invierno de caídos esplendores;
mas, aunque abril no te abra a ti sus flores,
tú siempre exaltarás la primavera.
Eres la primavera verdadera;
rosa de los caminos interiores,
brisa de los secretos corredores,
lumbre de la recondita ladera.
¡Qué paz, cuando en la tarde misteriosa,
abrazados los dos, sea tu risa
el surtidor de nuestra sola fuente!
Mi corazón recogerá tu rosa,
sobre mis ojos se echará tu brisa,
tu luz se dormirá sobre mi frente...
Juan Ramón Jiménez
Revista Anteojito N°1597, pp.12
17 octubre 1995
https://archive.org/details/RevistaAnteojito1595/page/n11/mode/1up
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