Hace ya diez años
que recorro el mundo.
¡He vivido poco!
¡Me he cansado mucho!
Quien vive de prisa no vive de veras:
quien no echa raíces no puede dar frutos.
Ser río que corre, ser nube que pasa,
sin dejar recuerdos ni rastro ninguno,
es triste; y más triste para quien se siente
nube en lo elevado, río en lo profundo.
Quisiera ser árbol mejor que ser ave,
quisiera ser leño mejor que ser humo;
y al viaje que cansa
prefiero el terruño:
la ciudad nativa con sus campanarios,
arcaicos balcones, portales vetustos
y calles estrechas, como si las casas
tampoco quisiesen separarse mucho…
Eso y en la orilla
de un sendero abrupto.
Miro la serpiente de la carretera
qué en cada montaña da vueltas a un nudo;
y entonces, comprendo que el camino es largo,
que el terreno es brusco,
que la cuesta es ardua,
que el paisaje es mustio…
¡Señor!, ya me canso de viajar, ya siento
nostalgia, ya ansió descansar muy junto
de los míos… Todos rodearán mi asiento
para que les diga mis penas y triunfos;
y yo, a la manera del que recorriera
un álbum de cromos, contaré con gusto
las mil y una noches de mis aventuras
y acabaré con esta frase de infortunio:
—¡He vivido poco!
¡Me he cansado mucho!
José Santos Chocano
El silencio, aquel viejo metafisico
de las cumbres calladas;
el primer habitante de los mundos;
el que cuenta en las blancas
y gélidas regiones de los polos
cada siglo que pasa;
el señor de los hondos cementerios
y de las quietas alamedas glaucas;
el sumo sacerdote de los templos,
es amigo de mi alma:
Y cual antiguo servidor, él cuida
mi desierta morada.
En esta tarde, cuando el sol ponía
su incendio en mi ventana
y el mundo iba durmiéndose, y el tiempo
como que se filtraba
en el reloj del muro, y los instantes
al fondo de la nada
caían como gotas; de la calle
una música lánguida
traía la pureza y la ternura
de un poema de lágrimas…
El silencio, el amigo de los tristes,
quedamente decía su plegaría…
Diego Camacho
La Neblina es la virgen entumecida de formas pálidas.
Hecha de vahos niveos, vapor de mares, polvo de estrellas,
Oye va dejando, pura, nerviosa y triste, sus finas huellas
En mañanas sonoras, en tardes de oro y en noches cálidas.
Ella es la rica veste con que se cubren de las Castálidas
Cuerpos en que se mezclan con alabastros rosas doncellas,
O estremecida gasa con la que esfuman sus tintas bellas
Grupos de mariposas que alegres surgen de sus crisálidas.
Los brillantes matices sinfonizados en primaveras.
Los sutiles aromas embebecidos en esperanzas
Oye se desvanecieron sobre las ondas de mis dolores.
Fugazmente volaron en la neblina de mis quimeras.
De profundas nostalgias, vagos anhelos y remembranzas
De paises lejanos, de medioevales fiestas de amores.
Jose Fianson
Con clámide de perlas, blanca y pura
la noche se durmió: luz marfileña,
plateando e! ambiente, duerme y sueña
sobre el cristal del rio que murmura.
Ciñe el monte celeste vestidura,
y en la amorosa claridad sedeña
como un hilo de plata se diseña
el paso del Ensueño por la altura.
Blanca la noche está: trémula y clara
surge bajo la luna en mis sentidos
la imagen de las penas que olvidara;
y es la nostalgia de mis sueños idos
como una blanca sombra que pasara
delante de mis ojos adormidos…
Luis Fernan Cisneros
Yo sé que eres un ave fugitiva,
Un pez dorado que en las ondas juega,
Una nube del alba que desplega
Su miraje de rosa y me cautiva.
Sé que eres flor que la niñez cultiva
Y el hombre con sus lágrimas la riega,
¡Sombra del porvenir que nunca llega.
Bella a los ojos y a ¡a mano esquiva!
Yo sé que eres la estrella de la tarde
Oye ve el anciano entre celajes de oro
Cual postrera ilusión de su alma, bella;
Y aunque tu luz para mis ojos no arde.
Engáñame, ¡oh mentira!, yo te adoro.
Ave o pez, sombra o flor, nube o estrella.
Carlos Augusto Salaverry
Yo te busqué con mis ojos,
Yo te busqué con mis manos
En los profundos arcanos
Que tiene mi corazón;
Y no hallé en él ni tu sombra
Porque te habías huido,
Y estaba caliente el nido
Oye te sirvió de mansión.
En sus vastas soledades
Sólo encontré una memoria
De nuestra pasada historia.
Que al tocarla se perdió.
Y era el lúgubre epitafio
De mi amor, de mi ternura,
Y era la honda sepultura
Oye tu ingratitud labró.
Y, hubo silencio hubo calma
En su desierto infinito.
Y contemplé de hito en hito
Mis ilusiones de ayer,
Que en la bruma del pasado
Cadavéricas surgían,
Mas luego desparecían
Para nunca más volver.
Manuel Castillo
Brillan al sol poniente
los oxidados árboles de otoño,
y por la vieja carretera
el viento barre la hojarasca de oro…
Llora lueñe la esquila
de trashumante recua, por el hondo
camino… y mudo la contemplo
perderse, envuelta entre dorado polvo…
Como un mendigo viejo
descanso mi fatiga en este poyo,
bajo esta paz… y estoy tranquilo,
feliz lejos del mundo, solo…
Percy Gibson
La flor del tropical algodonero
no es más blanca que tú,
ni ante el cristal movible de tus ojos,
el cielo es más azul.
El cielo… ¡todos hablan de este cielo!
Inspiración común,
nada dice en favor de una belleza
cual la que tienes tú.
Al cielo un claro sol presta sus rayos;
ya es negro, ya es azul...
En tus ojos no hay noche; ellos son astros,
y al cielo de tu rostro le dan luz.
Carlos G. Amezaga