viernes, 29 de noviembre de 2024

Las tortugas

Gracias a su caparazón protector las tortugas han logrado perdurar a través del tiempo. La parte externa está compuesta por placas cómeas. Por debajo de esta delgada capa tienen otra, mucho más gruesa. Adentro se encuentra el cuerpo. La cabeza y las patas salen fuera del caparazón.


Durante el sueño invernal, o cuando se encuentra en peligro, la tortuga retrae su cabeza y sus miembros, y queda prácticamente aislada del mundo exterior. En esa época deja de consumir alimento. Pero la tortuga de agua dulce si se mantiene activa, aunque se esconde en el barro del fondo.


La tortuga de río, de caparazón chato y pardo oscuro y de largo cuello, se distribuye a lo largo de todos los ríos ubicados en la Argentina, desde la provincia de Buenos Aires hacia el Norte. Algunas tortugas son muy viajeras: pueden cruzar ¡todo un océano a nado!



Manuelita vivía en Pehuajo, pero un día se marchó, nadie supo bien por qué: a Paris ella se fue un poquito caminando y otro poquitito a pie.
Así dicen los versos de Maria Elena Walsh refiriéndose a la tortuga Manuelita.


Cuando las tortuguitas recién salen del huevo no tienen a su mamá al lado. Ella puso el huevo, lo enterró y se marchó. En general los nacimientos se producen por la noche, y las pequeñas buscan un escondrijo o el agua, para no ser presa de otras especies.

Revista Anteojito N°1551, pp.30
29 noviembre 1994
https://archive.org/details/RevistaAnteojito1551/page/n29/mode/1up

Dulce como la miel

La miel es ese manjar viscoso y muy dulce que preparan las abejas a partir de una receta milenaria. Es tan antigua que las abejas prehistóricas ya la conocían. El ingrediente principal del preparado es el polen que las abejas liban -extraen- de las flores. Enseguida lo guardan en el buche o bolsa de miel, cavidad especial que tienen las abejas para llevar el polen a su casa, la colmena.



Mientras las abejas vuelan hacia la colmena, el polen se mezcla con unos fermentos en el buche. Entonces se producen ciertas reacciones químicas y el resultado es ¡miel! Cuando llegan a la colmena, las abejas depositan esta miel en las celdas de los panales. Con ella se alimentarán las larvas y todas las abejas del panal que además de ser golosas necesitan proteínas y calorías.


El hombre de las ingenió para fabricar colmenas "artificiales" con panales y todo, para disponer de una fuente permanente de miel. El
apicultor es el encargado de "criar abejas", es decir, fabricar las colmenas y mudar un grupo de "inquilinas" para que se instalen en su nueva casa. Esta cuenta con cuadros movibles donde las abejas construyen los panales. Allí depositan la miel que después cosecha nuestro amigo el apicultor.

Otros animales han sabido apreciar el sabor y el poder nutritivo de este "viscoso elemento". Entre ellos están los osos, históricos salteadores de colmenas. Claro que ellos se comen trozos de panal untadas con miel. Nosotros entero, como si fueran "tostadas" también podemos comer miel de panal aunque en general comemos miel filtrada es decir, separada del panal.

Revista Anteojito N°1551, pp.28
29 noviembre 1994
https://archive.org/details/RevistaAnteojito1551/page/n27/mode/1up

jueves, 28 de noviembre de 2024

La Atlántida ¿El continente perdido?

Pocas leyendas han despertado tanto interés y polémicas como las relativas a un continente hundido en el mar. Habitado por una especie de hombres superiores, la Atlántida sigue siendo hoy objeto de investigación por parte de los expertos.

La referencia más antigua conocida sobre la Atlántida es la del filósofo ateniense Platón (427-347 a.C.). Figura fundamental del pensamiento universal, Platón dejó varios escritos, entre ellos uno titulado "Critias". En él nos habla de una gran isla o continente, situado enfrente de las Columnas de Hércules (nombre dado en la Antigüedad a los extremos de Europa y África que conforman el estrecho de Gibraltar), y que era más grande que Libia y Asia juntas. Como sabemos, hoy no existe semejante porción de tierra en el Atlántico, que es donde dicha descripción ubica a la Atlántida. Esta tierra, siempre según Platón, albergaba un soberbio imperio, el cual dominaba incluso a Egipto y parte de Europa.


¿Por qué semejante tierra no existe hoy? Platón se apresura a aclarar que en un solo día y una sola noche, en medio de violentos terremotos, lluvias torrenciales y gigantescas oleadas, la Atlántida se hundió en el mar. Semejante catástrofe natural ocurrió, según Platón, unos 9.000 años antes del tiempo en que él escribía. Esto nos situaría en el 9447 a.C., aproximadamente, ya que el "Critias", según la tradición, fue escrito por Platón poco antes de su muerte. La Atlántida no era una sola isla, sino que estaba conformada por un verdadero archipiélago del cual ésta era la capital. Se cree que las actuales islas Canarias, Cabo Verde y Madeira, en el Atlántico, podrían ser restos del continente desaparecido.



