sábado, 10 de mayo de 2025

Gil Blas: Alain-René Lesage (1668-1747)

Alain-René Lesage (1668-1747)

La Historia de Gil Blas de Santillana es una novela del autor francés Alain-René Lesage, en cuatro volúmenes, publicados entre 1715 y 1735. Narra las aventuras de Gil Blas, hijo de un escudero y de una dueña de Oviedo, que, dispuesto a cursar estudios en Salamanca, es llevado por las circunstancias a unirse a una partida de bandoleros, a quienes acaba por abandonar, liberando a una dama que había caído en su poder. Sufre una injusta prisión, y ya en libertad, traba amistad con Fabricio, que lo coloca al servicio de un canónigo y, posteriormente, del pintoresco doctor Sangrado. En Valladolid ejerce Gil Blas astuta- mente la medicina y pasa luego a la corte, donde protagoniza diversos y movidos episodios. Después de ser confidente del duque de Lerma, es encarcelado de nuevo. Cuando recobra la libertad, después de otros avatares de la fortuna, reanuda su vida aventurera.
La obra muestra influencia de la novela picaresca española, especialmente del "Lazarillo".

Revista Anteojito N°999, p.25
10 de mayo 1984

lunes, 28 de abril de 2025

Una historia transparente: El vidrio

Soplar y hacer botellas puede parecer algo fácil. Seguramente, el artesano soplador no opinaría lo mismo. La fabricación del vidrio fue, durante siglos, un arte que pocos dominaban. Ser hijo del vidriero era serlo de un gran artista. ¿Visitamos sus talleres?

Como soplar y hacer botellas
Los antiguos y los griegos, hace más de 2.000 años, ya sabían cómo fabricar vidrio. Este difícil arte consiste en la preparación de una mezcla cuyo principal ingrediente es... ¡arena! La "masa de vidrio" se calienta a temperaturas altísimas hasta derretirla. Mientras se enfría, lentamente, se la moldea dándole las formas deseadas. Los egipcios, por ejemplo, amasaban pequeñas esferas, que una vez frías se convertían en hermosas perlas de vidrio. ¡Eran artículos que podían considerarse de verdadera distinción!

Pero... ¿qué es soplar botellas?
La masa de vidrio tarda mucho en enfriarse y solidificarse. Eso facilita su moldeado. Pero el "amasado" egipcio limitaba mucho su poder creativo. Hacía falta una nueva técnica que permitiera fabricar nuevos objetos y dar libre vuelo a la imaginación. Por fin, alrededor del 100 a.C., alguien al este del Mediterráneo recurrió a un fino tubo de hierro. Tomó una porción de la masa con un extremo y sopló a través de la caña, logrando formas bellísimas. ¡Había inventado la fantástica y original "caña del soplador"!


Abriendo ventanas
Los ingeniosos romanos "soplaron" formas increíbles con sus cañas, pero hubo algo que nunca pudieron hacer... ¡Abrir la ventana! Porque no las había. Las primeras ventanas vidriadas surgieron recién durante la Edad Media. Se hacía girar la caña a gran velocidad hasta obtener pequeños discos de vidrio que luego se unían entre sí con guías de plomo. Estas ventanas primitivas dejaban pasar la luz y protegían del frio, pero no eran transparentes como las nuestras. ¡Cuánto faltaba aprender todavía! Otra técnica que cundió en Europa fue la de los mosaicos. Éstos tuvieron su origen en Oriente y consistía en cortar y unir vidrios pequeños de distintos colores.

El color del cristal
Las ventanas medievales causaron sensación por la belleza de sus diseños. Pero verdadero "hit" en el arte de fabricar ventanas fue la invención de los vitrales. Eran enormes ventanales con que se decoraron las grandes iglesias. Estaban formados por pequeños trozos de vidrio colorido tenidos entre sí por guías de plomo y representaban escenas de la Biblia. ¡Qué impactante y conmovedora es aquella luz mágica en las catedrales europeas! Las pequeñas figuras en el vidrio parecen animarse cuando el sol las ilumina. Seguro que en la iglesia cercana a tu casa podrás ver como son estos hermosos vitrales.

