prisionero:
yo de estos torpes barrotes,
tú del miedo.
¿Adónde vas que no vienes
conmigo, a empujar la puerta?
No hay campanario que suene
como el río de allá afuera.
Como el que se prende fuego
andan los presos del miedo:
de nada vale que corran...
¡El incendio va con ellos!
No hay quien le alquile la suerte
al dueño de los candados:
murió con un ojo abierto
y nadie pudo cerrarlo!
No sé, no recuerdo bien
qué quería el carcelero...
¡...creo que una copla mía
para aguantarse el silencio!
Es cierto: muchos callaron
cuando yo fui detenido;
¡vaya con la diferencia:
yo preso, ellos sometidos!
Le regalé una paloma
al hijo del carcelero.
Cuentan que la dejó ir
tan sólo por verle el vuelo...
¡Qué hermoso va a ser el mundo
del hijo del carcelero!
Armando Tejada Gómez
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