martes, 30 de julio de 2013

Autómatas (1ª parte)

Autómata, del latín automăta y este del griego automatos (αὐτόματος), espontáneo o con movimiento propio. Según la RAE, máquina que imita la figura y los movimientos de un ser animado. Según el diccionario Larousse, un autómata es una máquina que, por medio de la mecánica, neumática, hidráulica, eléctrica o electrónica, es capaz de imitar los actos de los cuerpos animados. Un equivalente tecnológico en la actualidad serían los robots autónomos.

HISTORIA DE LOS AUTÓMATAS
Árboles y pájaros artificiales aparecen en muchas referencias de embajadores y viajeros medievales a Oriente. También en América hallamos casos extremos de naturaleza artificial: un jardín en Cuzco «de oro y plata», donde, según describe el Inca Garcilaso, «havía muchas yervas y flores de diversas suertes, muchas plantas menores, muchos árboles mayores, muchos animales chicos y grandes (…) mariposas y pájaros y otras aves mayores del aire, cada cosa puesta en el lugar que más al propio contrahiziesse [imitase] a la natural que remedava». Había también un gran maizal y árboles frutales «con su fruta toda de oro y plata», incluso leña y también «grandes figuras de hombres y mujeres y niños, vaziados [es decir, formados] de lo mismo (…) todo para ornato y mayor majestad de la casa de su Dios el Sol»

Reloj de la Catedral de Well, 1386-1892 
En la Europa cristiana, al final de la Edad Media, los autómatas ocupaban algunos lugares cortesanos de recreo y muchos de los relojes públicos de las catedrales o ayuntamientos. El reloj del medievo fue inicialmente una ambigua mezcla de representación y seguimiento del cosmos; sin embargo, pronto le fueron añadidos elementos más domésticos y bizarros: gallos que cantaban las horas, androides que golpeaban las campanas o conjuntos de autómatas que desfilaban, saludaban o representaban pequeñas historias a las horas principales.


Siguiendo los consejos de Vitruvio, la mecánica fue una parte esencial en la formación de los artistas del Renacimiento. Artificios de diverso tipo se encuentran entre las más famosas realizaciones de algunos de ellos, como el Paradiso de San Felice diseñado por Brunelleschi para la Fiesta de la Anunciación en Florencia o, más adelante, los ingenios de Leonardo para la Festa del Paradiso en la Corte milanesa de los Sforza Además, la máquina automática frecuentemente asumirá o proclamará, en los siglos XVI y XVII, una particular idea de armonía del mundo, una concordia de lo diverso, que vemos reflejada no solo en las disquisiciones teóricas de la época sino también dentro de los jardines y en las colecciones y gabinetes de príncipes, aristócratas e intelectuales.
Conceptos como lo fantástico, lo maravilloso, la delicia, son los más adecuados al arte que predomina en las cortes europeas del siglo XVI, y es aquí donde las máquinas inventadas por los sabios de Alejandría para disfrutar y maravillar encuentran su mejor habitat. La deslumbrante unión de música, ruido y movimiento fascinará a toda una época que había perdido la fe en el control racional de la Naturaleza y de la Ciencia y que se sumergía en la fiesta, el teatro, el jardín o la cámara de maravillas como un refugio o una huída frente a un mundo cuya comprensión racional le parecía imposible.
La literatura nos dejará ejemplos fantásticos, pero no menos artificiosas y casi tan sorprendentes son la multitud de fórmulas intermedias entre naturaleza e invención, sofisticadas unas y extravagantes otras, de los jardines reales, no imaginados, del Renacimiento y Barroco. Pensemos en fantasías como las innumerables grutas artificiales que poblaron primero Italia y enseguida toda Europa, en las que los límites entre lo real y lo fingido se diluyen hasta lo insospechable o, también en la frontera entre lo natural y lo artificial, los intrincados tapices dibujados en el suelo por flores y plantas y las figuras esculpidas exclusivamente con elementos vegetales, siempre vivos y sometidos a una poda permanente: ars topiaria la llamaron los romanos y ahora alcanzaría sus realizaciones más artificiosas.
En las páginas del fascinante Sueño de Polifilo, un extravagante y fascinante libro publicado sin firma en Venecia en 1435, plagado de metáforas, fantasías y descripciones de artificiosos jardines, encontramos algunos de sus diseños más enrevesados y extravagantes. Toda la novela es un viaje alegórico al centro de un enorme jardín laberinto, la isla circular de Citerea y al mismo tiempo, con sus morosas descripciones, un repertorio de fascinantes ideas que tendrán gran influencia en los jardines de los siglos siguientes.
Encontramos en el Palacio de la reina Eleuterílida un patio cubierto por una parra «de oro cuyas hojas estaban hechas de espléndida esmeralda escita agradabilísima a los ojos…», sus flores eran imperecederas, «de zafiro y berilo y estaban distribuidas aquí y allá, y los frutos estaban formados de gruesas piedras preciosas o en fingidos racimos de piedrecillas amontonadas, perfectamente dispuestos entre las verdes hojas con gran habilidad, de colorido semejante al natural»… y ve otros tres jardines antes de continuar su marcha: en uno, las plantas «en lugar de ser naturales estaban hechas todas de purísimo vidrio», con sus troncos de oro y «hierbas de muchas clases, realizadas con admirable ejercicio imitando de modo elegante a la naturaleza»; en el segundo «todo estaba maravillosamente realizado en seda: los bojes y cipreses eran de seda, con los troncos y las ramas de oro y gran cantidad de gemas diseminadas», el suelo era «de terciopelo verde, como si se tratara de un prado, y en su centro había una pérgola (…) cubierta por las ramitas de oro de muchos rosales floridos de seda, cuya materia —dice Polifilo— casi juzgaba yo más aceptable por los sentidos que la natural»; en el tercero se invierten los términos y es la naturaleza la que oculta la obra del hombre: «todo era de ladrillo, bellísimamente cubierto de verde yedra, de modo que no estaba a la vista el menor vestigio de las paredes»

