viernes, 19 de julio de 2024

Por las nubes

El hombre primitivo endiosaba todo lo que no comprendía, lo que estaba lejano, lo queinfundía temor o despertaba su admiración. Cuando contemplaba el cielo y veía nubes muy blancas, creía que en ellas moraban los dioses del bien. En los nubarrones oscuros alojaba a los espíritus del mal.



Si para los hombres primitivos los fenómenos de la naturaleza eran cosas mágicas que escapaban a su comprensión, hoy en día nosotros sabemos que las nubes no son "misteriosas". Tienen su explicación. Al evaporarse el agua de la superficie terrestre, por la acción del sol, se eleva en forma de vapor. Este vapor en contacto con las masas frías se condensa y aparecen diminutas gotitas que quedan suspendidas como por arte de magia: son las nubes.





Las nubes reciben diferentes nombres según sus formas y tamaños. Las muy blancas y redondeadas -como copos de algodón- se llaman cúmulos. Ésas tristonas y grises que se ubican como si fueran estantes son los estratos. Los nimbos son ésas oscurísimas que forman el cielo "encapotado". Y las que parecen artísticas pinceladas se llaman cirros. ¿Lo sabías?


A veces sucede que la lluvia o la nieve atraviesan zonas más calientes, forman nubes bajas.Éstas pueden apreciarse muy bien en las zonas montañosas. Son nubes muy hermosas y parece que "cortaran" el paisaje. Si pudieras atravesarlas, sentirías el aire cargado de humedad. También reciben otro nombre: secundarias.



Revista Anteojito N°1532, pp.19
19 julio 1994
https://archive.org/details/RevistaAnteojito1532/page/n17/mode/2up

viernes, 12 de julio de 2024

Vamos a casa


La cueva del hombre primitivo, la tienda o choza de nuestros aborígenes, el rancho del gaucho, nuestras casas o departamentos, todos han cumplido y cumplen una misma misión: servir de refugio y cobijar a las personas de las Inclemencias del tiempo o de cualquier problema del medio ambiente.





Las viviendas no son todas iguales porque son diferentes los gustos de quienes las habitan, y distintas sus necesidades. Hay que tener en cuenta el clima del lugar, la superficie de que se dispone y los materiales de construcción, además del gusto y las necesidades de la persona o familia que vayan a habitarla.






En las ciudades, donde la tierra es muy cara, se ha generalizado la construcción de rascacielos. En ellos viven muchas familias y se aprovecha al máximo el terreno. En los barrios todavía existen casas rodeadas por jardines.





En las regiones montañosas se utiliza la piedra como material de construcción porque es abundante. En las zonas boscosas se construyen cabañas de madera. La madera además es un excelente aislante del frio ambiente.






Las viviendas de zonas ribereñas se levantan sobre pilotes (altas estacas) para evitar las inundaciones. En los lugares donde nieva frecuentemente los techos son a dos aguas para impedir que se acumule la nieve.





Revista Anteojito N°1531, pp.25
12 julio 1994
https://archive.org/details/RevistaAnteojito1531/page/n25/mode/1up

Luna fina


¡Ay, luna nueva, fresquita
Como una hilacha del día
Que en el cielo azul y claro
La tarde dejó perdida!

¡Ay, la luna recién llegada
Que en el fondo del aljibe
Pareces una pestaña
Caída en el agua triste!

Voy a pedirte una gracia...
(Dicen que es bueno pedirla
Cuando la luna es así,
Delgada y recién nacida.)

Ampárame con tu embrujo
Esta pálida sonrisa
Que después de tanto tiempo
Vuelve a prestarme la dicha.

Haz que ella crezca contigo
Y que me alumbre la cara,
Como tú, cuando semejas
Una medalla dorada.

Luna fina de Septiembre,
Sobre el mar y sobre el campo
Sé cordial a mi dulzura
Como lo fuiste a mi llanto.

Juana de Ibarbourou
Revista Anteojito N°1531, pp.2
12 julio 1994
https://archive.org/details/RevistaAnteojito1531/page/n2/mode/1up

jueves, 11 de julio de 2024

Romance del Conde Niño

Conde Niño por amores
es niño y pasó la mar;
va a dar agua a su caballo
la mañana de San Juan.

Mientras el caballo bebe
él canta dulce cantar;
todas las aves del cielo
se paraban a escuchar,
caminante que camina
olvida su caminar,
navegante que navega
la nave vuelve hacia allá.

La reina estaba labrando,
la hija durmiendo está:
-Levantaos, Albaniña,
de vuestro dulce folgar,
sentiréis cantar hermoso
la sirenita del mar.

-No es la sirenita, madre,
la de tan bello cantar,
sino el Conde Niño
que por mi quiere finar.
¡Quién le pudiese valer
en su tan triste penar!
-Sí por tus amores pena,
¡oh, malhaya su cantar!
y porque nunca los goce
yo le mandaré matar.
-Si le manda matar, madre,
juntos nos han de enterrar.

Él murió a la medianoche,
ella a los gallos cantar;
a ella como hija de reyes
la entierran en el altar,
a él como hijo de conde
unos pasos más atrás.

De ella nació un rosal blanco,
dél nació un espino albar;
crece el uno, crece el otro,
los dos se van a juntar;
las ramitas que se alcanzan
fuertes abrazos se dan,
y las que no se alcanzaban
no dejan de suspirar.

La reina, llena de enojo,
ambos los mandó cortar;
el galán que los cortaba
no cesaba de llorar.
De ella naciera una garza,
dél un fuerte gavilán,
juntos vuelan por el cielo,
juntos vuelan par a par.


Anónimo
Revista Anteojito N°1583, pp.11
11 julio 1995
https://archive.org/details/RevistaAnteojito1583/page/n11/mode/1up

jueves, 4 de julio de 2024

La leyenda del hornero


Dicen que el hornero no siempre fue un pájaro. Los guaraníes que en tiempos apuesto de nombre Yaebé, que vivía con su padre en una humilde choza. Yaebé amaba a Ipona, una joven radiante como la luna llena. Pero el padre no consentía este amor, y había decidido que Yaebé se casara con la hija del cacique, jefe de los guaranies. ¡Pero Yaebé no amaba sino a la bella Ipona! ¡Con qué tristeza esperaba el día de la “gran prueba”! Porque los pretendientes debian someterse a una prueba. Solo el vencedor seria digno de la mano de la princesa.
El día de la competencia llegó y los pretendientes se reunieron. Para comenzar, dispararon sus flechas hacia un escudo clavado en un árbol lejano. Sólo algunos atinaron al blanco. El paso siguiente fue atravesar el rio en un recodo en que rugía y se agitaba embravecido. Sólo dos lo consiguieron: Yaebé y otro joven llamado Tata. La prueba final, la más difícil, consistía en soportar un ayuno de diez días. Ipona acompañó a Yaebé cada día y noche durante el duro ejercicio y, gracias a su amor, Yaebé soportó el hambre. Pero Tata no pudo completar el ayuno. ¡Yaebé debía casarse con la princesa! Un hecho asombroso lo impidió. Llevados por su amor, Yaebe e Ipona redujeron su tamaño, cada vez más y más hasta convertirse en dos homeros, ante la vista maravillada de todos. Los enamorados volaron lejos y, desde entonces viven en su nido de barro: son el símbolo del amor que ningún hombre puede quebrantar.

Revista Anteojito N°1582, pp.41
4 julio 1995
https://archive.org/details/RevistaAnteojito1582/page/n40/mode/1up