miércoles, 9 de junio de 2021

Nueva Escuela 17: Lengua El texto expositivo

EL TEXTO EXPOSITIVO
Ya se trate de un folleto sobre el mejor aprovechamiento de la energía eléctrica en el hogar, de un artículo de enciclopedia, o de un capítulo sobre la Revolución Francesa en un libro de texto, la posibilidad que los textos expositivos ofrecen de conocer aspectos ignorados de la realidad, privilegia la función informativa del lenguaje. Por esta razón, los textos expositivos son conocidos en el ámbito escolar con el nombre de informativos. Sin embargo, preferimos la denominación expositivos porque resulta más abarcativa. Si bien la mayoría de los textos expositivos tiene como función primordial transmitir información, muchos de ellos no se limitan simplemente a proporcionar datos, sino que además agregan explicaciones, describen, o ilustran con ejemplos y analogías.

Nadie duda de la importancia de los textos expositivos en el ámbito escolar puesto que ellos son fundamentales a la hora de acceder a nuevos conocimientos. A lo largo de los años escolares, el contacto con estos materiales es asiduo a la vez que dificultoso. Los docentes –y no solo los de Lengua– estamos acostumbrados a quejarnos de estas dificultades, y muchas veces carecemos de elementos para resolverlas.
Ya hemos señalado que leer repetidas veces un texto no garantiza su comprensión. Para acceder a ella habrá que implementar estrategias diversas y adecuadas tanto a las características particulares de cada escrito como a las posibilidades de los chicos.
También nos hemos referido a que una de las cuestiones más importantes en relación con la comprensión lectora es la relativa a los conocimientos que se poseen acerca del tema antes de abordar la lectura de un texto. Leer algo sobre un tema casi desconocido, con vocabulario específico y poco familiar, constituye una tarea sumamente difícil, tanto para los chicos como para los adultos. La única manera de hacer significativa l nueva información es ligarla con lo que se sabe de ella antes de la lectura.
En cuanto a la escritura expositiva, la escuela no suele ejercitarla porque, por lo general, carece de estrategias para hacerlo. Sin embargo, frecuentemente exigimos competencia para escribir este tipo de textos cada vez que se evalúan conocimientos en las pruebas escritas.

Algunas consideraciones acerca de las características del texto expositivo y de su abordaje en la comprensión y en la escritura serán desarrolladas a lo largo de este apartado.

Se incluyen también recuadros referidos a investigaciones o experiencias realizadas en la materia, y también actividades de aula a modo de ejemplo.

Caracterización general del texto expositivo
No resulta sencillo caracterizar los textos expositivos en conjunto. Esta dificultad se hace evidente si recordamos que tanto una guía turística como un tratado de botánica o un informe sobre la marcha de la economía de un país son todos materiales expositivos.
Sin embargo, es posible enumerar algunos rasgos en común.
En la mayoría de ellos:
  • predominan las oraciones enunciativas;
  • se prefiere la tercera persona;
  • los verbos de las ideas principales se conjugan en indicativa;
  • se evitan las expresiones de la subjetividad;
  • el registro es formal;
  • abundan los términos técnicos o científicos.
En un artículo de Wayne H. Slater y Michel F. Graves titulado “Investigaciones sobre el texto expositivo: aportes para los docentes” (en Muth, K. Denisse, comp.: El texto expositivo: Estrategias para su comprensión, Aique, Bs. As., 1990) se define al texto expositivo por cuatro de los rasgos fundamentales de la mayoría de los textos:

a) El texto expositivo como texto informativo
La función primordial del texto expositivo es presentar información sobre hechos, fechas, personajes, teorías, etc. Por ej.:
En la noche del 5 y 6 de abril de 1811 se produjo en Buenos Aires el primer intento de revolución contra las autoridades constituidas –no españolas– que marca el comienzo de nuestras luchas internas.
El movimiento finalizó con una nueva victoria de bando saavedrista y permitió a la Junta Grande subsistir un tiempo más al frente del gobierno.

b) El texto expositivo como texto explicativo
Un buen texto expositivo incorpora explicaciones significativas como parte del nivel informativo. Ej.:
A comienzo de 1811, tres partidas se disputaban el predominio en el mando:
a) Los morenistas deseaban retomar el poder que habían perdido después de la incorporación de los diputados provinciales a la Junta.
b) Los saavedristas contaban con el apoyo de la casi totalidad de las fuerzas militares y del elemento humilde de los suburbios.
c) Los provincianos –encabezados por el deán Funes– sostenían que la Junta Grande estaba sujeta al predominio centralista de Buenos Aires.
Aunque la asonada del 5 y 6 de abril dominó aparentemente la tenaz oposición morenista, sus orígenes no están aclaraos y las fuentes permanecen confusas.

c) El texto expositivo como texto directivo
Un buen texto expositivo generalmente tiene la cualidad de ser “directivo”, es decir de funcionar como guía de la lectura presentando claves explicitas: títulos, subtitulos, introducciones, resúmenes, a lo largo del texto. De esta forma el autor está presente en el texto a través de sugerencias sobre lo que es imprescindible que sea comprendido.

d) El texto expositivo y la narrativa
Las anécdotas, cuentos, fábulas que ilustren los temas de un texto expositivo, contribuyen a que la información sea mejor comprendida y mejor elaborada. Así, por ejemplo, el tema de la economía en el Río de la Plata en tiempos de las luchas por la Independencia, y el paso del sistema del trueque al dinero, es ilustrado mediante una descripción hecha por dos comerciantes ingleses –los hermanos Robertson–:

En la mañana siguiente al día de mi llegada me desperté muy temprano y mientras reunía mis pensamientos inquiriendo el lugar en el que me hallaba, (como ocurre a cualquiera al encontrarse en lecho extraño y extraño dormitorio tras un día agitado y un cambio repentino de lugar y de ambiente), después de correr las cortinas para mirar la ventana… llegaron a mis oídos voces agudas.
-Sal por velas– gritaba uno.
–Tabaco por pan– chillaba otro.
–Yerba por huevos­– vociferaba un tercero.
–Tomates por azúcar– aullaba el cuarto…
Este era el modo, muy primitivo por cierto, de atender a las necesidades diarias de la población en la época en que llegué a Corrientes. Y quiero referirme al trueque porque fuimos nosotros quienes introdujimos el uso paulatino de la moneda en nuestras compras doméstica…
El hecho produjo gran escándalo entre las respetables matronas de Corrientes a quienes obligamos a introducir una seria innovación en su inveterada costumbre de trocar los productos…
J.P. y G.P. Robertson: Cartas de Sudamérica. Andanzas por el Litoral Argentino (1815-1816). En Los tiempos de San Martin, Libros del Quirquincho, Buenos Aires, 1989.

Para resumir digamos que un buen texto expositivo en aquel que:
  • presenta información;
  • incluye explicaciones que permitan comprender la información presentada;
  • es directivo, en tanto el autor señala mediante claves que es importante y que no lo es;
  • ilustra el tema mediante narraciones que atraigan al lector.
Tipos de textos expositivos. Su relación con la comprensión
Como dijimos más arriba, la comprensión de los materiales que aporten información sobre un tema es uno de los materiales que aporten información sobre un tema es uno de los requisitos centrales en el aprendizaje escolar, por lo que es indispensable desarrollar estrategias adecuadas que garanticen dicha comprensión.

¿Qué queremos decir con “estrategias adecuadas”? Y, en todo caso, ¿adecuado a qué?
Si bien la confección de cuadros sinópticos, el subrayado de ideas principales, el reconocimiento de palabras clave o la elaboración de un mapa semántico son estrategias útiles para desarrollar la comprensión, no todas son adecuadas para todos los textos.

¿Cómo decidir cuál es la estrategia más adecuada? En principio, el docente debe analizar el texto en cuestión. ¿Qué deben mirar? ¿Con qué se puede encontrar? ¿Qué información necesita para hacer este análisis?
Dada la variedad de materiales expositivos, es útil que el docente conozca algunas de las categorías que se toman en cuenta para describirlos y clasificarlos.

Una de esas categorías es la trama o forma en que está estructurado un texto.
Entre los escritos expositivos de lectura frecuente en la escuela, podemos discriminar los que tienen trama narrativa de los que tienen trama descriptiva[1].
Los de trama narrativa suelen desarrollar procesos históricos o procesos naturales.

El texto de la carta de los hermanos Robertson transcripto más arriba es un ejemplo de texto con trama narrativa. He aquí un ejemplo de desarrollo de un proceso natural:

La Tierra se calienta gracias a la energía del sol. Cuando esta energía llega a la atmósfera, una parte es reflejada de nuevo al espacio, otra pequeña parte es absorbida, y la restante llega a la Tierra y calienta su superficie.
Pero cuando la Tierra refleja a su vez la energía hacia la atmósfera, ocurre algo diferente: en lugar de atravesarla y llegar al espacio, los gases de la atmósfera absorben una gran parte de esta energía. Esto contribuye a mantener caliente el planeta.
De esta manera, la atmósfera deja que la radiación solar la atraviese para calentar la Tierra, pero no deja salir la radiación que la Tierra irradia hacia el espacio. En un invernadero ocurre lo mismo, salvo que en el invernadero se utiliza cristal en lugar de gases, para retener el calor. Por eso llamamos a este proceso efecto infernadero.

