martes, 18 de marzo de 2014

Dos momentos

Hay dos momentos en el día a los que siempre he dado importancia: cuando papá se despide para ir al trabajo y cuando nosotros decimos ¡hasta luego! a mamá, para encaminarnos a la escuela.
Papá nos besa a todos y sale apresuradamente hacia el cumplimiento de sus obligaciones. Yo sé que él sale en busca de nuestro pan, de nuestro libro, de nuestros vestidos; en una palabra, de nuestra tranquilidad. ¡Qué bueno es! ¡Cuánto esfuerzo debe realizar para que a los suyos no les falte nada! A veces lo notamos cansado, enfermo, y, sin embargo, no se queda en casa. Debe cumplir con las obligaciones de afuera y con las obligaciones de adentro.


Y cuando ya estamos listos para ir a la escuela nos duele abandonar a mamá. ¡Se queda tan sola! Claro está que en su soledad se entretienen trabajando en las cosas del hogar, preparando la comida de todos, arreglando los muebles, limpiando la casa, repasando la ropa... ¡Si pudiéramos quedarnos a su lado!... Pero, no. La escuela es una obligación para los niños. De allí saldremos un día, capaces y fuertes, con la inteligencia bien nutrida y el corazón bien modelado, para enfrentar a la vida y llegar a ser útiles al hogar y a la patria.

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