El horno... ¡está para bollos!
El "maestro vidriero" tenía en las sociedades antiguas gran reputación y prestigio. Era artista y artesano a la vez, creaba los diseños y fabricaba los objetos introduciendo la caña en los crisoles de cerámica donde bullía la mezcla. La fabricación artesanal subsiste como tradición, pero hoy en día el vidrio se fabrica industrialmente, fundiéndose en grandes hornos llamados cubas. Todo el proceso, desde la preparación de la pasta hasta el moldeado, se realiza mecánicamente con la ayuda de enormes máquinas.

Un material con muchos usos
Si no conociéramos el vidrio... ¡Qué diferente sería el mundo que nos rodea! No sólo vasos o botellas salen de los hornos industriales actuales. Las ciudades modernas encuentran en el vidrio un material realmente irreemplazable. No sólo se usa en la construcción y en la fabricación de artículos domésticos y decorativos sino en la de instrumentos ópticos, componentes electrónicos, instrumentos de alta precisión... ¡hasta en la investigación atómica y espacial el vidrio es el actor principal!

¿Lo sabías?
-En Murano, cerca de Venecia, se fabrican objetos de vidrio artesanal.
-Una máquina moderna para soplado de botellas produce... 100 mil al dial
-Los primeros vasos transparentes se hicieron en Alemania en el siglo XVII.

Revista Anteojito N°1468, pp.32-33
28 de abril 1993

lunes, 21 de abril de 2025

El sapo: ¿animal milagroso?

El sapo, ese simpático habitante de los charcos y las lagunas, tiene su fama. Y según la gente de campo es fama muy bien ganada, porque posee virtudes sorprendentes. ¿Querés conocerlas? Te contamos.

¡Guerra a los insectos!
En las provincias de Buenos Aires y La Pampa, antes de ocupar una vivienda, sus dueños utilizan un curioso "insecticida". No es en aerosol, ni en polvo, ni es una paleta matamoscas: son simplemente... sapos que, dentro del rancho, durante varios días se dan un "atracón" y dejan todo limpito.

¡Buena suerte!
También estos batracios son arrojados a los surcos que deja el arado. Lo limpian de insectos y además traen buena suerte al sembrador. ¿Que no hay dentista en el pueblo? No importa. Si alguien sufre de dolor de muelas, ¡nada de torno ni de pinzas! Toma un sapo y apoya su pancita sobre la cara. Santo remedio. El dolor se va como por arte de magia.

Una extraña danza
Si algún caballo está "embichado", es decir, que tiene gusanos, nadie se alarma. Eso sí, hay que conseguir un sapo. Lo atan al pescuezo del equino. El sapo, molesto, se mueve como si bailara una extraña danza. Ante su presencia, los gusanos se mueren y uno a uno van cayendo al suelo. El caballo queda perfectamente curado y puede ya iniciar un alegre trotecito.

Entre la realidad y la fantasía
La lista de virtudes del anfibio continúa: si un sapo con su baba forma un círculo alrededor de una víbora, ésta se desespera y se "suicida". Se dice que "donde hay sapos no hay víboras". Y si alguien arroja un sapito a un pozo de agua siempre tendrá el vital elemento. ¿Será cierto todo esto?


Anfibio o batracio: clase de animales que pueden vivir indistintamente en el agua y en la tierra, como los sapos, las ranas, etc. 
Equino: caballo.

