera y paja donde enfriaban sus alimentos y bebidas. 
La versión primitiva de la heladera era un armario de madera, aislado, en el que había un compartimento superior, donde se ponía nieve, y de ahí el nombre más antiguo, nevera. La parte inferior servía para almacenar los alimentos que requieren frío para su conservación. 
La nieve se llevaba a las poblaciones desde los picos cercanos que tuvieran nieves permanentes en verano, y si no en primavera, antes de la fusión, en carros aislados con paja, durante las noches, y se guardaba en unos pozos situados extramuros de la población. La importancia de tener nieve para enfríar y para fabricar refrescos, era tal, que en el siglo XIX se llevaba a Cuba en barcos, ya que no podía obtenerse de las sierras del continente. 
Más adelante, cuando empezó la fabricación industrial de hielo, se utilizaba éste en vez de la nieve, sobre un armario parecido al antiguo, aunque, generalmente ya era metálico y con mejor aislamiento térmico. En la parte superior (La antigua de la nieve) disponía de un depósito para agua, del cual salía por un serpentín, situado sobre la bandeja donde se ponía el hielo, que terminaba en un grifo desde el que se llenaba la jarra de agua fría. 
  • En 1755, el escocés William Cullen logró hacer un poco de hielo con vapor de agua en una campana de vidrio en vacío. 
  • 1805 en Filadelfia, Estados unidos, se había presentado una máquina que funcionaba por compresión de éter, inventada por Olivier Evans, y funcionaba por circuito cerrado. 
  • El año 1834, cuando Jacob Perkins inventó en Inglaterra el primer dispositivo para fabricar hielo, basado en un líquido que se evaporaba y luego se condensaba con la ayuda de una máquina. 
  • En 1844, John Gorrie desarrolló en los Estados Unidos una heladera que funcionaba comprimiendo y expandiendo un gas en forma alternada. De esta manera se aprovechaba el enfriamiento del gas al expandirse.
  • En 1859, aparece la primera máquina frigorífica por absorción, inventada por el francés Ferdinan d Carré.
  • En 1920, empezaron a usarse en los Estados Unidos heladeras eléctricas semejantes a las actuales. El invento se generalizó en la Argentina varias dé cada después. 
  • En 1929 agregando el frío por la parte superior e inferior. 
  • En 1939 saca al mercado una heladera con dos temperaturas y dos compartimientos.
  • Tiempo después apareció el "freezer" para el mantenimiento de alimentos congelados durante mayor período, en el uso doméstico.
  • En 1970, se popularizaron los llamados freezers, que permiten conservar alimentos congelados en buen estado durante varios meses.
En la Argentina, hasta mediados del siglo XX, los alimentos se conservaban en armarios cerrados donde se colocaba diariamente una barra de hielo, que se compraba en las carbonerías.

Actuales
Una heladera que enfría con el sol
Es ideal para zonas sin acceso a electricidad o gas, produce 5 kilogramos de hielo por día y no tendría costo de mantenimiento. Es posible conservar alimentos frescos sin energía eléctrica, sin gas y sin kerosene. El refrigerador, que utiliza la energía lumínica, funciona con un colector solar parabólico integrado al equipo, es ideal para zonas sin acceso a electricidad o gas, produce cinco kilogramos de hielo por día y no tendría costo
Hielo solar. Una heladera que funciona con el calor del Sol.
En tiempos en que la crisis energética es un tema de conversación habitual y la preocupación por el medio ambiente nos desvela, algunos investigadores argentinos dedican tiempo y esfuerzo al estudio de un mejor aprovechamiento de las llamadas energías sustentables. En alguno lugares donde no tienen acceso a recursos básicos como el gas natural o la electricidad.
Desde hace varios años y en diversos lugares del mundo se vienen desarrollando prototipos de cocinas solares, y ya existen diversos diseños sencillos y de bajo costo, para más sorpresa, esta heladera solar enfría de noche.

Dentro de la heladera
El proceso cíclico de enfriamiento
El enfriamiento se produce mediante un proceso cíclico en el cual un gas, como los gases CFC o clorofluorocarbonados, circula por un tubo que recorre las partes interna y externa de la heladera intercambiando calor. Los pasos del proceso para producir el enfriamiento son los siguientes:
  • Se comprime el gas en una parte de su recorrido que se encuentra en el exterior de la heladera (el compresor). Entonces aumenta su temperatura (la compresión calienta).
  • Se permite que el gas comprimido y caliente se enfríe (en el condensador) liberando calor al ambiente (el calor se transfiere de un cuerpo caliente a uno frío).
  • Al enfriarse, el gas comprimido se transforma en líquido (los gases muy comprimidos se condensan) y libera más calor al ambiente (cuando un gas se hace líquido libera calor).
  • El líquido pasa por un tubo muy delgado (capilar) que impide su expansión, al sector que se encuentra dentro de la heladera.
  • El líquido pasa a un tubo más grueso (evaporador), en la parte interior, que permite que el líquido se evapore y que el gas formado se expanda. Estos procesos quitan calor del interior de la heladera (la evaporación quita calor, la expansión enfría).
  • Al perder calor, el interior de la heladera se enfría (el cuerpo que pierde calor disminuye su temperatura).
  • El gas pasa al exterior de la heladera donde vuelve a ser comprimido y todo el proceso se vuelve a repetir.

Las partes de una heladera
Las principales partes de una heladera, donde ocurren estos procesos, son las siguientes.
Motor: toma energía de la instalación eléctrica e impulsa el compresor. 
Compresor: es impulsado por el motor y comprime el gas de la tubería, calentándolo. 
Condensador: parte de la tubería donde se enfría el gas recién comprimido, que entonces se condensa. Está en el exterior de la heladera y libera calor al ambiente. 
Capilar: tuvo que deja pasar poco a poco el gas licuado. Se lo llama así porque es muy delgado; un tubo grueso dejaría pasar el gas sin resistencia e impediría la compresión. 
Evaporador: tubo sinuoso que está en contacto con lo que llamamos el congelador de la heladera. En este tubo se evapora el gas previamente licuado y así se enfría el interior de la heladera. El evaporador y el congelador se ubican arriba para que el aire frío, más denso, baje por su propio peso y reemplace el aire más caliente; que sube. Si el congelador estuviera abajo, el frío llegaría arriba con mayor dificultad. 
Termostato (vulgarmente, "el automático"): mecanismo automático que interrumpe la corriente eléctrica cuando la temperatura es suficientemente baja, y pone a andar nuevamente el motor cuando sube la temperatura. 
Unidad sellada (conocida como la "bocha"): recipiente hermético donde están ubicados el motor y el compresor. Esta disposición, incorporada hacia 1950, reduce el riesgo de las fugas de gas.