El que sigue es un ejemplo de texto con trama descriptiva:

El continente americano se extiende entre los océanos Pacifico y Atlántico, a los que separa, desde el mar Glaciar Ártico al pasaje de Drake.
Íntegramente situado en el hemisferio occidental, alcanza extensiones desiguales al norte y al sur del ecuador, aproximándose, en el cabo Murchison, a 2200 km del polo.
Más de dos terceras partes del continente se hallan en el hemisferio continental, en la zona de mayor actividad humana del mundo, y el resto, la parte menor de América del Sur, en el hemisferio marítimo.
(En RAMPA, A.: Geografía americana y argentina, Kapelusz, Bs. As., 1978)

Por su parte, una clase especial dentro de los textos con trama descriptiva -y muy habitual en la escuela- la constituyen los textos clasificatorios, que organizan la información en clases y subclases.

He aquí un ejemplo:

En el territorio argentino pueden distinguirse cuatro tipos fundamentales de climas, con algunas variedades subtropical con o sin estación seca; templado, a su vez subdivido en pampeano y de la franja de transición; árido de montaña y árido de planicies y sierras y finalmente, frío, subdividido en húmedo, seco y níveo.
El clima subtropical comprende la mitad norte de la mesopotamia, la llanura chaqueña y las sierras y valles del sistema subandino.
El clima templado, por su parte es típico de la pampa oriental.
En cuanto al clima árido, la variedad de montaña está circunscripta a la puna y los Andes del geosinclinal. La variedad de planicies y sierras ocupa una amplia región entre el sudeste de Catamarca y el noreste de Río Negro.
El clima frío es característico de la Patagonia.
(Adaptación de Rampa, op. cit.)

Además de la trama, otra cuestión a tener en cuenta se refiere a las relaciones lógicas o temporales que se establecen entre las ideas desarrolladas en los textos.

En este sentido algunos autores hablan de organizaciones características de los textos expositivos, por ejemplo:

problema-solución
causa-consecuencia
secuencias
comparación

Cabe aclarar que todas estas consideraciones acerca de la firma y de la organización de los textos, no han de ser utilizadas para “enseñar” a los alumnos todos los tipos de textos. Antes bien se trata de ir aproximándose a su reconocimiento para utilizar estratégicamente esos datos en la comprensión.

EL TEXTO EXPOSITIVO EN EL AULA
Actividades de comprensión
A través de los ejemplos que siguen, mostramos algunas estrategias de comprensión apropiadas a las distintas variedades de texto expositivos que acabamos de mencionar.
Un texto con trama narrativa -un relato histórico o un proceso natural- es apropiado para desarrollar una línea de tiempo o una secuencia de pasos o fases.
Así, luego de la lectura del texto anteriormente transcripto sobre el proceso denominado efecto invernadero, puede elaborarse en conjunto el siguiente esquema:
El que sigue es un texto con trama descriptiva que puede ser graficado a través de un mapa semántico. El mapa semántico es un dispositivo gráfico que permite a los alumnos ver cómo se relacionan entre sí palabras o ideas.

Dermis
La dermis es una variedad de tejido fibroelástico que contiene fibra elásticas y resistentes en gran abundancia. Su misión principal es llevar los vasos sanguíneos y los nervios que van a la epidermis y recibir lo que viene de ella, así como dar a ésta firmeza y flexibilidad. Al igual que la epidermis, la dermis tiene también un grosor apreciable y puede sufrir modificaciones muy diversas para desempeñar funciones especiales. Por ejemplo, entre los componentes celulares de la dermis se hallan los cromatóforos; de ahí se desprende la importancia de la dermis como órgano de la coloración animal. Los distintos tipos de pigmentación son de gran importancia en el camuflaje de los animales, en la selección sexual y en la protección frente a la acción de los rayos ultravioleta de la luz solar. La dermis contiene, además, los receptores de los diferentes sentidos cutáneos, esto es, del tacto, el calor, la presión y el dolor. Por medio de la regulación nerviosa del flujo sanguíneo a través de la dermis, se controla la pérdida de calor por la superficie del cuerpo, por este motivo de dermis tiene un papel importante en la regulación de las temperaturas internas…
En todos los animales, vertebrados o no, la epidermis puede regenerarse con facilidad. La dermis no se suele regenerar tan fácilmente y algunas veces no lo hace en absoluto.
(En WEISZ, Paul: La ciencia de la zoología, Omega, Barcelona, 1987).

El mapa semántico se construye pariendo de una idea central y ubicando alrededor las ideas conectadas con ella.
Los textos descriptivos clasificatorios, por su parte permiten armar cuadros sinópticos.
Este es el cuadro sinóptico que puede elaborarse a partir del texto que transcribimos más arriba sobre los tipos de climas en la República Argentina:


Hacia el significado global
Programación temática
Autopreguntas
Si bien ayudar a reconocer las estructuras textuales contribuirá al mejoramiento de la comprensión, no pensamos que esta sola tarea será suficiente.
En forma complementaria a ese reconocimiento, la posibilidad de responder a la pregunta ¿de qué habla este texto?, y más específicamente ¿de qué habla cada párrafo? ¿se sigue en otro párrafo hablando del mismo tema? permitirá entender y establecer relaciones entre las ideas. Esta posibilidad de determinar el tema de cada párrafo, debe complementarse con el reconocimiento de qué comentarios se hacen acerca del tema.
Se trata de alcanzar la progresión temática del texto, es decir cómo se suceden los temas y qué se dice de cada uno de ellos, y a la vez de extraer el significado global, total del texto.
Veamos un ejemplo de este trabajo en el siguiente texto:

El sapo: habitad y costumbres
El sapo habita una amplia región de nuestro país, desde Chubut hasta las provincias del norte, salvo en la región chaqueña, donde es más escaso.
En primavera y verano se oculta durante el día en sitios oscuros y húmedos bajo las piedras o en las cuevas de otros animales. Abandonan estos refugios cuando llueve o al anochecer, para ir de ronda en busca de alimentos. Tal comportamiento les resulta ventajoso, pues al abrigo del sol evita el peligroso de deshidratarse.
También puede permanecer disimulado entre la vegetación gracias a la coloración dorsal de su cuerpo, muy parecida a la del ambiente. Esta característica le permite protegerse de sus enemigos, como las serpientes, las lechucitas de las vizcacheras, las chuñas, a las que a veces ahuyenta con el olor desagradable que emite cuando está amenazado.
Si es descubierto puede adoptar distintas actitudes: unas veces enfrenta al atacante y distiende su cuerpo con aire, aparentando mayor tamaño para atemorizarlo; otras, huye a saltos y se sumerge en el agua, refugiándose bajo las piedras o las plantas, donde puede permanecer hasta que pasa el peligro.
(Adaptación de BOTTO, Juan y PEREZ CALVO, Carmen: Biología animal, Kapelusz, Buenos Aires, 1978).

Por último, se considera de gran ayuda en el trabajo de comprensión, enseñar al alumno a formular preguntas acerca del contenido del texto y a distinguir las preguntas fundamentales de las accesorias.
Así resume Emilio Sánchez Miguel, (1993) las estrategias de comprensión que hemos desarrollado hasta aquí:

1. Progresión temática
1. ¿Sigue el texto hablando de lo mismo?
2. ¿De qué trata ahora -en cada momento-, el texto?
3. ¿Qué dice el texto de ese tema?

2. Macrorreglas
1. ¿Podemos quitar algo del texto porque ya lo sabemos o porque se dice lo mismo de varias maneras?
2. ¿Hay algo en el texto que se pueda considerar como un ejemplo de algo que ya sabemos?
3. ¿Podemos sustituir todo esto por alguna palabra -nuestra- que diga lo mismo?

3. Estrategia estructural
1. ¿Qué organización de las que conocemos podría corresponder a este texto? o ¿Cuál de entre todas podría descartarse?
2. ¿Dónde están -según los casos- las causas, las consecuencias, los problemas, las soluciones, las fases, las características…?

