Un labrador era dueño de un campo muy fértil. Estaba muy orgulloso de sus tierras y las había sembrado de una punta a la otra con girasol, soja, trigo y otras plantas que veía crecer lleno de admiración. Sin embargo, no todo era espigas y flores en el campo del labrador. No señor: justo en medio del terreno, a unos metros del cultivo de girasoles, se erguía muy orondo un árbol seco y viejo que ya no daba frutos desde hacía mucho tiempo. Después de pensarlo largo rato, el labrador decidió deshacerse de aquel árbol marchito que no hacía más que ocupar espacio inútilmente y estropear el hermoso espectáculo que ofrecían sus cultivos. Hacha en mano se acercó resuelto a derribar el “horrible mamotreto”, como lo había bautizado. Pero no bien levantó su hacha para asestar el primer golpe, una bandada de gorriones que anidaba en las ramas puso el “trino” en el cielo. Uno de los pajaritos se acercó al labrador y le dijo:
—¡Por favor, no lo derribes! ¡Aquí vivimos y cantamos muy felices! ¡Es te árbol es nuestro hogar!
Las cigarras, las hormigas y las lombrices que también vivían en el árbol se sumaron a las súplicas de los gorriones. Pero el labrador desoyó todos los ruegos. Creyendo que aquel árbol era tan inútil como feo se dispuso a destruirlo. Al primer hachazo siguió otro y al segundo un tercero tan fuerte que temblaron todos los cultivos. Cuando el labrador se disponía a descargar el cuarto hachazo, un líquido viscoso brotó del tronco lastimado...
—¡Miel!—, gritó el labrador, y era cierto.
En el hueco del tronco se había formado una colmena. Las abejas habían fabricado tanta miel en sus panales que el líquido se derramó durante un rato largo antes de que el labrador pudiese traer un recipiente para almacenarlo. Desde ese día, el hombre cuidó al árbol seco y vetusto como sí fuera una mina de oro, o en otras palabras, una fuente de miel duradera y constante. De ese modo, lo que no habían podido los gorriones con sus ruegos lo consiguieron las abejas con la miel de su colmena.
A vos, ¿qué te parece?
¿Por qué el labrador quería derribar el árbol? ¿Qué le dijeron los gorriones y los otros bichitos? ¿Por qué quería derribarlo de todas maneras? ¿Qué descubrió entonces? ¿Por qué no lo derribó cuando descubrió la miel? ¿Qué opinás de las personas que sólo hacen lo que les trae un beneficio a ellas y se olvidan de los demás?
Revista Anteojito N°1550, pp.42
22 noviembre 1994
https://archive.org/details/RevistaAnteojito1550/page/n42/mode/1up
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