martes, 21 de junio de 2022

Los locos de la azotea

"En 1923 los argentinos escuchamos en transmisión casi directa desde el Polo Rounds de New York, el relato del combate en que Jack Dempsey retuvo el campeonato mundial de peso pesado al poner fuera de combate a Luis Ángel Firpo en el segundo round. Yo tenía nueve años, vivía en el pueblo de Banfield, y mi familia era la única del barrio que lucía una radio caracterizada por una antena exterior realmente inmensa, cuyo cable remataba en un receptor del tamaño de una cajita de cigarros pero en el que sobresalían brillantemente la piedra de galena y mi tío, encargado de ponerse los auriculares para sintonizar con gran trabajo la emisora bonaerense que retransmitía la pelea. Buena parte del vecindario se había instalado en el patio con visible azoramiento de mi madre; y el patriotismo y la cerveza se aliaban como siempre en esos casos para vaticinar el aplastante triunfo de aquel que los yanquis habían llamado el toro salvaje de las pampas, y que era sobre todo salvaje (…). Fue nuestra noche triste; yo con mis nueve años, lloré abrazado a mi tío y a varios vecinos ultrajados por la fibra patria. Después la radio se perfeccionó rápidamente, aparecieron los altavoces, las lámparas, y esas palabras que eran la magia de mi infancia". 
Cortázar Julio, “La vuelta al día en ochenta mundos(1967:124, 125, 128).

Eran las 21 horas del día 27 de agosto de 1920, cuando, desde el Teatro Coliseo de Buenos Aires el Dr. Enrique Telémaco Susini, anunciaba con su voz de barítono:

"Señoras y señores: la sociedad Radio Argentina les presenta hoy el festival sacro de Ricardo Wagner, Parsifal, con la actuación del tenor Maestri, el barítono Aldo Rossi Morelli y la soprano argentina Sara César, todos con la orquesta del teatro Costanzi de Roma, dirigida por el maestro Félix von Weingarten".

El médico Enrique Susini no se encontraba solo en la azotea del Teatro Coliseo, lo acompañaban César Guerrico, Luis Romero Carranza y Miguel Mujica, estudiantes todos de medicina; y eso es lo curioso, no eran ingenieros ni nada parecido. Susini tenía 25 años, Guerrico y Romero Carranza 22, y Mujica 18. Todos eran fanáticos de lo que en ese momento se llamaba “radiotelefonía”, es decir, la comunicación inalámbrica (“sin hilos”).
Esta primer transmisión del Parsifal fue realizada mediante un micrófono para sordos, al que se le había agregado una bocina, en el paraíso del Teatro Coliseo, con un transmisor de 5 vatios, que por lo precario parecía atado con alambres, ubicados en la azotea y con una antena entre el teatro y la cúpula de la casa de Cerrito y Charcas, este "milagro" se hizo realidad.
Esa noche a través de los pocos receptores a galena existentes en la ciudad, se pudo escucharse la primera transmisión en vivo que se hizo a nivel mundial. La iniciativa de “Los locos de la azotea” transformó el panorama de la comunicación de una manera irreversible.
Mientras el entonces presidente Hipólito Irigoyen solo decía unas escuetas palabras: "Cuando los jóvenes juegan a la ciencia es porque tienen el genio adentro." Un cronista de La Razón, estalló en poesía tecnológica:

Anoche, una onda sonora onduló vermicular, de las 21 a las 24, por el espacio, como abriendo, con su sutil celaje de armonías, las más caprichosas, ricas y grávidas de nobles emociones, la ciudad entera. (…) notas divinas que llovían desde el cielo.

Al día siguiente, se transmitieron las óperas Aída, Parsifal e Iris, lo que dio origen a la primera licencia de la radiodifusión nacional: LOR, Radio Argentina, que transmitiría regularmente desde diversos teatros, incluyendo el Colón.