4. Autorregulación
1. ¿Qué preguntas podrían (o nos podríamos) hacer de este texto?

Comprensión “desde arriba” y comprensión “desde abajo”
En la aproximación a un texto expositivo se distinguen básicamente dos formas diferentes de abordaje:
  • aproximación desde abajo hacia arriba (o desde el análisis hacia la síntesis, en inglés bottom-up)
  • aproximación de arriba hacia abajo (o desde la síntesis hacia el análisis, en inglés top-down)
La primera de estas aproximaciones -desde el análisis hacia la síntesis- consiste en recorrer el texto frase a frase, linealmente, para ir construyendo estructuras para la comprensión y la interpretación, a veces no solo del texto sino también de un determinado campo de estudio. (Es el caso de un alumno que encara por primera vez un texto de Física).
La aproximación de arriba hacia abajo será aquella que se afronta primero desde una pre-lectura global, para completarse en una lectura analítica. Esta manera de proceder será más propia de un lector versado en el tema, que buscará confirmar, revisar o ampliar sus conocimientos previos.
Las estrategias de lectura que desarrollen los alumnos deben ayudarlos a analizar esta última forma de abordaje de los textos expositivos, la más apropiada para obtener significados globales y en consecuencia la que privilegia la comprensión del texto.

Una estrategia de aprendizaje
Transcribimos a continuación un fragmento de un artículo producido en el marco de la Universidad de Chicago, relativo a estrategias de lectura que consideramos de sumo interés y sencilla implementación
(OGLE, Donna, M.: Estrategias de lectura acerca del mundo real: el texto expositivo. En Lectura y Vida, año 14, N°1, marzo 1993).

Una estrategia de aprendizaje
He ideado una forma de enseñanza en la que todos los niños escriben sus ideas en una hoja de trabajo, de tal manera que todos están “obligados” a participar, aunque no lo hagan en voz alta. Esta estrategia de enseñanza que he diseñado para ayudar a los alumnos y maestros se llama en inglés K (know) W (want to know) L (learn). En castellano: S= sabemos Q= queremos saber y A= aprendemos. El proceso es fácil. Antes de leer el grupo recuerda lo que ya sabe del tema. La maestra escribe en su propia hoja de trabajo o cuaderno lo que piensa que saben. Luego los alumnos formulan las preguntas que tienen acerca del tema. La maestra las escribe para que todos las puedan ver. Los alumnos eligen las que les interesan y las escriben en sus hojas de trabajo. Cada una de estas hojas ha de ser necesariamente distinta porque representan las ideas de cada alumno. Después de anotar lo que saben y sus propias preguntas, entonces están listos para pasar al tercer paso que es empezar con la lectura. Cuando están leyendo pueden anotar las cosas que aprenden.

Identificación de categorías y estructuras de ideas
Después que los alumnos han aprendido a identificar qué es lo que saben, qué es lo que quieren conocer, qué es lo que están aprendiendo, podemos agregar algo más. Al final de la hoja hay una sección donde los alumnos pueden anticipar la estructura del contenido. ¿Cómo debe estar organizado un artículo determinado teniendo en cuenta las categorías de información que debe necesariamente incluir de acuerdo con el tema abordado? Es muy importante poder anticipar las categorías de información que un autor deba usar. P.e.; al leer un artículo sobre los Estados Unidos, ¿Qué categorías deberíamos encontrar? Gobierno, vida social, recursos naturales, etc. Si vamos a leer sobre un animal, ¿Qué categorías de información anticipamos? Especie, cómo son, qué comen, cómo se protegen, lugares donde viven, etc. Reconocer las estructuras, las categorías de información permite a los alumnos estar más preparados para leer y organizar sus ideas. Entonces leen y escriben en sus hojas lo que aprenden y finalmente pueden reconstruir todas sus ideas y las nuevas en una forma gráfica.

Resumen final
En el mundo actual es sumamente importante saber captar y seleccionar rápidamente las informaciones, por ello la escuela tiene el deber de ayudar a los alumnos a leer diarios, revistas, y libros sobre el mundo real, y para ello debe ofrecerles buenos materiales y dotarlos de estrategias eficaces para formar lectores críticos. Buenos materiales y buenas estrategias son las claves para aprender.


ACTIVIDADES
A continuación presentamos una actividad de aula.
Ella se relacionan con los desarrollos teóricos sobre el texto expositivo y también con las consideraciones acerca de lecturas y comprensión lectora.

La prueba de Natalia
Esta es la prueba de historia de Natalia. La maestra se dio cuenta de que había estudiado, aunque la prueba no estaba bien escrita. Las palabras que había usado no eran para una prueba. Parecían más apropiadas para explicar el tema a un compañero que para una evaluación. Como la maestra subrayó todo lo inadecuado, le propuso a Natalia que reescribiera la prueba, cambiando o suprimiendo lo subrayado.
Ayúdenle a Natalia a reescribir su prueba.


Natalia Ruiz                                                                                                             19 de mayo

Evaluación de Historia

Explica cómo se descubrió el Río de la Plata

Al principio, a los españoles, América les importaba un pito. Ellos tenían una idea fija: llegar a las Indias. Cuando se apiolaron de que América era América y no las Indias, decidieron buscar un lugar para poder cruzarla en barco. América era una cosa en el medio que les molestaba y la querían saltear.
Con esa idea, Solís salió de España con tres naves y llegó al Río de la Plata en 1576. Lo bautizó “Mar Dulce” porque era grande como un mar.
Solís se bajó a explorar la costa con otros tipos. ¡Pobre Solís! Los indios lo reventaron. Los que se habían quedado en los barcos se murieron de miedo y rajaron. Para colmo de males, en el camino de vuelta, frente a Brasil, se hundió un barco. Algunos se salvaron y se quedaron a vivir con los indios. Los indios les llenaron la cabeza con que había un país cerca lleno de oro y plata. Entonces a los españoles les agarró la locura por el oro y la plata. Pensaban que viajando por el Mar Dulce iban a llegar a ese país. Por eso, años más tarde, le cambiaron el nombre al río y le pusieron Río de la Plata.

Recurrir a la exageración o al absurdo puede ser una buena estrategia para reflexionar sobre el error. En este caso, los errores ponen de manifiesto un uso inadecuado del registro propio de un texto expositivo escolar. Aunque seguramente ningún chico llegaría a este extremo, son habituales las dificultades para encontrar las palabras adecuadas a los textos que las pruebas exigen.
Intentemos acercarnos a algunas causas de esta dificultad.
Por un lado, la escuela enfrenta a los chicos con normas lingüísticas alejadas de cualquier otra experiencia anterior:
  • Por primera vez, deben responder a una pregunta con una oración completa. Si conversando con un amigo o con un familiar ante una pregunta como “¿Cuáles son tus jugadores favoritos?” pueden responder “Batistuta, Maradona o Goycochea”, la misma pregunta en el cuaderno de clase de ser respondida “Mis jugadores favoritos son Batistuta…”
  • También por primera vez la escuela les exige expresarse en un lenguaje que no han puesto en práctica fuera de ella La prueba de Natalia es un ejemplo exagerado de la dificultad de los chicos para escribir textos expositivos en registro formal y dejando de lado las expresiones subjetivas.
Por otro lado, esta exigencia escolar no se corresponde con una enseñanza sistemática que se plantee desarrollar las competencias necesarias para escribir este tipo de textos. Nadie espera que un chico sepa dividir sin un aprendizaje previo. ¿Por qué entonces esperar que puedan espontáneamente escribir con oraciones completas, relacionarlas lógicamente por medio de conectores, resumir o ampliar información, ilustrar con ejemplos, utilizar el registro formal, prescindir de expresiones subjetivas? No parece razonable que en las pruebas, además de evaluar un conocimiento específico, exijamos competencia para escribir correctamente lo que nunca se ejercitó.

¿Cómo contribuir a desarrollar estas competencias?

En primer lugar, considerando a la escritura como un proceso –que implica planificar, redactar, revisar, corregir, reescribir– y no como un producto acabado –un texto escrito de una vez y para siempre–. (El proceso de la escritura se aborda especialmente en el apartado titulado El concepto de escritura. La escritura como proceso)

En segundo lugar, leyendo los materiales abordados en todas las asignaturas, no sólo para enterarse del contenido sino también para analizar cómo están escritos.

Así como en La prueba de Natalia se exageran las dificultades para adecuarse al registro y evitar las expresiones subjetivas, el docente puede diseñar actividades similares recurriendo también a la exageración y al absurdo. De este modo, podrá enfocar este u otros aspectos presentes en la escritura de los textos expositivos.

BIBLIOGRAFÍA
Ø ALVARADO, Maite: El lecturón, Libros de Quirquincho, Buenos Aires, 1989.
Ø LORENZINI, E. y FERMAN, C.: Estrategias discursivas. Prácticas de la comprensión y producción de textos en castellano, Club de Estudio, Bs. As., 1992.
Ø MARRO, M. y DELLAMEA A.: Producción de textos, Editorial Docencia, Buenos Aires, 1993.
Ø MUTH, K. Denise (comp.): El texto expositivo. Estrategias para su comprensión, Aique, Bs. As., 1990.
Ø Monográfico Leer y escribir, Cuaderno de Pedagogía, Ed. Fontalba, N° 216, Barcelona, julio-agosto 1993.
Ø SANCHEZ MIGUEL, Emilio: Los textos expositivos, Santillana, Madrid, 1993.
Ø SERAFINI, María Teresa: Cómo se estudia, Paidós, Barcelona, 1991.