LOS PRIMEROS AUTÓMATAS
Antiguamente, se creaban artefactos capaces de realizar tareas diarias y comunes para los hombres, o bien, para facilitarles las labores cotidianas; se daban cuenta de que había tareas repetitivas que se podían igualar con un complejo sistema, y es así como se comienza a crear máquinas capaces de repetir las mismas labores que el hombre realizaba.
Pero no todos estos artefactos tenían una utilidad, algunas máquinas solamente servían para entretener a sus dueños, y no hacían nada más que realizar movimientos repetitivos ó emitir sonidos. Cabe mencionar que los árabes fueron unos maestros en la construcción de autómatas y en la precisión de sus cálculos, y como ejemplo de ello, se puede mencionar que inventaron el reloj mecánico, así como sus grandes aportaciones a la astrología. También los ingenieros griegos aportaron grandes conocimientos a los autómatas, aunque su interés era más bien hacia el saber humano más que hacia las aplicaciones prácticas.
Los primeros autómatas que aparecen en la historia son ingenios mecánicos más o menos complicados que desarrollaban un programa fijo, que no empleaban necesariamente la noción de realimentación.
Históricamente los primeros autómatas se remotan al Antiguo Egipto donde las estatuas de algunos de sus dioses o reyes despedían fuego de sus ojos, como fue el caso de una estatua de Osiris, otras poseían brazos mecánicos operados por los sacerdotes del templo.
Otras, como la de Memon de Etiopía emitían sonidos cuando los rayos del sol los iluminaba consiguiendo, de este modo, causar el temor y el respeto a todo aquel que las contemplara. Fue construida en el año 1500 a. C. por Amenhotep, hermano de Hapu.
Esta finalidad religiosa del autómata continuará hasta la Grecia clásica donde existían estatuas con movimiento gracias a las energías hidráulicas. Esos nuevos conocimientos quedan plasmados en el primer libro que trata la figura de los robots Autómata(año 62) escrita por Herón de Alejandría (10 dC -70 dC) donde explica la creación de mecanismos, muchos basados en los principios de Philon o Arquímedes, realizados fundamentalmente como entretenimiento y que imitaban el movimiento, tales como aves que gorjean, vuelan y beben, estatuas que sirven vino o puertas automáticas todas producidas por el movimiento del agua, la gravedad o sistemas de palancas.
También cabe destacar su “The automaton theatre” sobre su teatro de marionetas mecánicas que representaban la Guerra de Troya. Todos ellos fueron diseñados como juguetes, sin mayor interés por encontrarles aplicación. Sin embargo, describe algunos como un molino de viento para accionar un órgano o un precursor de la turbina de vapor.
También se diseñan ingeniosos mecanismos como la máquina de fuego que abría puertas de los templos o altares mágicos, donde las figuras apagaban el fuego de la llama.
Aunque Heron es el primero en recopilar datos sobre los autómatas otros anteriores a él realizaron sus aportaciones como es el caso de Archytas (428 aC- 347 aC) inventor del tornillo y la polea y famoso por su paloma mecánica capaz de volar gracias a vapor de aire en propulsión. Se trataba de un pichón de madera suspendido de un pivote, el cual rotaba con un surtidor de agua o vapor, simulando el vuelo.
En Roma existía la costumbre de hacer funcionar juguetes automáticos para deleitar a los huéspedes. 
Entre el 220 y 200 a. C., Filon de Bizancio inventó un autómata acuático y la catapulta repetitiva.

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