Revista Anteojito N°1467, p06
21 de abril 1993

sábado, 19 de abril de 2025

Vida de Miguel de Cervantes Saavedra



Revista Anteojito N°736,
19 de abril 1979
https://fanasdegf.blogspot.com/2025/04/revista-anteojito-n-736-19-04-79.html?q=736

sábado, 12 de abril de 2025

Los maestros (Velmiro A. Gauna)

Los maestros duraban poco en Capibara-Cué y los niños vivían en el estado, para ellos, ideal de la holganza y el juego. Incapaces de distinguir las diferencias entre insectos y arácnidos que incluían en la común denominación de "bichos", podían, sin embargo, señalar cada una de las infinitas variedades de seres que poblaban el monte o las aguas del río.
Les bastaba oír un grito aislado para afirmar:
-Pa'l lau'l arroyo se asentau un "carau-né" (Por el lado del arroyo se ha asentado un "carau-né")
O si no:
-¿Oyó pa ese "tira sarasa... tira sarasa"? Güeno, es una bandada 'e charatas qu'agarró pa'l estero. (¿Oyó ese "tira sarasa... tira sarasa"? Bueno, es una bandada de charatas que tomó hacia el lado del estero.)
En la época, ya superada, en que el gobierno provincial se atrasó por años en el pago de sus mezquinos estipendios, los maestros aparecían y desaparecían con desoladora frecuencia. Duraban tres o cuatro meses y renunciaban. Cuando el vaporcito de la carrera se detenía frente a la costa y los ociosos que estaban en el boliche de don Pedro veían ascender por la barranca a alguno con traje de pueblero, decían con su pausado acento correntino:
-Mira'l nuevo maistro...
Y en seguida apostaban:
-¡Te juego un litro 'e caña que no dura tres mese!
-Pago... Pa mí éste va a aguantar por lo meno cuatro...
Crisanto Barbosa, un mozo morocho, de pequeña estatura, pero recio como un tronco de quebracho, dio por tierra con todos los pronósticos. Llegó en marzo y ya estaba en junio sin que diera señales de derrota.
Daba clases por la mañana y, por la tarde, apenas terminaba sus tareas, se iba de caza con una escopeta prestada y volvía con una martineta silvestre llamada "inambú-guasú", un par de patos picazos o una pallona; a veces con un tatú que cocinaba en su razón y hasta con una iguana cuya cola asaba en el rescoldo. No fumaba ni bebía, al parecer, y, por las noches, él mismo se lavaba la ropa.
-Duro el mozo… -decía el capitán Giménez,- no es de los que se arrean a dos tirones...
-¡Pero hasta que le toque el turno -le contesto el bolichero- va a pasar mucho rato! Ya el gobierno le está debiendo treinta y seis meses a los pobres...
-Dicen que a los que tienen "cuña" les dan vales por cinco o diez pesos...
-¡Qué vergüenza! -exclamó don Pablo el resero- Yo a mis peones les pago cien o doscientos pesos por arriada y al taca... taca... (al contado)
-¡Pa lo que vale ser estruido!... -saltó Aniceto, el peón del carnicero.- Yo no sé ler ni escrebir, pero nunca me faltan unos pesos pa los visios. La mejor estrusión es el trabajo...
El capitán Giménez iba a replicarle, cuando, pensándolo mejor, respondió con amargura:
-¡Tenés razón, Aniceto! Vení, vamos a llenarnos de caña pa olvidar que hay algo que se llama cultura.