La locura de la radioafición había empezado en Argentina diez años antes, para el Centenario de la Revolución de Mayo, cuando Guillermo Marconi, el inventor del “telégrafo sin hilos”, visito el país. El inventor desarrolló varias pruebas de transmisión utilizando un barrilete con el que se remontaba una antena en la zona de Bernal. Así consiguió tomar contacto con Irlanda y Canadá. Enseguida aparecieron libros y publicaciones sobre esta nueva tecnología.
La popular revista Caras y Caretas comenzó a publicar una nota tras otra sobre construcción y operación de dispositivos de “telefonía sin hilos”.

Si algunos años atrás nos hubiesen dicho que nuestra voz iba a ser oída a distancia de algunas cuadras sin comunicación alguna, nos hubiéramos reído; pero hoy día en que la electricidad a cada paso nos brinda una nueva maravilla, se ha vuelto nuestro temperamento crédulo, afirma un artículo firmado por Juan Otero en un ejemplar de 1920.

Los futuros “Locos de la azotea” no se perdían una de estas notas, siguiendo apasionadamente toda información referida a los principios de Herz, Braun o Marconi. Cuando explotó la Primera Guerra Mundial (1914-1918) desarrollo radiofónico dejó de ser público para aplicarse al conflicto. Carlos Ulanovsky en “Días de radio” (2009:10), relata:

(…) algunos radioaficionados comentaran entre ellos con curiosidad y preocupación sucesos que ocurrían a millares de kilómetros de aquí y que algunos, desde sus equipos primitivos o no tanto, intercambiaran información con embarcaciones extranjeras o argentinas, llevó al gobierno de Hipólito Yrigoyen a dictar el 12 de julio de 1917 el primer decreto de control oficial sobre radiotelefonía. Según comenta el periodista Manuel Ferradas Campos, la medida se tomó para frenar un posible escándalo: la denuncia de que radioaficionados instalados en el país contribuían a intereses alemanes ofreciendo información sobre el movimiento de buques. 

La que entonces llamaron la “Gran Guerra” trajo una consecuencia que resultó decisiva en la historia la primera transmisión: al finalizar el conflicto, Susini, quien había ingresado a la Armada como médico con la especialidad de otorrinolaringólogo, fue enviado a Europa para estudiar el efecto de los gases asfixiantes y paralizantes sobre las vías respiratorias. En el Ejército francés consiguió algunos equipos de radio casi abandonados con transmisores de 5 kw de potencia, uno de los cuales utilizaría para la mítica transmisión.
Tal vez no sean estos “locos" los primeros en alcanzar el descubrimiento, contrario al mito de nuestra sempiterna supremacía.” Opina Ricardo Horvath, periodista e investigador radial argentino; él sostiene que dicha pretensión es un prejuicio chauvinista aún entre nosotros. A pesar de ello, vale reconocer que esos “locos” fueron precursores y propagadores del nuevo medio. Lo que importa es que la emisión de “Los locos de la azotea” abrió una huella y se hizo famosa en todo el mundo.