[1] Nos hemos referido a este concepto en el apartado titulado TIPOLOGÍAS DE TEXTOS.

domingo, 21 de marzo de 2021

El hambre


1536
Alrededor de la empalizada desigual que corona la meseta frente al río, las hogueras de los indios chisporrotean día y noche. En la negrura sin estrellas meten más miedo todavía. Los españoles, apostados cautelosamente entre los troncos, ven al fulgor de las hogueras destrenzadas por la locura del viento, las sombras bailoteantes de los salvajes. De tanto en tanto, un soplo de aire helado, al colarse en las casucas de barro y paja, trae con él los alaridos y los cantos de guerra. Y enseguida recomienza la lluvia de flechas incendiarias cuyos cometas iluminan el paisaje desnudo. En las treguas, los gemidos del Adelantado, que no abandona el lecho, añaden pavor a los conquistadores. Hubieran querido sacarle de allí; hubieran querido arrastrarle en su silla de manos, blandiendo la espada como un demente, hasta los navíos que cabecean más allá de la playa de toscas, desplegar las velas y escapar de esta tierra maldita; pero no lo permite el cerco de los indios. Y cuando no son los gritos de los sitiadores ni los lamentos de Mendoza, ahí está el angustiado implorar de aquellos a los que roe el hambre, y cuya queja crece a modo de una marea, debajo de las otras voces, del golpear de las ráfagas, del tiroteo espaciado de los arcabuces, del crujir y derrumbarse de las construcciones ardientes.
Así han transcurrido varios días; muchos días. No los cuentan ya. Hoy no queda mendrugo que llevarse a la boca. Todo ha sido arrebatado, arrancado, triturado: las flacas raciones primero, luego la harina podrida, las ratas, las sabandijas inmundas, las botas hervidas cuyo cuero chuparon desesperadamente. Ahora jefes y soldados yacen por doquier, junto a los fuegos débiles o arrimados a las estacas defensoras. Es difícil distinguir a los vivos de los muertos.
Don Pedro se niega a ver sus ojos hinchados y sus labios como higos secos, pero en el interior de su choza miserable y rica le acosa el fantasma de esas caras sin torsos, que reptan sobre el lujo burlón de los muebles traídos de Guadix, se adhieren al gran tapiz con los emblemas de la Orden de Santiago, aparecen en las mesas, cerca del Erasmo y el Virgilio inútiles, entre la revuelta vajilla que, limpia de viandas, muestra en su tersura el “AvenMaría” heráldico del fundador.
El enfermo se retuerce como endemoniado. Su diestra, en la que se enrosca el rosario de madera, se aferra a las borlas del lecho. Tira de ellas enfurecido, como si quisiera arrastrar el pabellón de damasco y sepultarse bajo sus bordadas alegorías. Pero hasta allí le hubieran alcanzado los quejidos de la tropa. Hasta allí se hubiera deslizado la voz espectral de Osorio, el que hizo asesinar en la playa del Janeiro, y la de su hermano don Diego, ultimado por los querandíes el día de Corpus Christi, y las otras voces, más distantes, de los que condujo al saqueo de Roma, cuando el Papa tuvo que refugiarse con sus cardenales en el castillo de Sant Angelo. Y si no hubiera llegado aquel plañir atroz de bocas sin lenguas, nunca hubiera logrado eludir la persecución de la carne corrupta, cuyo olor invade el aposento y es más fuerte que el de las medicinas. ¡Ay!, no necesita asomarse a la ventana para recordar que allá afuera, en el centro mismo del real, oscilan los cadáveres de los tres españoles que mandó a la horca por haber hurtado un caballo y habérselo comido. Les imagina, despedazados, pues sabe que otros compañeros les devoraron los muslos.
¿Cuándo regresará Ayolas, Virgen del Buen Aire? ¿Cuándo regresarán los que fueron al Brasil en pos de víveres? ¿Cuándo terminará este martirio y partirán hacia la comarca del metal y de las perlas? Se muerde los labios, pero de ellos brota el rugido que aterroriza. Y su mirada turbia vuelve hacia los platos donde el pintado escudo del Marqués de Santillana finge a su extravío una fruta roja y verde.
Baitos, el ballestero, también imagina. Acurrucando en un rincón de su tienda, sobre el suelo duro, piensa que el Adelantado y sus capitanes se regalan con maravillosos festines, mientras él perece con las entrañas arañadas por el hambre. Su odio contra los jefes se torna entonces más frenético. Esa rabia le mantiene, le alimenta, le impide echarse a morir. Es un odio que nada justifica, pero que en su vida sin fervores obra como un estímulo violento. En Morón de la Frontera detestaba al señorío. Si vino a América fue porque creyó que aquí se harían ricos los caballeros y los villanos, y no existirían diferencias. ¡Cómo se equivocó! España no envió a las Indias una armada con tanta hidalguía como la que fondeó en el Río de la Plata. Todos se las daban de duques. En los puentes y en las cámaras departían como si estuvieran en palacios. Baitos les ha espiado con los ojos pequeños, entrecerrándolos bajo las cejas pobladas. El único que para él algo valía, pues se acercaba a veces a la soldadesca, era Juan Osorio, y ya se sabe lo que pasó: le asesinaron en el Janeiro. Le asesinaron los señores por temor y por envidia. ¡Ah, cuánto, cuánto les odia, con sus ceremonias y sus aires! ¡Como si no nacieran todos de idéntica manera! Y más ira le causa cuando pretenden endulzar el tono y hablar a los marineros como si fueran sus iguales. ¡Mentira, mentiras! Tentado está de alegrarse por el desastre de la fundación que tan recio golpe ha asestado a las ambiciones de esos falsos príncipes. ¡Sí! ¿Y por qué no alegrarse?
El hambre le nubla el cerebro y le hace desvariar. Ahora culpa a los jefes de la situación. ¡El hambre!, ¡el hambre!, ¡ay!; ¡clavar los dientes en un trozo de carne! Pero no lo hay… no lo hay… Hoy mismo, con su hermano Francisco sosteniéndose el uno al otro, registraron el campamento. No queda nada que robar. Su hermano ha ofrecido vanamente, a cambio de un armadillo, de una culebra, de un cuero, de un bocado, la única alhaja que posee: ese anillo de plata que le entregó su madre al zarpar de San Lúcar y en el que hay labrada una cruz. Pero así hubiera ofrecido una montaña de oro, no lo habría logrado, porque no lo hay, porque no lo hay. No hay más que ceñirse el vientre que punzan los dolores y doblarse en dos y tiritar en un rincón de la tienda.
El viento esparce el hedor de los ahorcados. Baitos abre los ojos y se pasa la lengua sobre los labios deformes. ¡Los ahorcados! Esta noche le toca a su hermano montar guardia junto al patíbulo. Allí estará ahora, con la ballesta. ¿Por qué no arrastrarse hasta él? Entre los dos podrán descender uno de los cuerpos y entonces…
Toma su ancho cuchillo de caza y sale tambaleándose.
Es una noche muy fría del mes de junio. La luna macilenta hace palidecer las chozas, las tiendas y los fuegos escasos. Dijérase que por unas horas habrá paz con los indios, famélicos también, pues ha amenguado el ataque. Baitos busca su camino a ciegas entre las matas, hacia las horcas. Por aquí debe de ser. Sí, allí están, allí están, como tres péndulos grotescos, los tres cuerpos mutilados. Cuelgan, sin brazos, sin piernas… Unos pasos más y los alcanzará. Su hermano andará cerca. Unos pasos más…
Pero de repente surgen de la noche cuatro sombras. Se aproximan a una de las hogueras y el ballestero siente que se aviva su cólera atizada por las presencias inoportunas. Ahora les ve. Son cuatro hidalgos, cuatro jefes: Don Francisco de Mendoza, el adolescente que fuera mayordomo de don Fernando, Rey de los Romanos; don Diego Barba, muy joven, caballero de la Orden de San Juan de Jerusalén; Carlos Dubrin, hermano de leche de nuestro señor Carlos Quinto; y Bernardo Centurión, el genovés, antiguo cuatralbo de las galeras del Príncipe Andrea Doria.
Baitos se disimula detrás de una barrica. Le irrita observar que ni aun en estos momentos en que la muerte asedia a todos, han perdido nada de su empaque y de su orgullo. Por lo menos lo cree él así. Y tomándose de la cuba para no caer, pues ya no le restan casi fuerzas, comprueba que el caballero de San Juan luce todavía su roja cota de armas, con la cruz blanca de ocho puntas abiertas como una flor en el lado izquierdo, y que el italiano lleva sobre la armadura la enorme capa de pieles de nutria que le envanece tanto.
A este Bernardo Centurión le execra más que a ningún otro. Ya en San Lúcar de Barrameda, cuando embarcaron, le cobró una aversión que ha crecido durante el viaje. Los cuentos de los soldados que a él se refieren fomentaron su animosidad. Sabe que ha sido capitán de cuatro galeras del Príncipe Doria y que ha luchado a sus órdenes en Nápoles y en Grecia. Los esclavos turcos bramaban bajo su látigo, encadenados a los remos. Sabe también que el gran almirante le dio ese manto de pieles el mismo día en que el Emperador le hizo a él la gracia del Toisón. ¿Y qué? ¿Acaso se explica tanto engreimiento? De verle, cuando venía a bordo de la nao, hubieran podido pensar que era el propio Andrea Doria quien venía a América. Tiene un modo de volver la cabeza morena, casi africana, y de hacer relampaguear los aros de oro sobre el cuello de pieles, que a Baitos le obliga a apretar los dientes y los puños. ¡Cuatralbo, cuatralbo de la armada del Príncipe Andrea Doria! ¿Y qué?¿Será él menos hombre, por ventura? También dispone de dos brazos y de dos piernas y de cuanto es menester…
Conversan los señores en la claridad de la fogata. Brillan sus palmas y sus sortijas cuando las mueven con la sobriedad del ademán cortesano; brilla la cruz de Malta; brilla el encaje del mayordomo del Rey de los Romanos, sobre el desgarrado jubón; y el manto de nutrias se abre, suntuoso, cuando su dueño afirma las manos en las caderas. El genovés dobla la cabeza crespa con altanería y le tiemblan los aros redondos. Detrás, los tres cadáveres giran en los dedos del viento.
El hambre y el odio ahogan al ballestero. Quiere gritar mas no lo consigue y cae silenciosamente desvanecido sobre la hierba rala.