La celebración del 9 de Julio iba a hacerse con todo lucimiento. Por la mañana habría una concentración de alumnos y de padres en la plaza, donde hablaría el maestro; por la tarde, carreras de sortija, doma de potros y carreras cuadreras a la salida del pueblo, en el Camino Real y, por la noche, baile en el patio del boliche.
En la mañana de ese día el maestro recortó dos pedazos de cartón que introdujo en los zapatos, para evitar que por los agujeros de la suela le entrasen los agujeros del camino; cepilló su único traje y salió a tocar la campana. Luego, cuando hubieron llegado sus alumnos, se puso al frente de la fila y los condujo a la plaza. Allí, después de la cantada de la canción patria, sin más acompañamiento que la música del viento y el rumor del río vecino, dijo su oración emocionada. Su palabra fácil y los pensamientos sencillos cautivaron al auditorio y, al concluir, fueron varios los que se acercaron a felicitarlo.
Don Frutos, el comisario, invitó:
-Güeno, ahura vamos a lo de don Pedro a tomar el vermú…
Barbosa enrojeció y se disculpó:
-Yo.. yo... yo... este... debo llevar a los chicos...
Pero el funcionario, que era expeditivo, ordenó:
-Muchachos, están libres, agarren pa las casas no-más...
Los niños, atónitos, miraron al maestro, pero éste asintió con un gesto de la cabeza y la turba infantil se desparramó en un instante.
En el negocio las vueltas se sucedieron a las vueltas y, casi sin cómo, Barbosa se encontró de compañero con don Pablo el tropero, empeñado en una furiosa partida de truco que, felizmente, ganaron al capitán y al comisario por un "cordero ensillado" que, cuando ellos jugaban, se estaba dorando en el patio.
Después del partido, don Pablo, que le había tomado simpatía al muchacho:
-Usté ¿de dónde es?
-Soy de Caá-catí. Me crié en la estancia de los Cabral...
-Güena gente y "coloraos" 'e ley.
-Así es, don Pablo.
-¿Usté ha de ser de a caballo, entonces?
-Calcule, don Pablo, si a los cuatro años ya me hacían andar en pelo...
-¡Ajá!... Entonces esta tarde va a dir pa la domada, ¿no?
-Pero ¡claro!
-Ta güeno, y aura vamos a pegarle al diente que los otros nos madruguen…


Todo el pueblo se reunió en el Camino Real para las fiestas de la tarde. Las muchachas acudieron con sus amplias polleras, sus enaguas almidonadas, las flotantes trenzas, el misterio de sus ojos oscuros y la incitación sus bocas sangrantes y carnosas. Los hombres lucían botas altas, vistosas bombachas, la policromía de sus pañuelos y sus lujosas rastras consteladas de monedas.
Pero para Crisanto Barbosa la única mujer era Petronila Saucedo, con el encanto agreste de sus quince años, las turbadoras curvas de su cuerpo núbil y la indescriptible seducción de sus ojos soñadores. Vivía cerca de la escuela y, varias veces, había ido a llevar o a buscar a una hermanita que estaba en los primeros grados. Habían conversado de cosas triviales, y aunque a él le parecía que no le era indiferente, no se atrevía, sin embargo, a decidirse por su precaria situación económica.
Junto a ella veía rondar a Aniceto y una llamarada de celos le quemaba el alma.
Pasó la carrera de sortijas y la gente se arremolinó junto al gran corral, para los números de doma.
Petronila y un grupo de amigas quedó, sin saber cómo, próximo al maestro y a sus acompañantes. Él las saludó y Dora, una morochita vivaracha, dijo:
-¡Qué milagro, maistro! Salió juera 'e la cueva…
-¡Oh! -saltó Petronila- no sias atrevida.
-Pero si tiene rasón -terció otra,* siempre anda escuendido como peludo n'el aujero...
Y así siguieron por un rato las bromas hasta que llegó Aniceto a invitarlas a tomar unos refrescos en una carpa que había levantado don Pedro. El maestro, que no tenía sino unas monedas en el bolsillo, se excusó de acompañarlas, pero, al despedirse, ella le dijo:
-Esta noche n'el baile espero que me saque anque sia una piesa.
Él vaciló un momento y ella añadió:
-¡Claro! Siempre que no se haiga comprometido con otra…
-¡No!... -se apresuró él, iré y bailaré con usted toda la noche.
Y le pareció que el cielo se abría cuando la muchacha contestó al retirarse:
-Si es gustoso será mi único "damo".
Barbosa, entonces, se unió a don Pablo y se dedicó a contemplar la justa de hombres y bestias en la doma. De pronto salió un hermoso zaino, de movimientos nerviosos, fina cabeza y remos fuertes. Era un "reservao" de la estancia que unos ingleses tenían en las cercanías. Patricio Alcarez fue el primero que lo montó, para ser derribado al segundo corcovo. Subió, después, Zoilo Miño, domador de gran fama en la zona, que salió por el cuello, para caer parado, pero con tan mala fortuna que se luxó un pie.