Tal vez lo más sorprendente es lo referido a los atlantes, habitantes de dicho continente. Según el relato de Platón, eran sabios y virtuosos, poseedores de un nivel de vida muy desarrollado para la época. El confort de que gozaban los atlantes incluía las piscinas de agua caliente cubiertas. También disponían de baños especiales para animales, ya que eran muy afectos a ellos. Abundaban los elefantes sobre todos los demás. Contaban también con un ejército de más de un millón de soldados, 250.000 caballos y gran número de naves. Entraron en guerra con Grecia casi al final de su existencia y la vencieron. Por ello cree Platón -no olvidemos que era griego- que los dioses la condenaron a hundirse.



Lo que ha hecho del "Critias" un relato creíble y que ha impedido a los historiadores descartarlo como fantasía, ha sido el hecho de que Platón fuera su autor. Como uno de los más grandes pensadores que jamás haya tenido la humanidad, Platón no es un hombre que pueda ser considerado embustero. Además, al principio del relato subraya, repetidamente, que lo que cuenta es cierto, y que le consta por haber sido Solón quien transmitiera la historia. Solón, un antepasado suyo, fue nada menos que el hombre de Estado por excelencia de la Atenas del siglo VII a.C. Visitó Egipto, donde, según Platón, escuchó la historia de la Atlántida. Leyendas, suposiciones... lo real es que la ciencia moderna aún está lejos de aclarar el misterio del continente perdido.

ALGO MÁS
  • Entre los modernos investigadores de la Atlántida se encuentra el mundo antediluviano" fue publicado norteamericano Ignatius Donnelly (1831-1901). Su libro "La Atlántida: el en 1882 y tuvo una gran repercusión. Es un copioso estudio que trata de demostrar que lo dicho por Platón corresponde a la realidad.

Revista Anteojito N°1603, pp.36-37
28 noviembre 1995
https://archive.org/details/RevistaAnteojito1603/page/n35/mode/1up

domingo, 24 de noviembre de 2024

El jilguero

En el hombro del día
canta el jilguero:
de pie se pone el pasto,
se calla el viento.
El lucero retarda
su despedida,
las nubes en el aire
quedan prendidas.
El rocío salpica
gotitas de oro,
que el cantorcito bebe
de un solo sorbo.
En el hombro del día
sigue cantando
y el mundo en su cascada
se va dorando.

Haydee Mayochi
Revista Anteojito N°1498, pp.2
24 noviembre 1993
https://archive.org/details/41_20230103/03.jpg

viernes, 22 de noviembre de 2024

El labrador y el árbol



Un labrador era dueño de un campo muy fértil. Estaba muy orgulloso de sus tierras y las había sembrado de una punta a la otra con girasol, soja, trigo y otras plantas que veía crecer lleno de admiración. Sin embargo, no todo era espigas y flores en el campo del labrador. No señor: justo en medio del terreno, a unos metros del cultivo de girasoles, se erguía muy orondo un árbol seco y viejo que ya no daba frutos desde hacía mucho tiempo. Después de pensarlo largo rato, el labrador decidió deshacerse de aquel árbol marchito que no hacía más que ocupar espacio inútilmente y estropear el hermoso espectáculo que ofrecían sus cultivos. Hacha en mano se acercó resuelto a derribar el “horrible mamotreto”, como lo había bautizado. Pero no bien levantó su hacha para asestar el primer golpe, una bandada de gorriones que anidaba en las ramas puso el “trino” en el cielo. Uno de los pajaritos se acercó al labrador y le dijo:
—¡Por favor, no lo derribes! ¡Aquí vivimos y cantamos muy felices! ¡Es te árbol es nuestro hogar!
Las cigarras, las hormigas y las lombrices que también vivían en el árbol se sumaron a las súplicas de los gorriones. Pero el labrador desoyó todos los ruegos. Creyendo que aquel árbol era tan inútil como feo se dispuso a destruirlo. Al primer hachazo siguió otro y al segundo un tercero tan fuerte que temblaron todos los cultivos. Cuando el labrador se disponía a descargar el cuarto hachazo, un líquido viscoso brotó del tronco lastimado...
—¡Miel!—, gritó el labrador, y era cierto.
En el hueco del tronco se había formado una colmena. Las abejas habían fabricado tanta miel en sus panales que el líquido se derramó durante un rato largo antes de que el labrador pudiese traer un recipiente para almacenarlo. Desde ese día, el hombre cuidó al árbol seco y vetusto como sí fuera una mina de oro, o en otras palabras, una fuente de miel duradera y constante. De ese modo, lo que no habían podido los gorriones con sus ruegos lo consiguieron las abejas con la miel de su colmena.

A vos, ¿qué te parece?
¿Por qué el labrador quería derribar el árbol? ¿Qué le dijeron los gorriones y los otros bichitos? ¿Por qué quería derribarlo de todas maneras? ¿Qué descubrió entonces? ¿Por qué no lo derribó cuando descubrió la miel? ¿Qué opinás de las personas que sólo hacen lo que les trae un beneficio a ellas y se olvidan de los demás?

Revista Anteojito N°1550, pp.42
22 noviembre 1994
https://archive.org/details/RevistaAnteojito1550/page/n42/mode/1up