Cuando recobró el sentido, se había ocultado la luna y el fuego parpadeaba apenas, pronto a apagarse. Había callado el viento y se oían, remotos, los aullidos de la indiada. Se incorporó pesadamente y miró hacia las horcas. Casi no divisaba a los ajusticiados. Lo veía todo como arropado por una bruma leve. Alguien se movió, muy cerca. Retuvo la respiración, y el manto de nutrias del capitán de Doria se recortó, magnífico, a la luz roja de las brasas. Los otros ya no estaban allí. Nadie: ni el mayordomo del Rey, ni Carlos Dubrin, ni el caballero de San Juan. Nadie. Escudriñó en la oscuridad. Nadie: ni su hermano, ni tan siquiera el señor don Rodrigo de Cepeda, que a esa hora solía andar de ronda con su libro de oraciones.
Bernardo Centurión se interpone entre él y los cadáveres: solo Bernardo Centurión, pues los centinelas están lejos. Y a pocos metros se balancean los cuerpos desflecados. El hambre le tortura en forma tal que comprende que si no la apacigua enseguida enloquecerá. Se muerde un brazo hasta que siente, sobre la lengua, la tibieza de la sangre. Se devoraría a sí mismo, si pudiera. Se troncharía ese brazo. Y los tres cuerpos lívidos penden, con su espantosa tentación… Si el genovés se fuera de una vez por todas… ¿Y por qué no, en verdad, en su más terrible verdad, de una vez por todas?¿Por qué no aprovechar la ocasión que se le brinda y suprimirle para siempre? Ninguno lo sabrá. Un salto y el cuchillo de caza se hundirá en la espalda del italiano. Pero ¿podrá él, exhausto, saltar así? En Morón de la Frontera hubiera estado seguro de su destreza, de su agilidad…
No, no fue un salto; fue un abalanzarse de acorralado cazador. Tuvo que levantar la empuñadura afirmándose con las dos manos para clavar la hoja. ¡Y cómo desapareció en la suavidad de las nutrias! ¡Cómo se le fue hacia adentro, camino del corazón, en la carne de ese animal que está cazando y que ha logrado por fin! La bestia cae con un sordo gruñido, estremecida de convulsiones, y él cae encima y siente, sobre la cara, en la frente, en la nariz, en los pómulos, la caricia de la piel. Dos, tres veces arranca el cuchillo. En su delirio no sabe ya si ha muerto el cuatralbo del Príncipe Doria o a uno de los tigres que merodean en torno del campamento. Hasta que cesa todo estertor. Busca bajo el manto, y al topar con un brazo del hombre que acaba de apuñalar lo cercena con la faca e hinca en él los dientes que aguza el hambre. No piensa en el horror de lo que está haciendo, sino en morder, en saciarse. Solo entonces la pincelada bermeja de las brasas le muestra más allá, mucho más allá, tumbado junto a la empalizada, al corsario italiano. Tiene una flecha plantada entre los ojos de vidrio. Los dientes de Baitos tropiezan con el anillo de plata de su madre, el anillo con una labrada cruz, y ve el rostro torcido de su hermano, entre esas pieles que Francisco le quitó al cuatralbo después de su muerte, para abrigarse.

El ballestero lanza un grito inhumano. Como un borracho se encarama en la estacada de troncos de sauce y ceibo, y se echa a correr barranca abajo, hacia las hogueras de los indios. Los ojos se le salen de las órbitas, como si la mano trunca de su hermano le fuera apretando la garganta más y más.

Manuel Mujica Láinez,
 Cuentos completos 1, Buenos Aires,
Alfaguara,1999.
©Manuel Mujica Láinez.

viernes, 12 de marzo de 2021

Nueva Escuela 17: Lengua El concepto de lector

EL CONCEPTO DE LECTURA
La lectura como proceso
Durante mucho tiempo se pensó que el trabajo de un lector consistía en obtener la información que el texto aportaba, transponiendo directamente el significado del texto a su mente.
Las investigaciones realizadas sobre la lectura en las últimas décadas (fundamentalmente a partir del desarrollo de la psicología cognitiva), han permitido revisar es concepción que entendía la lectura como decodificación, es decir como actividad que consiste en extraer el significado del texto letra a letra y palabra a palabra.
El modelo de lectura surgido de estos estudios puede sinterizarse como un proceso destinado a construir el significado de un texto escrito en el que se producen transacciones entre pensamiento y lenguaje.
La transacción a la que aludimos no es una simple interacción. Esta idea -tomada de Dewey- expresa más precisamente las características del proceso de lectura, ya que en este proceso tanto el texto como el lector resultan modificados.
Por otra parte, se entiende a la lectura como una experiencia social que implica tanto al lector y al texto como al contexto; en consecuencia el significado, puede definirse como un producto -variable- de esa interacción.
Si antes podía pensarse en un único significado para el texto que debía ser pasivamente decodificado a través de la lectura, esta nueva perspectiva exige pensar en un lector activa que construye su interpretación de la lectura y de lo que sabe acerca del mundo y del lenguaje antes de empezar a leer.
Tomar en cuenta estas consideraciones, lleva a asumir que aprender a leer -como afirma Kennetb Goodman- comienza con el desarrollo de las funciones del lenguaje escrito, implica buscar significado (por lo tanto el lector debe tener un propósito para buscar significado en el texto) y además exige el desarrollo de esquemas acerca de la información que puede ser representada en los textos.
Hoy en día existe un amplio consenso para considerar el texto, el lector y el contexto como componentes interactivos en el modelo de comprensión lectora. La investigación en este sentido puede dividirse en dos aspectos complementarios:
  1. Lo que el lector hace cuando lee, es decir, el proceso de lectora;
  2. Lo que el lector es y sabe en el momento de la lectura, sus saberes previos, sus actitudes y valoraciones.
Estas consideraciones personales sobre el proceso de lectura y sobre las competencias del lector, serán desarrolladas en los apartados siguientes.