Don Frutos, entonces, anunció:
-¡Cincuenta pesos al que se aguante cinco minutos!
Y antes que nadie respondiera avanzó Barbosa.
-¡Copo! -dijo con voz serena.
Los circunstantes quedaron asombrados y el rumor se expandió como un reguero de pólvora.
-¡El maistro!... ¡Va a montar el maistro!..
Aniceto, que estaba con las muchachas, invitó:
-¿Vamos a reirnos un rato? Al primer corcovo lo saca carpiendo...
-No ha de... -le replicó Petronila,- pa mí que se aguanta.
Barbosa, mientras tanto, se acercó al animal, que estaba piafando nervioso, atado al palenque. Lo observó y volvió al grupo.
Conversó con el comisario y, al rato, corrió la noticia.
-Quiere un papel..., le jueron a buscar pape lápiz...
Aniceto, sarcástico, explicó:
-Será pa'l testamento. Le haberá dentrau chucho al moso.
Pasaron unos minutos y un chasque que había despachado al pueblo volvió con el pedido. Cuando lo tuvo en su poder, Barbosa se apoyo en un recado y escribió la renuncia a su cargo de docente. Luego se acercó a don Frutos y le dijo:
-Señor comisario y, a la vez, comisionado escolar, a tiene la renuncia de mi empleo.
-Bien, muchacho.
-Entonces, ahora que no soy más maestro voy a portarme como un hombre...
Rápidamente se quitó el saco, se libró de los botines y se acercó al animal.
-¿Listo? -dijo.
-Listo... -le respondieron.
Se prendió de las crines y se enhorquetó de un salto.
-¡Larguen!... -gritó.
Y ahí nomás, cuando el potro empezaba a los brincos, pegó un alarido terrible y, luego, cuando pegado al lomo del corcel recorría el campo dominando al bruto, lo desafiaba con pintorescas maldiciones que no tenían nada de académicas. Al rato volvió con el animal vencido y, al descender triunfador, fue unánimemente vitoreado por la concurrencia.
Con el dinero así ganado se compró una bombacha "bataraza", un pañuelo rojo y un par de alpargatas.
Esa noche bailó con Petronila continuamente, se puso alegre con el amor y varios vasos de caña y, al otro día, se empleó como tropero con su amigo don Pablo.


