viernes, 12 de septiembre de 2025

A tus pies

Los hombres primitivos que Vivian en contacto con la naturaleza iban descalzos. Pero la mayoría de los pueblos utilizó el calzado como parte de su indumentaria. Eran muy diversos, de acuerdo con el clima y con la época.
Los materiales empleados eran tan variados como las formas del calzado. Cuero, lana, piel, tela, fibras vegetales, madera y corcho. Para sujetarlos o como adorno se utilizaban cordones, broches, hebillas y moños.



En la antigua Grecia había gran variedad: sandalias (suela y correas), zapatos y botines hasta el tobillo. Los actores trágicos usaban un calzado que tenía una suela muy gruesa para aumentar su estatura.



El calzado está estrechamente vinculado con la actividad que desempeña cada persona: las bailarinas clásicas usan zapatillas de punta, los buceadores, patas de rana; los militares, botas y los franciscanos, sandalias.




El calzado ha variado con el paso del tiempo. Pero lo curioso es que algunos han vuelto a ponerse de moda en la actualidad -además de las clásicas zapatillas- se usan unos zapatos muy alargados y sin taco que hicieron ¡en la época medieval!

Revista Anteojito N°1592, p. 32
12 de septiembre 1995

Carta a primavera

Te esperamos, amiga, 
la enredadera
necesita tus verdes
para sus yemas,
y yo archivar cuanto antes
la camiseta;
aquí el paisaje luce
seco y brumoso,
lagrimones la escarcha
cuelga en los troncos,
al sol, pálido y mustio,
lo vemos poco;
ven a pintar el pago
descolorido;
si al llegar nos encuentras
adormecidos,
golpea con un brote en
el postigo.

Haydée Mayochi


Revista Anteojito N°1592, p. 3
12 de septiembre 1995
https://archive.org/details/RevistaAnteojito1592/page/n2/mode/1up

jueves, 11 de septiembre de 2025

CXXI La corona de perejil

¡A ver quién llega antes! 
El premio era un libro de estampas, que yo había recibido la víspera, de Viena. 
—¡A ver quién llega antes a las violetas!... 
A la una... A las dos... ¡A las tres! 
Salieron las niñas corriendo, en un alegre alboroto blanco y rosa al sol amarillo. Un instante, se oyó en el silencio que el esfuerzo mudo de sus pechos abría en la mañana, la hora lenta que daba el reloj de la torre del pueblo, el menudo cantar de un mosquitito en la colina de los pinos, que llenaban los lirios azules, el venir del agua en el regato... Llegaban las niñas al primer naranjo, cuando Platero, que holgazaneaba por allí, contagiado del juego, se unió a ellas en su vivo correr. Ellas, por no perder, no pudieron protestar, ni reírse siquiera... 
Yo les gritaba: ¡Que gana Platero! ¡Que gana Platero! 
Sí, Platero llegó a las violetas antes que ninguna, y se quedó allí, revolcándose en la arena. 
Las niñas volvieron protestando sofocadas, subiéndose las medias, cogiéndose el cabello: 
—¡Eso no vale! ¡Eso no vale! ¡Pues no! ¡Pues no, ea! 
Les dije que aquella carrera la había ganado Platero y que era justo premiarlo de algún modo. Que bueno, que el libro, como Platero no sabía leer, se quedaría para otra carrera de ellas, pero que a Platero había que darle un premio. 
Ellas, seguras ya del libro, saltaban y reían, rojas: ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! 
Entonces, acordándome de mí mismo, pensé que Platero tendría el mejor premio en su esfuerzo, como yo en mis versos. Y cogiendo un poco de perejil del cajón de la puerta de la casera, hice una corona, y se la puse en la cabeza, honor fugaz y máximo, como a un lacedemonio.
Juan R. Jiménez
“Platero y yo”, CXXI

martes, 9 de septiembre de 2025

CXVIII El invierno

Dios está en su palacio de cristal. Quiero decir que llueve, Platero. Llueve. Y las últimas flores que el otoño dejó obstinadamente prendidas a sus ramas exangües, se cargan de diamantes. En cada diamante, un cielo, un palacio de cristal, un Dios. Mira esta rosa; tiene dentro otra rosa de agua, y al sacudirla ¿ves?, se le cae la nueva flor brillante, como su alma, y se queda mustia y triste, igual que la mía. 
El agua debe ser tan alegre como el sol. Mira, si no, cuál corren felices, los niños, bajo ella, recios y colorados, al aire las piernas. Ve cómo los gorriones se entran todos, en bullanguero bando súbito, en la yedra, en la escuela, Platero, como dice Darbón, tu médico. 
Llueve. Hoy no vamos al campo. Es día de contemplaciones. Mira cómo corre las canales del tejado. Mira cómo se limpian las acacias, negras ya y un poco doradas todavía; cómo torna a navegar por la cuneta el barquito de los niños, parado ayer entre la yerba. Mira ahora, en esta sol instantáneo y débil, cuán bello el arco iris que sale de la iglesia y muere, en una vaga irisación, a nuestro lado.
Juan R. Jiménez
“Platero y yo”, CXVIII

lunes, 8 de septiembre de 2025

¿Por qué tenemos cejas?


¿Te hiciste alguna vez esta pregunta? Bueno, te explicaremos entonces que la franja de pelos implantados sobre el reborde inferior del hueso frontal, que forma el techo de las cavidades óseas donde se alojan los ojos, tienen por función oscurecer lo que está inmediatamente por encima de ellos como si fueran una pequeña visera. ¿Y por qué es necesario este oscurecimiento? Pues para asegurar la nitidez de la visión protegiéndola del exceso de luz natural que viene desde arriba. Además, esta barrera de vello impide la caída, sobre los ojos, de las gotas de sudor que a veces se forman en la frente por el trabajo o el calor.

Revista Anteojito N°1487, p.26
8 de septiembre 1993
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