LO QUE EL LECTOR HACE
Las estrategias de lectura
Hoy en día se conocen con bastante precisión los mecanismos fisiológicos de la percepción en el acto de la lectura. Se ha demostrado que el ojo solo percibe en estado de inmovilidad. La lectura no se efectúa entonces en un desplazamiento continuo del ojo, sino en una sucesión de desplazamientos y pausas.
La eficacia de un lector entrenado, no radica en la rapidez de los desplazamientos del ojo, sino en la reducción al mínimo de los tiempos muertos que los movimientos conlleva (8 a 10 movimientos por línea para un lector lento contra 3 o 4 para uno rápido). Lo que un lector avanzado puede elegir son los puntos de fijación claves, mientras que el principiante realiza un sondeo sistemático y total del texto.
El texto provee índices redundantes, la capacidad para la seleccionar los más útiles hace que el aparato perceptivo no se sature de información innecesaria. Se habla pues de estrategias de lectura. Una estrategia es un esquema que permite obtener, evaluar y emplear información. El muestreo es la estrategia que permite decidir qué marcas del texto son las más productivas para ser procesadas.
Gracias a esta descripción del muestreo, cualquier docente encontrará explicación a la dificultad para corregir la ortografía de un texto. Para realizar esta tarea deberá ir en contra de esa estrategia que ha incorporado inconscientemente y leer letra por letra todas y cada una de las palabras. (También habrá advertido que esa exigencia de deletreo impide casi completo la comprensión del significado del texto, con lo cual cualquier corrección exige, por lo menos, dos lecturas)
Esta compleja actividad sensorial puesta en juego en el acto de leer, no es suficiente para la obtención del significado, la actividad intelectual procesa la información a través de los conocimiento antes mencionados (del léxico, de los estructuras, del tema y de los contextos situacionales en los que los textos funcionan).
Como los textos tienen estructuras características y pautas que los identifican, los lectores pueden realizar predicciones acerca de esos textos. Así es posible anticipar el final de un cuento, o el remate de un diálogo, o el final de una palabra.
Los lectores emplean todos sus conocimientos para anticipar lo que seguirá en el texto y cuál será su significado. Pero en el texto no está “todo”: la inferencia es la actividad que permite completar la información disponible gracias a los conocimientos del mundo y del lenguaje que se poseen. Así es posible decidir cuál es el antecedente de un pronombre, cuáles son las opiniones del autor o sus preferencias, o cuál sería la palabra correcta cuando hay un error de imprenta.
El lector está siempre centrado en obtener significado del texto, todo lo demás (letras, palabras, sintaxis) solo es focalizado cuando tiene dificultades para llegar a ese significado.
El lector debe llegar directamente de los significados gráficos al significado, a las ideas del texto: la paradoja es -como señala Paula Pogré en el Cuadernillo para los docentes que acompaña al Lecturón- que cuanto más rápido se lee mejor se organiza la información obtenida. El acto de lectura se asemeja de algún modo al movimiento cinematográfico: para comprender un texto debemos recorrerlo con continuidad, rapidez y regularidad.
¿Cómo definir entonces la comprensión? He aquí la aproximación al concepto que enuncia Emilio Sánchez Miguel:
Comprender un texto supone entrar o penetrar en su significado, y, en consecuencia, conseguir estos objetivos:
  1. Desentrañar las ideas que encierran las palabras del texto, es decir, construir con las palabras del texto ideas o proposiciones, lo que significa establecer la microestructura.
  2. Conectar esas ideas entre sí, es decir, encontrar un hilo conductor entre ellas, esta noción de orden corresponde a la técnicamente denominada progresión temática.          (La microestructura de un texto incluye los pasos 1 y 2, es decir, tanto el resultado de desentrañar las ideas como de establecer una conexión lineal entre ellas).
  3. Construir la jerarquía que hay o que puede pensarse entre esas ideas, por lo tanto implica reconocer su macroestructura.
  4. Reconocer la trama de relaciones que articulan y conectan las ideas globales, o sea establecer la superestructura.
Para resumir estas consideraciones, puede afirmarse que comprender es duplicar de cierta manera en nuestra mente, la semántica del texto. Pero también es poder construir un modelo del mundo o situación descrita del texto. En este sentido el texto invita a penetrar en su significado, pero también propone construir con esos significados un modelo de la realidad.
Para clarificar la idea de modelo del mundo, necesaria para la cabal comprensión de un texto, Sánchez Miguel describe un experimento realizado con estudiantes universitarios. Se les pidió a varios jóvenes que leyeran un texto en el que se describía el trazado espacial de una ciudad pequeña. Una vez leído el texto tuvieron que resolver las siguientes tareas: recordar por escrito lo que había leído, juzgar como correctas o incorrectas algunas inferencias espaciales y hacer un mapa de la ciudad.
Los resultados del experimento mostraron que, aunque la mayoría podía recordar con bastante precisión aquello que había leído, (es decir que lograron la representación textual), no pudieron utilizar adecuadamente esa información para resolver las tareas que implicaban la representación situacional.
En resumen, la experiencia habla de tres niveles en la posibilidad de retener un texto:

Las palabras que lo componen
el significado de esas palabras
De un texto se puede retener
la situación que éstas denotan

LO QUE EL LECTOR SABE
Los saberes previos
Los conocimientos del lector requeridos en la comprensión son, según se sabrá advertido, de diversa índole y no pueden reducirse a su conocimiento del código escrito.

Ahora bien ¿cómo están estructurados los conocimientos que posee el lector? Señalábamos en el apartado anterior que el lector debe esforzarse por crear en su mente un modelo de la situación presentada en el texto. Muchas veces este esfuerzo no es tal porque contamos en nuestra memoria con los elementos para elaborar un boceto de ese modelo. Estas estructuras estables de conocimientos que nos permiten interpretar el mundo se denominan esquemas.
Los esquemas son, pues, una configuración de variables que definen lo que es para nosotros un objeto, una situación o un acontecimiento.
Así, por ejemplo, nuestros esquemas acerca de lo que es un cuento harán que esperemos que en él intervengan personajes (no un determinado personajes); nuestros esquemas acerca de lo que es una casa permiten anticipar que tendrá paredes (aunque no sepamos que material son o de qué color están pintadas), y también, techo.

¿Qué funciones cumplen estos esquemas? Veamos de algunas de ellas:
La primera función es la de permitirnos comprender el entorno, es decir contribuyen a la comprensión del mundo.
Los esquemas permiten realizar inferencias (como hemos señalado hacer inferencias supone reponer o completar elementos que el texto, sea este oral o escrito, no explicita).
También dirigen el proceso de interpretación del texto: un esquema preestablece qué aspectos son importantes y cuáles son accesorios.
Por último, los esquemas organizan el recuerdo, es decir intervienen activamente en la recuperación de la información que el texto ofrece.
Resumiendo, los conocimientos que poseemos acerca del mundo y la realidad tienen una estructura estable en nuestra mente. Una estructura que contiene los componentes básicos y característicos de cada objeto, acontecimiento o situación.
Es necesario establecer ahora cuáles son los conocimientos que inciden especialmente en la comprensión.
Siguiendo a Sánchez Miguel, podemos sintetizarlos en cuatro tipos básicos:


He aquí una enumeración sintética de las competencias implicadas en el proceso de lectura comprensiva:
  • por una parte el lector tendrá que conocer los usos y funciones del lenguaje escrito (las funciones del lenguaje se desarrollan en el apartado denominado TIPOLOGÍAS DE TEXTOS);
  • además cuanto mayor sea el conocimiento que posee sobre el tema a abordar, sea éste el mundo físico y natural o del ámbito social y humano, mejor podrá comprender la información nueva; se habla de la necesidad de que el lector construya puentes entre lo nuevo y lo conocido, esto significa que es difícil comprender algo sino se lo puede ligar con un conocimiento que ya se posee. (En cuanto a la cualidad de esos conocimientos, es sabido que se entiende mejor una información sobre la que no se tienen conocimientos, que una sobre la que se poseen informaciones erróneas);
  • también se verán actualizados en el momento de la lectura los conocimientos del lector acerca de los diferentes tipos de textos y la clase de información que en ellos pueden desarrollarse;
  • la relación entre conocimientos del léxico y comprensión quizá se la menos novedosa, pero no puede dejar de mencionarse entre los saberes requeridos al lector;
  • deberá, finalmente, tener la posibilidad de construir ideas a partir de las palabras esto supone obtener las nociones básicas acerca de la realidad.
Las tareas de lectura
Pearson y Johnson señalan cuáles son las tareas que realizan los lectores para procesar la información que proporciona el texto y así obtener significados globales que permitan la comprensión.
A esas tareas se refieren Mabel Marro y Amalia Deilamea (1993).

“Durante el proceso de comprensión el lector realiza algunas tareas básicas que el permiten asignar significado preposicional a sucesiones de párrafos, capítulos y cualquier otra unidad extensa del lenguaje.”

Tarea 1: Parafrasear.
El lector debe poder reconocer los significados equivalentes en dos o más oraciones. Es decir, reconocer que las mismas cuestiones pueden ser formuladas de diferentes modos en diferentes lugares del texto y encontrar esas mismas similitudes. Por ejemplo, reconocer la identidad entre “El presidente viajará al exterior mañana” y “El primer mandatario dejará el país en las próximas horas de la madrugada.”

Tarea 2: Asociar.
El lector debe poder reconocer cuándo algo está fuera de lugar en un texto o se aleja del tema tratado. Si una oración no es apropiada al tema de un párrafo, el lector debe poder distinguir la ausencia de conexiones temáticas con el resto del discurso.

Tarea 3: Ideas principales y detalles.
El lector debe tener la posibilidad de seleccionar que es lo más importante en un texto y también cuáles son los detalles que llevan a la formación de una idea principal y cuáles no.

Tarea 4: Comparación.
El lector debe poder cotejar o examinar la relación entre ideas contenidas en distintos párrafos.

Tarea 5: Lenguaje figurativo y literal.
El lector debe poder reconocer diferencias entre el uso de figuras retóricas (La tenista es una verdadera gacela) frente a emisiones más referenciales o literales (La tenista es veloz.) incluye también el reconocimiento de equivalencias y diferencias de tono y perspectiva comunicativa del autor al seleccionar una u otra forma de lenguaje.

