dorados rayos, tintas de grana,
marcha el labriego tras de un arado
labrando el campo de su cuidado.
A él se consagra y él le sostiene,
y cuando obscura la noche viene,
feliz y alegre con su existencia,
disfruta el sueño de la inocencia.
Al hombre impuesto le fue el trabajo:
quien como bueno cumple aquí abajo
aquel precepto puro y divino
y el fin persigue de su destino,
cansado el cuerpo, ligera el alma,
se entrega al sueño con santa calma.
cansado el cuerpo, ligera el alma,
se entrega al sueño con santa calma.
M. Ossorio y Bernard.
“El Adulto” p. 108
No hay comentarios.:
Publicar un comentario