Esparce octubre, al blando movimiento
del sur, las hojas áureas y las rojas,
y, en la caída clara de sus hojas,
se lleva al infinito el pensamiento.
¡Qué noble paz en este alejamiento
de todo; oh prado bello, que deshojas
tus flores; oh agua, fría ya, que mojas
con tu cristal estremecido el viento!
en que el cuerpo, hecho alma, se enternece,
echado en el verdor de una colina!
En una decadencia de hermosura,
la vida se desnuda, y resplandece
a la excelsitud de su verdad divina.
Juan Ramón Jiménez
Revista Anteojito N°1597, pp.12
17 octubre 1995
https://archive.org/details/RevistaAnteojito1595/page/n11/mode/1up
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