Tarea 6: Ambigüedad.
El lector debe poder reconocer que una misma oración puede contener más de un significado y luego interpretarla adecuadamente en el contexto de la lectura. Por ejemplo, frente a una emisión como “Los aviones pueden ser peligrosos” el lector debe poder analizar si “es peligroso para quien los maneja”, “para quienes están en tierra” o “para todos” y decidir cuál es la opción más apropiada para ese texto, o la más próxima a la intención del autor en ese contexto comunicativo.

Tarea 7: Relaciones causales.
El lector debe poder buscar las cadenas de causas y consecuencias entre los hechos presentados en un texto (qué los produjo y qué consecuencias tienen).

Tarea 8: Secuencias.
El lector debe poder organizar lo que sucedió primero y lo que sucedió después en una historia, aunque en el texto la información se presente reordenada. Incluye también la respuesta a preguntas sobre cómo, cuándo, y qué pasó.

Tarea 9: Relaciones anafóricas.
El lector debe poder reconocer que existen en un texto equivalencias entre un término presentado primero en un discurso (antecedente) y sustitutos del mismo presentados más adelante. Por ejemplo, “La guerra dejó más de 70000 muertos en el país. Las consecuencias del conflicto armado, serán debatidas en la ONU”
Una relación anafórica es una de las relaciones de cohesión, que permite, por ejemplo, que un pronombre pueda ser interpretado como ligado a un ítem anterior. (Los delincuentes fueron detenidos. Ellos habían colaborado con…)
Las relaciones anafóricas son muy importantes a causa de su uso permanente en el discurso escrito. Los autores deben poner especial atención en sus textos para que los lectores puedan establecer esas relaciones sin perder tiempo o producir conceptos ambiguos e incluso equivocados.
Los especialistas en lectura han diseñado experimentos en los que encontraron que los lectores deben poder realizar también otras tareas que les permitan:
  • Distinguir entre hechos y opiniones
  • Evaluar las preferencias del autor
  • Analizar los propósitos del autor, su estilo y su efectividad
  • Formar imágenes mentales durante la lectura
  • Distinguir los mundos reales de los fantásticos o imaginados
  • Estar familiarizado con las formas de estructuración de diferentes tipos de discurso: juegos, poesía, relatos de ficción, relatos no ficcionales, biografías, descripciones, prosa persuasiva y prosa expositiva.

ALGUNAS DIFICULTADES EN EL PROCESO DE COMPRENSIÓN
Sin convenimos en que la lectura compromete interactivamente al lector y al texto en un contexto determinado, podemos afirmar que las dificultades que se producen durante el proceso de comprensión provienen fundamentalmente de:
  • las experiencias y los conocimientos del lector
  • las características de los textos
Analizar estas dificultades será requisito indispensable para revisar y reformular las prácticas de aula que involucran actividades de lectura y comprensión de textos.

Las competencias del lector y las características de los textos
En el apartado anterior nos hemos referido a las competencias requeridas al lector relativas a sus conocimientos acerca del mundo, el lenguaje y los textos. A ellas debemos sumar otros factores que influyen en la comprensión: los estados afectivos y metacognitvos.

Estados metacognitivos
El muestreo, las predicciones y las inferencias son las estrategias básicas de lectura. Al ponerlas en juego los lectores controlan permanentemente el proceso de su propia lectura para asegurarse que tenga sentido. Por ejemplo, las predicciones pueden resultar erróneas por lo cual habrá que revisarlas; algunas inferencias o conclusiones preliminares pueden descartarse a medida que se avanza en la lectura. A esta capacidad que tienen las personas para controlar y manejar sus mecanismos de cognición se la denomina metacognición.
Cuando una persona sabe, por ejemplo, cuál es la función de los títulos, los subtítulos, o los índices, posee estrategias metecognitivas que le harán más efectiva la comprensión y la retención de significados.
Por esta razón estas competencias deben desarrollarse permanentemente en el trabajo del aula.

Estas son algunas de las estrategias metacognitivas empleadas por los lectores eficientes:
  • reconocer cuál es la información ya conocida que puede ligarse a la información nueva que aporta el texto;
  • reconocer un pasaje como una unidad de significado; detenerse para resumir lo que se está leyendo;
  • identificar en la organización del texto patrones del tipo problema-solución, causa-consecuencia, comparaciones, idas generales que contienen detalles, secuencias de ideas;
  • interrogarse sobre los nuevos conocimientos instrumentales adquiridos a través de la lectura.
Los estados afectivos y la comprensión de la lectura
Los estados afectivos comprenden los intereses, los valores, las motivaciones que definen los objetivos de lectura, por ejemplo leer para entretenerse, leer por placer, leer para aprender, leer para informarse, etc.
Las investigaciones en este sentido demuestran que las motivaciones inciden en la atención de los lectores y en su comprensión y aceptación de los contenidos de un texto. Señalan también que muchas variables textuales como el formato físico (la existencia o no de ilustraciones, el tamaño de las letras, por ejemplo), las formas sintácticas, la elección de un dialecto pueden determinar que un lector abandone o continúe su lectura.
La percepción estética del lenguaje, la respuesta emotiva a la intriga, la identificación de los personajes o las diferencias en las interpretaciones de los lectores han pasado a constituir nuevos terrenos de interés para la investigación luego de demostrarse que la repuesta afectiva puede incidir en la comprensión tanto o más que el formato, o la estructura misma del texto.

El análisis de los textos
Las investigaciones en el análisis de los textos han mostrado que ciertos aspectos de las estructuras textuales influyen tanto en la cantidad como en el tipo de información que el lector recuerda y permiten predecir dónde ocurrirán las distorsiones, omisiones o sustituciones durante la lectura.
Como los lectores tienen expectativas acerca de la organización de la información según los distintos tipos de texto, si los textos no satisfacen esas expectativas porque están desorganizados o porque omiten información, el proceso de lectura se retarda y su contenido es más difícil de recuperar.
Como hemos visto, un lector de noticias espera encontrar un resumen de lo ocurrido en la parte superior del texto; un lector de cuentos puede anticipar gracias a sus esquemas narrativos, que el texto ofrecerá datos acerca del lugar y del tiempo en que se desarrollan los hechos (acerca del marco de esos hechos). Si los textos no respetan la estructura convencional (técnicamente denominada estructura canónica), el lector deberá redoblar sus esfuerzos y el proceso de comprensión se verá seguramente afectado.
Las investigaciones que estudian la relación entre estructura de texto y conocimientos del lector, permiten afirmar que las estructuras de los textos influyen fuertemente en la comprensión cuando el tema es poco familiar para el lector, mientras que pasan a ser casi irrelevantes cuando el lector domina ampliamente el tema. Así un lector que posea amplia información sobre la estructura del átomo, por ejemplo un doctor en Física, no encontrará difícil acceder a la comprensión de un texto de divulgación sobre el tema, aunque sea de factura desordenada y poco explicito a la hora de señalar relaciones entre sus ideas. No le irá tan bien a un alumno de escuela primaria que deba vérselas con el texto. Para él, esa estructura confusa combinada con un tema poco familiar, harán casi imposible la comprensión del texto.

El papel de las estructuras textuales y del docente en una investigación
Es interesante transcribir en este punto las conclusiones de una investigación realizada en el marco del CONICET, acerca de la incidencia de las estructuras textuales y el papel del docente en las estrategias de comprensión.

MARRO, Mabel y SIGNORINI, Angela: “Tareas cognitivas en la comprensión de textos. El docente: un estratega necesario”. En Revista Lectura y Vida, año 15, N° 2, junio de 1994.

“El trabajo aporta algunas evidencias acerca de la incidencia de los textos sobre la comprensión y la adquisición de rutinas productivas en los niños.
Una primera consecuencia sería reconocer que no todos los textos son aptos para todas las tareas y propósitos de la lectura. Otra sería considerar que los niños se relacionan con los textos como verdaderos aprendices otorgándoles a estos el estatus de enseñantes naturales, y en este sentido cuando más pequeños son los niños más sometidos están a su influencia.
De aquí la importancia de la exposición a textos bien formados que hagan posible el conocimiento de estructuras o patrones regulares para iniciar a los niños en el dominio de estrategias sin las que sería imposible independizarse de aquel poder primitivo, que ejercen los formatos textuales sobre ellos.
Si se asume que los niños son sensibles a los formatos textuales y los incorporan a sus esquemas de conocimiento, habrá que dimensionar la importancia de ponerlos en contacto con una diversidad de textos en un rango amplio de variación que abarque los usos discursivos de la sociedad. Pero, también habrá que tener en cuenta, en la selección de aquellos textos, la condición de buen formato y de formato regular, en razón de la ejemplaridad que estos ejercen naturalmente.
En esta dirección también el rol del docente se define naturalmente, como un estratega capaz de decidir –con el instrumental proporcionado por las teorías sobre el procesamiento del discurso– qué textos proporcionar a sus alumnos, qué textos son más apropiados para algunas tareas cognitivas, cuáles son aptos para un resumen o cuáles son para aprender recursos estilísticos, entre otras tareas.
La noción del docente como estratega y del texto como enseñante descansan en una concepción que confía en el rol mediador del adulto para la enseñanza, en la idea del andamiaje (Vigotsky, 1964) como la responsabilidad del adulto durante el proceso de aprendizaje para poner al niño en situaciones que le permitan adquirir los conocimientos que están próximos a desarrollarse.
Los datos de esta investigación parecen sustentar la necesidad de diseñar situaciones de andamiaje poniendo en relación al docente y su capacidad de selección e intervención, a los textos y sus características y a las demandas cognitivas de las tareas de lectura en el aula; si el objetivo es conseguir a largo plazo un lector capaz de independizarse del gobierno de los textos y discutir con ellos.”

