Un Hada, moradora de un palacio celestial, bajó con un permiso de su padre a la Tierra, en forma de niña. Se escondió en un campo de bambúes donde la halló un anciano plantador, que la recogió y la adoptó. Con el paso del tiempo la niña se convirtió en una joven bellísima, que atrajo a los moradores del lugar. Muchos fueron sus pretendientes. Su fama llegó a oídos del emperador quien quiso conocerla y la invitó a su palacio. Pero ella se negó a ir. En una carta dirigida al monarca le explicaba que su morada estaba muy lejos y se hallaba muy alta, en la Luna, pues ella era un Hada. Ella no pertenecía al mundo de los hombres y en el próximo otoño debería regresar al palacio de su padre. El emperador, deseoso de retenerla, envió a sus más valientes y fieles soldados para que vigilaran la casa de la joven. Pero por la noche, un espeso manto de nubes lo cubrió todo, mientras estallaba una intensa luminosidad. Los soldados quedaron paralizados, por lo que les fue imposible levantar sus armas. El hechizo del Hada tocaba a su fin y debía volver a su morada. Pero no había olvidado al emperador, a quien dejó una carta de despedida y un cofre. Por orden del monarca, los soldados llevaron el cofre a lo alto del volcán Fuyi donde quemaron su contenido. Desde entonces, el volcán siempre envía hacia el cielo su suave penacho de humo como un claro mensaje de amor entre el emperador y su Hada inconquistable.
Tradición japonesa.
Revista Anteojito N°1863, pp.42
24 octubre 2000
https://archive.org/details/RevistaAnteojito1863/page/n42/mode/1up
No hay comentarios.:
Publicar un comentario