Ni un momento dejó de oírse en mares y montañas, el terrible sonido guerrero del "botuto" y de la "guarura", cuernos de caracol marino.
Al cabo de casi un mes lleno de fuego y destrucción, los guerreros mayas fueron derrotados. ¡Pero su bravo espíritu no se día por vencido! En un último intento, el valiente Huasca Michaqui imploró al dios Yorocán: -¡Apiádate de nosotros, Yorocán! ¡No nos permitas rendirnos! Condénanos a luchar durante toda la eternidad, si es preciso, y a nuestras mujeres permíteles huir antes que caer prisioneras en manos enemigas-. Yorocán, conmovido ante un ruego tan sentido, le concedió su deseo. Transformó a los hombres en cactos con ramas llenas de espinas lacerantes y formas tan intrincadas, que parecían brazos levantados en plena batalla. A las mujeres las convirtió en orquídeas, flores frágiles cuyos pétalos, según cuenta la leyenda, se marchitan con que sólo las mire un extranjero.
Así, generación tras generación, los soldados-cacto luchan por recuperar su tierra, y las mujeres-orquídea huyen de los invasores extranjeros.
Revista Anteojito N°1507, p.42
26 de enero 1994
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