de las cumbres calladas;
el primer habitante de los mundos;
el que cuenta en las blancas
y gélidas regiones de los polos
cada siglo que pasa;
el señor de los hondos cementerios
y de las quietas alamedas glaucas;
el sumo sacerdote de los templos,
es amigo de mi alma:
Y cual antiguo servidor, él cuida
mi desierta morada.
En esta tarde, cuando el sol ponía
su incendio en mi ventana
y el mundo iba durmiéndose, y el tiempo
como que se filtraba
en el reloj del muro, y los instantes
al fondo de la nada
caían como gotas; de la calle
una música lánguida
traía la pureza y la ternura
de un poema de lágrimas…
El silencio, el amigo de los tristes,
quedamente decía su plegaría…
Diego Camacho
No hay comentarios.:
Publicar un comentario