martes, 16 de julio de 2013

Curiosidades sobre la antigüedad

1 Los antiguos egipcios adiestraban a los mandriles para que sirvieran las mesas. 
2 Como los griegos no tenían servilletas, para limpiarse los dedos usaban bolitas de miga de pan que luego arrojaban a los perros.
3 En la antigua Roma los plebeyos utilizaban todos los dedos de la mano para comer, de modo que para saber a qué clase social pertenecía a un individuo solo había que observar cómo tomaban el alimento. Si usaban tres dedos, procedían de una buena familia.
4 El faraón Pepi II, para evitar que las moscas se posaran sobre él, siempre tenía a su alrededor varios esclavos desnudos con el cuerpo untado de miel.
5 Según Herodoto, las mujeres egipcias orinaban de pie, mientras que los hombres lo hacían sentados. 
6 Algunas tumbas del antiguo Egipto incluían retretes. Incluso se encontró junto a uno de ellos una caja de adobe que se supone que contenía arena para echarla por encima de las deposiciones de los muertos.
El anticonceptivo más antiguo del mundo, según el papiro de Petri, fueron los excrementos de cocodrilo, que la mujer egipcia se untaba mezclados con miel. Al parecer la mezcla no generaba las condiciones ideales para que sobrevivieran los espermatozoides.
8 Afortunadamente llegaron los griegos, y con ellos grandes avances. Ya no fue necesario que la mujer se sometiera a semejante tormento, porque aquellos sabios varones llegaron a la conclusión de que, para evitar concebir, bastaba con que la mujer se agachara y estornudara tras el acto sexual. Eso debió de simplificar mucho las cosas.
9 El papiro de Berlín, en torno al 1800 a.C., contiene instrucciones para hacer un test de embarazo en el que los antiguos egipcios empleaban cereales humedecidos con orina. Si la cebada crecía, significaba que la mujer esperaba un hijo varón; si crecía el trigo, esperaba una niña. Y si no crecía nada, no estaba embarazada. 
10 En Esparta, las mujeres que morían al dar a luz eran tratadas como guerreros caídos en combate.
11 Las prostitutas de la antigua Grecia llevaban unas sandalias con suelas claveteadas para que al caminar dejaran marcada en el suelo la palabra AKOLOUTHEI (sígueme).
12 En Pompeya se hallaron numerosos graffiti recogidos en el Corpus Inscriptionum Latinarum. Estos, que aparecen en el volumen IV con los números 8442 y 7716 respectivamente, son algunos de los más curiosos:
Inscripción a la derecha de la puerta del bar de Athictus: “Me zumbé a la camarera”. Casa de Pascius Hermes, a la izquierda de la puerta: “Al que cague aquí, cuidado con la maldición. Si la desdeñas, puedes tener a un furioso Júpiter por enemigo”.
13 Para mantener la forma curvada de la nariz de Ramsés II, los embalsamadores la rellenaron con pimienta en grano.
14 Los antiguos egipcios se afeitaban las cejas en señal de luto cuando fallecía su gato. Amaban tanto a estos animales sagrados que matar a uno estaba castigado con la muerte.
15 Los sumerios hacían publicidad de la cerveza. El primer cartel publicitario conocido data del año 4000 a. C. Consiste en una tablilla hallada en la actual Siria y que muestra a una mujer con dos copas. La inscripción dice “Bebe cerveza con corazón de león”. 
16 Según Plinio el Viejo, Esquilo murió cuando un águila que sujetaba una tortuga entre sus garras voló sobre su cabeza calva y, tomándola por una roca contra la que romper el caparazón de su presa, arrojó la tortuga contra el cráneo pelado del pobre Esquilo y lo mató en el acto. Se decía que un oráculo había pronosticado su muerte ese día por el derrumbe de un edificio, debido a lo cual tomó la precaución de pasear al aire libre. Aunque Esquilo nunca hubiera escrito nada, se habría ganado a pulso igualmente su sobrenombre de “padre de la tragedia”.
17 Para los antiguos griegos, arrojarle una manzana a una mujer equivalía a una propuesta de matrimonio. Dicha tradición encuentra sus raíces en la mitología: la diosa de la discordia estaba enojada por no haber sido invitada a la boda de Peleo y Tetis, de modo que, como venganza, deslizó en la fiesta una manzana de oro con la inscripción “para la más hermosa”. Hera, Atenea y Afrodita se disputaban el trofeo, y Paris era el encargado de emitir el veredicto. Eligió a Afrodita, que le prometió a cambio la más hermosa mujer de la tierra. Desde entonces la manzana se consideraba consagrada a la diosa, y arrojar una era un modo simbólico de declararse. Por tanto, recogerla significaba que la propuesta era aceptada.
18 Los pitagóricos no solo se abstenían de comer carne, sino que también evitaban las alubias. Parece ser que esto se debía a sus creencias de que si se enterraba una alubia durante 40 días y se la cubría con estiércol, adoptaría forma humana. Por tanto, comerlas era prácticamente canibalismo, porque eran aptas para alojar un alma entre encarnación y encarnación. Claro que Cicerón opinaba que los pitagóricos no comían alubias simplemente porque producían molestos gases.
En cualquier caso, Pitágoras llevó hasta tal extremo su convicción que, según la leyenda, cuando sus enemigos prendieron fuego a su casa y lo obligaron a huir, se detuvo al llegar ante un campo de judías y declaró que prefería morir antes que tocarlas. Aquel fue su fin.
19 Aparte de abstenerse de las alubias, los pitagóricos tenían algunas extrañas normas, como por ejemplo:
  1. No recoger lo que se ha caído 
  2. No tocar un gallo blanco 
  3. No partir el pan 
  4. No pasar sobre un travesaño 
  5. No remover la lumbre con hierro 
  6. No comer de una hogaza de pan entera 
  7. No coger una guirnalda 
  8. No comer corazón 
  9. No dejar que las golondrinas aniden en el tejado de la propia casa 
  10. Cuando el puchero se quita de la lumbre, no dejar su marca en la ceniza. 
  11. No mirar un espejo al lado de una luz 
  12. Al levantarse de la cama, enrollar las sábanas y hacer desaparecer la huella del cuerpo.
Pero la más sorprendente de todas (estamos en la antigua Grecia) era la que establecía la igualdad entre hombres y mujeres dentro de la orden pitagórica.
20 El cartaginés Aníbal guardaba serpientes venenosas en recipientes de arcilla e instruyó a sus soldados para catapultarlas sobre el enemigo y repeler el ataque de los barcos romanos.

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