A principios de agosto y en reemplazo de Barbosa vino una maestra. Era delgada, pequeña, de ojos vivaces y aguda voz. Subió lentamente por la barranca, medio doblada por una pesada valija que conducía. Llegó a lo alto, vio la calle principal y se detuvo indecisa, luego divisó el almacén de don Pedro y dejando su carga en la puerta penetró resuelta.
-¡Buen día! -dijo.- Soy la nueva maestra…
Un ocioso que estaba por allí exclamó en voz baja, pero suficientemente audible:
-Pa lo que va a durar...
Rápidamente ella lo fulminó con la mirada y replicó:
-Sí, por la educación de algunos se ve que aquí no duran los maestros.
Y, en seguida, dirigiéndose a don Pedro le espetó:
-¿Dónde está la escuela?
El propietario, con una sonrisa, indicó:
-Tome para el lao de la zurda y, a la media cuadra, dispués de la comisaría, la va a encontrar.
-Gracias... -respondió ella y fijándose en un cartel, donde en torpes caracteres se leía "Serveza", añadió:
-Cerveza se escribe con ce y no con ese.
Y salió lo más oronda, dejando boquiabierto al dueño.
Poco tiempo después, mientras se encontraba dando clase, un muchachón se detuvo en la puerta:
-¿Y a mi no me quiere enseñar, maistra? -exclamó.
Ella lo miró con ojos terribles y no contestó.
El otro, introduciéndose, agregó:
-Güeno, por lo menos la voy a mirar, prienda.
-¡Retirese!...-gritó ella, blandiendo el puntero.
-¡No sia chúcara! -siguió el intruso.
Pero ya ella se le había acercado y aplicado un feroz golpe en la cabeza. Más para intimidarla que con ánimo ofensivo el recién llegado sacó un pequeño cuchillo.
-¡Aura verás! -dijo.
Pero no pudo continuar porque descargando un verdadero torbellino de golpes y aturdiéndolo con gritos lo fue empujando hacia la calle en medio de la tremenda algarabía de sus alumnos.
En una de esas un punterazo le dio en la mano al atrevido e hizo saltar el arma y la mujer arreció sus golpea sobre el indefenso ofensor, que no atinaba sino a ir retrocediendo e intentando cubrirse con los brazos el castigado rostro.

Llegaron los curiosos en tropel y, entre ellos, el comisario que, a duras penas, arrancó al hombre de la cólera magisteril y lo condujo a la comisaría. Don Pedro, que también había acudido presuroso, se acercó a la maestra y preguntó:
-¿Qué pasó, señorita?
-Ese asesino que quiso ofender a una indefensa mujer... -le respondió ella y se desmayó en sus brazos.
El almacenero la introdujo en el local, la colocó sobre un banco y le abanicaba el rostro sin conseguir reanimarla.
-A lo mejor... aflojándole el vestido. -sugirió un comedido.
-Cierto... -aceptó don Pedro, pero en el momento que tendía sus manos la maestra abrió sus ojos y ex clamó:
-Ya estoy bien, gracias...
Desde ese día el almacenero, que era un solterón, acostumbraba a pasar todos los días por la escuela "por si se le ofrecía algo y pa que nadies la faltase otra vez".
A los tres meses se casaron, y la maestrita dejó el cargo para cuidar del nuevo hogar y ayudar en el negocio.


Los maestros duraban poco en mente en aquel tiempo en Capibara-Cué, especial que esos abnegados servidores llegaron a pasar hasta cuatro años sin cobrar un centavo.

En Otros cuentos correntinos. Pp. 75-82
Huemul, junio de 1979.



Los maestros. Velmiro Ayala Gauna narra aquí dos casos de maestros –un hombre y una mujer– que al llegar para desempeñar su función docente a Capibara-Cué, terminaron por abandonar la misma, siguiendo casi una tradición en el lugar, por distintas razones. El tratamiento de ambas historias es distinto, ya que en el primero se detiene en reflejar la hombría escondida tras el barniz ciudadano del maestro y el triunfo de su sangre criolla, mientras en el otro se dirige más al aspecto risueño y picaresco de la que prefiere un seguro destino de mujer al de maestra. Pero en ambos vibra detrás un problema social que fuera durante mucho tiempo angustiante y que aún hoy no aparece satisfactoriamente solucionado: el de la mala remuneración de los docentes y sobre todo la indiferencia que muestran los gobiernos hacia sus derechos, que generalmente se consideran de muy ínfima importancia ante otros problemas políticos; ello es lo que explica el triunfo de otras instancias por sobre la posible vocación, dada la imposibilidad de mantener a largo plazo una situación así sacrificada.
El escritor pinta ambos tipos humanos con acertada veracidad psicológica y con un ritmo narrativo que confiere fuerza e interés a la acción, aun dentro de la ligereza de su anécdota.
Introducción por Eugenio Castelli
En Otros cuentos correntinos. Pp. 17
Huemul, junio de 1979.