La importancia de la radio en la vida social de la época: La radiofonía llegó a ser una necesidad masiva
Esos primeros años de la década del 20 del siglo XX, fueron los del “culto” a la radio no solo en Argentina sino también en el mundo.
A partir de aquel momento siguieron transmitiendo regularmente tres veces a la semana, durante algunas horas, y desde 1922 se ensayaron las primeras coberturas periodísticas, surgiendo ya algunas polémicas sobre los avisos comerciales. Susini quería una radio sin propaganda; estaba empeñado en desarrollar una fuente de cultura, ajena a los negocios rentables, quería empezar sus emisiones con “el tema de la fe” y lo notable es que los primeros receptores comerciales, ubicados en lugares de privilegio en los hogares, fueron conocidos popularmente como “capillitas” o “radios capilla”. No tuvo éxito; pronto el nuevo medio se convertiría al igual que la gráfica en vehículo de los más variados anunciantes comerciales.
Para 1922 Radio Cultura, que fue la primera en funcionar “estudio”, en Avenida de Mayo al 500. Sería la que trasmitiría la asunción de Marcelo Torcuato de Alvear el 12 de octubre de 1922, quien fue así el primer presidente argentino que hablara por radio. Surgieron además Radio Sudamérica, que el 14 de septiembre de 1923 trasmitió la pelea entre Firpo y Dempsey y Radio Brusa, con estudios en Avenida Corrientes 2037; también Radio Gran Splendid, Radio Prieto y otras más.
El 22 de noviembre de 1923, Benito Nazar Anchorena, el entonces presidente de la Universidad Nacional de la Plata, presentó el proyecto para la creación de una emisora, con el argumento de que el mismo tendría la ventaja de completar la obra de "extensión universitaria" y "cultura artística", vinculando a la universidad con el medio social en el que vive. Ese mismo mes se puso al aire, en forma de prueba, la primera radio universitaria del mundo. Radio Universidad Nacional de La Plata fue inaugurada oficialmente el 5 de abril de 1924, en el salón de actos del Colegio Nacional Rafael Hernández, en conjunto con la apertura formal del ciclo lectivo de ese año.
En 1924 el parlante reemplazó a los auriculares a galena, inicialmente un artefacto de grandes dimensiones. Con el tiempo se redujo hasta poder ser incorporado a las radios a válvula. Estos nuevos aparatos eran artículos de lujo, que solo tenían las familias acomodadas.

La radio se vuelve el canal de acercamiento de un país inmenso, un catalizador de cultura y entretenimiento.

Fue a través de la radio que se conocieron figuras locales e internacionales, se difundió el teatro, programas cómicos, novelas, reportajes, que configuraron el sello de una época. Se hizo posible al gran público el acercamiento a la música, el conocimiento de figuras como Toscanini, Rubinstein, Beniamino Gigli, Glenn Miller, Maurice Chevalier, los conciertos de Juan José Castro, de Andrés Segovia, o el mismo Carlos Gardel, que cantaba en dúplex desde Nueva York con sus guitarristas en Buenos Aires.
Precisamente el tango tendrá preferentes espacios: el tradicional Glostora Tango Club, los mediodías de domingo con Alberto Castillo, El cantor de los cien barrios porteños, y otros memorables ciclos. Además estuvo la presencia del jazz, del folklore, y de otros ritmos latinoamericanos.
En la comicidad se recuerda a Tomás Simari, como “Nick Vermicelli”, los monólogos de Pepe Arias, la “Catita” de Niní Marshall, “Los Cinco Grandes del Buen Humor”, “La Revista Dislocada”, y antes aún al dúo “Buono-Striano”. Por otra parte, la madre de la radionovela fue la compañía “Chispazos de Tradición”.
En cuanto a la locución, esta era un arte en las voces de Taquini, Rudy, Fontana, Carrizo, y del inolvidable maestro Fioravanti en el fútbol.
Despertaba la alegría de los chicos Las tardes de Toddy, que auspiciaban a Tarzán, Rey de la Selva; se escuchaban con emoción capítulos de los radioteatros de Adalberto Campos y Héctor Bates emitidos al mediodía, con buena parte de la familia a la mesa. Fueron personajes amados u odiados "Fachenzo el Maldito", interpretado por Omar Aladio, atroz sujeto capaz de azotar con un látigo a un indefenso ciego, o de golpear sin piedad a mujeres y viejecitos, y el noble "León de Francia". Muchos recuerdan también aquella pintura costumbrista de una familia argentina en el radioteatro Los Pérez García, que duró varios años.
Los poemas de la excelsa Berta Singerman, los teleteatros de Armando Discépolo, el ciclo Las dos carátulas, se convirtieron en programas que marcaron cumbres por su calidad artística.
De igual forma la política encontró en la radio un instrumento idóneo.
Gente de Radio, Miguel Eugenio Germino (27 de agosto de 2017)


Bibliografía

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