domingo, 9 de noviembre de 2014

Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan
un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo
de aire. No te dan solamente un reloj, que los cumplas
muy felices, y esperamos que te dure porque es de
buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan
solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca
y pasearás contigo. Te regalan —no lo saben, lo terrible
es que no lo saben—, te regalan un nuevo pedazo
frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo, pero no
es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa
como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca.
Te regalan la necesidad de darle cuerda para que siga
siendo un reloj; te regalan la obsesión de a atender a la
hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio
por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo
de perderlo, de que te lo roben, de que se caiga al suelo
y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que
es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia
a comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan
un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el
cumpleaños del reloj.
Julio Cortázar

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