LA COMPRENSIÓN LECTORA EN LA ENSEÑANZA
El cambio en la concepción de la lectura significa indudablemente un momento crítico para su enseñanza. Ya no es posible dedicar todo el esfuerzo a averiguar cómo enseñar de la mejor manera posible a “decodificar” las palabras. El interés debe focalizarse en la mejor manera de ayudar a desarrollar la comprensión de texto escrito, asumiendo la complejidad que este concepto conlleva.
De este modo, tomar en consideración los conocimientos previos de los alumnos supone trabajar antes de la lectura en la actualización y organización de esos conocimientos. La investigación de esa fase de lectura permite determinar que las técnicas a utilizar están en estrecha relación con los tipos de texto.
Las tipologías textuales realizadas desde perspectivas didácticas, distinguen algunas estructuras básicas: entre ellas, las que más interesan en el trabajo escolar son la narrativa y la expositiva. A pesar de algunas discrepancias surgen coincidencias en torno a tres cuestiones básicas:
  • la regularidad de la estructura narrativa (estado inicial - complicación - acción - resolución y estado final);
  • el hecho de que la estructura narrativa resulte más fácil de comprender y de retener que la de los textos expositivos;
  • la gran variedad que pueden presentar los textos expositivos, y la mayor dificultad que presentar para el lector.

Estas someras consideraciones permiten señalar un hecho repetido y paradojal a la vez: cuando se aprende a leer normalmente se ofrecen al alumno textos narrativos. Sin embargo cuando estos mismos alumnos deben leer para aprender deben aplicar sus conocimientos a textos expositivos, cuyas estructuras fundamentales desconocen.
Estas estructuras y las estrategias más adecuadas para abordarlas se desarrollan más adelante en las consideraciones sobre el texto expositivo en particular.

LEER EN EL AULA
Comentario sobre algunas propuestas de trabajo
Para enmarcar la problemática de la lectura en la escuela, es conveniente precisar algunas consideraciones de orden general:
  • leer es comprender el lenguaje escrito con objetivos reales (necesidad o placer) en una situación de vida real;
  • leer es leer escritos verdaderos, en el momento en que se nos presenta una necesidad verdadera (leemos la guía telefónica, el diario del día, un cartel en la ruta, un aviso de ofertas en la vidriera de un comercio o un artículo sobre el tema científico que nos interesa).
¿Cómo compatibilizar estas afirmaciones que apuntan a lograr aprendizajes significativos con las exigencias del aprendizaje de estrategias lectoras?
¿Cómo instaurar “situaciones de vida verdadera” en un ámbito experimental y -en algún sentido- artificial como la escuela?
Son variadas las propuestas que “recogen el guante” ante este desafio (entre ellas véase JOLIBERT, Josette: Formar niños lectores de textos, Hachette, Sgo. de Chile, 1991).
Todas ellas tienen en común la puesta en marcha de proyectos de trabajo que implican transformaciones integrales, tanto en las pautas de relación social entre los miembros de la institución escolar (padres, maestros, directivo, alumnos, personal administrativo) como en la cultura escolar toda.
Estas transformaciones –por ejemplo la participación de los niños en algunas decisiones institucionales, el cambio de estructuras en la dirección de la institución, la planificación de actividades por equipos de docentes, etc.– no son sencillas de realizar, y se toman casi imposibles si el único interesado en que se produzcan es un maestro motivado exclusivamente por mejorar sus clases de lengua.
¿Cuál es entonces la alternativa? ¿Qué hacer para aproximarse a “actos de lectura verdaderos” cuando es imposible encarar las transformaciones a las que hemos aludido?
Una respuesta posible consiste en hacer funcionar el carácter experimental que hemos asignado a la escuela, haciendo del “como si” un contexto posible para situaciones que pongan en juego la lectura. Veamos un ejemplo: si fuera imposible organizar una actividad solidaria entre niños y adultos para recolectar fondos y entregarlos a la cooperadora –situación privilegiada para leer y redactar invitaciones, leer avisos o afiches de promoción para saber cómo están hechos, etc.– al menos existirá la posibilidad de plantear la situación en su totalidad “como si” fuera a concretarse, a la manera de un juego productivo.
Podemos proponer a los chicos: “Pensemos que estamos por organizar una feria del libro en la escuela. Queremos juntar fondos para pintar la escuela.”
“¿Cómo hacemos para que se enteren los vecinos? ¿Cómo hacemos para que venga la mayor cantidad de gente posible? ¿Cómo podemos pedir colaboración de los padres?”
Cuando las respuestas se aproximen a los formatos que respondan a esas necesidades (afiche, invitación, carta de solicitud, etc.) habrá que acudir a la lectura para confrontar las ideas previas de los alumnos sobre estos formatos, con los textos convencionalizados.
No se trata de acudir al “como si” en todas las propuestas ni en todos los casos, sin duda podrán plantearse también situaciones de lectura reales, que no requieran demasiados cambios en la organización del aula o de la institución, por ejemplo:
  • concluir el catálogo de una editorial para encontrar textos de determinado autor;
  • leer los índices de las enciclopedias de la biblioteca para saber si incluyen algún tema de Ciencias Naturales que interese investigar;
  • leer poemas para armar una antología con los que se seleccionen;
  • consultar las instrucciones de un juego para poder jugarlo, etc.
Lo que importa destacar es que en virtud de ser fieles a la idea de que todo lo que se lea funcione en la realidad, no podemos dejar de abordar formatos interesantes y de amplia circulación social, como los avisos clasificados, los avisos publicitarios, las instrucciones de uso de aparatos diversos, las cartas de algún correo sentimental, los horóscopos, folletos, contratapas de libros, apuntes de clase, recibos de sueldo, agenda, etc.

En este sentido pueden consultarse las actividades propuestas desde el Plan de Lectura y Producción Escrita recientemente lanzado por el Ministerio de Cultura y Educación:

Nivel 1
Actividad 1: ¿Qué indican los índices?
Actividad 5: Invitación misteriosa.

Nivel 2
Actividad 7: ¿Y a éste dónde lo pongo?
Actividad 8: Fuera de catálogo.

Nivel 3
Actividad 14: Más fácil que cruzar los Andes.
Actividad 15: Problemas del corazón.

Nivel 4:
Actividad 47: ¡Qué vida ésta!

(El docente podrá formular actividades similares que respondan especialmente a las necesidades y características de cada grupo de alumnos).

Otras actividades del mencionado Plan, sugieren instaurar situaciones de lectura reales. Entre ellas:
Nivel 1
Actividad 2: La escuela en los tiempos del jopo.

Nivel 2
Actividad 41: El túnel del tiempo.

Nivel 3
Actividad 16: Otra con cartas

Nivel 4:
Actividad 34: Ciudad de pobres corazones.
Actividad 46: Igualdad ante la ley.

BIBLIOGRAFÍA
Ø ALVARADO, Maite: Libros de Quirquincho, Buenos Aires, 1989.
Ø CAIRNEY, Trevor: Enseñanza de la comprensión lectora, Morata, Madrid, 1990.
Ø FERREIRO, E. y GÓMEZ PALACIO, M. (comps.): Nuevas perspectivas sobre los procesos de lectura y escritura, Siglo XXI, Bs. As., 1986.
Ø JOLIBERT, Josette: Formar niños lectores de textos, Hachette, Santiago de Chile, 1991.
Ø MARRO, Mabel y SIGNORINI, Angela: Tareas cognitivas en la comprensión de textos. El docente: un estratega necesario. En Lectura y Vida, Año 15, N° 2, junio 1994.
Ø QUINTERO, N. y otros: A la hora de leer y escribir… textos, Aique, Bs. As., 1993.
Ø Monográfico Leer y escribir, Cuaderno de Pedagogía, Ed. Fontalba, N° 216, Barcelona, julio-agosto 1993.
Ø SANCHEZ MIGUEL, Emilio: Los textos expositivos. Estrategias para mejorar su comprensión, Santillana, Madrid, 1993.